Estaba soñolienta y desorientada …
algo me acababa de despertar. Mientras buscaba a tientas con la mano
mi móvil para mirar la hora me di cuenta de que un número
desconocido me llamaba.
Con dudas acepté la llamada y me llevé
el móvil a la oreja.
- ¿Diga?
Miré el reloj y vi que eran las seis
de la mañana … maldije por dentro a quién me había llamado,
sabiendo que no podría volver a dormir. Al menos era viernes.
Sentí la boca seca y pastosa y me
levanté en busca de un vaso de agua. No me quedaba mas remedio que
empezar a preparar las cosas … obviamente terminé muy temprano y
tuve tiempo de sobra para entretenerme con mi ordenador mientras
desayunaba.
A las ocho menos cuarto me puse mi
chaqueta sobre la camiseta de manga corta. Las mañanas de Delaware
eran frescas pero después hacía calor.
Con la mochila sobre un hombro salí de
mi casa para ir al instituto. Lo odiaba. No había nada más
aborrecible que aquellas horas encerrada fingiendo prestar atención
a los profesores.
A mis diecisiete años estaba harta de
estudiar y en cuanto terminase el bachillerato me buscaría la vida,
la única razón por la que seguía estudiando era por mis padres.
Cuando finalizaron las clases salí lo
más rápido posible del gentío que se apelotonaba en los pasillos
del colegio. Una llamada me interrumpió cuando bajaba las escaleras
que daban a la calle. Otra vez un número privado. Respondí
malhumorada recordando mi falta de sueño.
- ¿Quién es?
- Hola ____
Di un respingo al escuchar mi nombre en
un tono de voz burlón y distorsionado. Quien fuera que fuese el que
me estuviera gastando esa broma me estaba cabreando.
- No estoy para idioteces, si te aburres ¡búscate una vida!
Una risita se filtró por el teléfono
y me puso el vello de punta antes de que el desconocido colgara. Un
minuto después salí del edificio y vi a Justin apoyado en su
brillante coche negro manejando su móvil. Me acerqué a paso ligero
y poniéndome frente a él le pregunté seria.
- ¿Me has llamado tú?
Alzó sus castaños ojos para mirarme
con una nota de broma.
- Hola a ti también, cielo – sonrió. Me crucé de brazos en protesta y pasó su brazo por mi cintura para acercarme sin borrar su alegría – te veo estresada.
- Eso pasa porque alguien me llamó de madrugada y me despertó – cambié el peso de cadera.
- Yo no fui – alzó las manos – no me gusta verte de mal humor.
- Eso tiene fácil solución – le sonreí.
Sus manos se apretaron en mis caderas.
Se aproximó rápido para presionar sus labios con los míos y rozó
su lengua con ellos rogando la entrada a mi boca. Aprisioné su labio
superior y nos dejamos llevar por el calor del momento. Nos separamos
por el simple hecho de necesitar aire.
- Esto siempre funciona – dijo Justin victorioso.
- Si – me burlé – aunque yo me refería a que me invitases a comer.
- Aam – ambos reímos – esta bien, yo también tengo hambre.
Los dos subimos al coche y Justin
condujo hacia el Hot Stuff, nuestro restaurante favorito para pedir
unas hamburguesas. Me encantaba verlo conducir. Desde el asiento de
copiloto lo veía concentrado, con un rostro sereno y cauto. Nunca lo
veía más controlado que conduciendo. Por lo general, Justin era un
chico impulsivo, a veces prepotente y en otras ocasiones era más
razonable. Lo que no cambiaba nunca era su amor por un bonito coche,
era especialmente delicado con el suyo.
Mientras seguía observándole el móvil
vibró en mi bolsillo. Número desconocido.
<< Esa escenita con tu novio
me ha puesto muy celoso ;) >>
Me quedé releyendo
varias veces el mensaje de texto, al cabo de unos segundo me di
cuenta de que estaba conteniendo la respiración.
- ¿Estás bien?
Justin me sacó del
ensimismamiento. Sacudí la cabeza tratando de regresar a la
realidad. ¿Quién me estaba haciendo aquello? ¿Era una broma o me
vigilaban? En todo caso, ¿como había conseguido mi teléfono?
Conduciendo con su
mano izquierda, Justin puso la otra en mi muslo recordándome que
seguía allí. Puse mi mano sobre la suya entrelazando nuestros dedos
y asentí. No quería comerme la cabeza con una estupidez como esa.
- No pasa nada – le tranquilicé tirando de mis labios.
En el restaurante
pedimos nuestro menú habitual de hamburguesas y patatas fritas para
llevar y fuimos a comer en uno de los parques cercanos. Sentados en
el césped me llevé mi primera patata frita a la boca y empecé una
conversación.
- ¿Y qué tal fue tu día?
- Ya sabes, aburrido – se encogió de hombros – estuve un rato con Lucas. Me dijode pasarnos a una fiesta esta noche.
- Genial …
- Eso no ha sonado muy entusiasta – dijo dando un pellizco en mi barbilla.
- No, si me apetece.
- No me mientas – me acusó con la mirada.
- Justin, cada vez que vamos a una fiesta la gente se olvida de que tú y yo estamos juntos – le reproché.
- ¿Lo dices por lo qué paso la última vez?
Asentí llevando mi
mente a ese momento en el que un tío moreno me pilló desprevenida y
se puso a coquetear conmigo más cerca de lo que debía. Sin darme
tiempo a reaccionar Justin se acercó y lo apartó de un empujón,
matándolo con la mirada. Le advirtió de no querer volver a verlo
nunca más o se metería en problemas. El chico se fue burlándose y
por supuesto Justin se irritó tanto que la pagó conmigo. Los celos
le poseían continuamente.
- No me iré de tu lado – me prometió.
- Si esta noche nos enfadamos no volvemos a salir a una fiesta de este tipo, ¿queda claro?
- Trato hecho.
Su sonrisa apareció
mientras tiraba de mí para tumbarnos juntos en el suelo. Había
miles de formas de divertirse juntos, si las fiestas nos fastidiaban,
tendríamos que buscar otra manera de pasar el tiempo.
Terminamos de comer
y Justin me llevó a su apartamento. Él vivía allí solo. Se podía
permitir alquilarlo con el dinero de todas sus apuestas.
El aseguraba hacer
juego limpio, pero yo tenía mis dudas sobre si hacía trampas, claro
que nunca lo iba a cuestionar. Cartas, máquinas tragaperras, billar,
todo lo que en un casino se podía encontrar, todo era capaz de ganar
Justin y ganarse una buena cantidad de dinero.
Yo había llegado a
ser su acompañante en varias ocasiones, según él, llevarme le daba
suerte. Yo no protestaba, aunque los centros a los que solíamos ir
no eran muy limpios y elegantes. Tampoco es que nos rodeáramos de
gente especialmente tranquila, todos sin excepción iban armados,
incluido Justin.
En cuanto pasamos
por la puerta de su casa, Justin dejó su pistola en la mesilla del
recibidor y yo pasé directamente a descalzarme como si estuviera en
mi casa. Justin fue hacia el sofá deshaciéndose de la camiseta. Fui
a sentarme a su lado, pero justo cuando pasaba frente a él me agarró
de las caderas para colocarme sobre sus rodillas, de espaldas a él.
Me sentía a gusto entre sus fuertes y seguros brazos ajustados en mi
cintura.
- ¿Qué planes tenemos este fin de semana? - susurró en mi oído.
- Me da igual, ¿tú tienes alguna idea? - dije apoyando toda mi espalda en su pecho y reclinando la cabeza en su hombro.
- Quédate conmigo – sus labios rozaron mi cuello y poco después empezó a besarlo – tengo en mi cabeza la ecuación: ____ + Justin = Cama – reí ligeramente y sentí que él también sonreía – ¿no me dirás que no te gusta?
- A mí me encanta, pero existe un problema llamado “padres”.
- Invéntate algo – se encogió de hombros – ¡fiesta de pijamas con chicas! ¡Yuhú! – fingió entusiasmo con un tono afeminado.
- Ya veré que historia me monto – negué con la cabeza.
- Entonces tú y yo tenemos un caliente fin de semana por delante.
Su tono sensual me
advirtió de sus intenciones. Noté como Justin se deshacía del
botón de mis jeans e introducía la mano en el interior.
- ¿Qué crees que haces? - le pregunté en una indignación sobreactuada.
- Oh, vamos nena, un poco de diversión – mordisqueó el lóbulo de mi oreja y un hormigueo me recorrió de arriba a abajo.
De repente el móvil
empezó a vibrar y sonar en mi bolsillo. Solté un bufido en
protesta. Aquello me desconectó por completo. ¿Quién podía ser
tan oportuno? En ese momento recordé lo irritante que había llegado
a ser el tipo que me llamaba y mandaba mensajes de incógnito.
Me aparté de
Justin levantándome y respondí al teléfono. Justin puso una cara
en protesta.
- ¿Qué? - contesté por el audífono de forma brusca.
- ____, ¿dónde estás?
- Mamá – dije sorprendida mirando mi reloj de pulsera – estoy … con mis amigos en la cancha de baloncesto – improvisé de forma natural. Justin puso cara de burla.
- Me tienes que avisar ____, ¿no entiendes que me preocupo?
- Lo siento, mamá.
- Está bien. ¿A qué hora regresas?
- En un rato. Pero mamá, esta noche hay una fiesta a la que quiero ir con unas amigas, y después, Ally ha decidido hacer reunión de chicas todo el fin de semana.
- ¿Me estás pidiendo salir el fin de semana entero? - preguntó incrédula.
- Emm … sí.
- Já!
- ¡Mamá! Hace mucho que no salgo, y será muy divertido. Ally lo tiene todo planeado, ¿pretendes que sea la única sin ir?
- Una condición – solté un suspiro que significaba “lo que sea” – el lunes te quiero aquí puntual y estudiarás de todo.
- Hecho – repuse.
- No te metas en líos – me advirtió.
- Tranquila. Te quiero.
- Y yo a ti.
La línea se cortó
y regresé mi vista a los ojos de Justin. Con una sonrisa irónica
empezó a dar palmadas lentamente en honor a mi actuación.
Teatralmente me incliné agradeciendo su aplauso.
- Nena, mereces un Óscar – dijo agarrando el borde de mis vaqueros para acercarme al sofá – ¿dónde estábamos antes de la interrupción? - alcé una ceja - ¡Ah, sí! Por aquí …
Justin alzó mi
camiseta por encima del ombligo para besar mi piel. Puse una mano en
su hombro y lo empujé hacia atrás. Me puse a horcajadas sobre él y
pasé mis manos por su suave y alocado pelo.
- Lo siento Biebs, pero se me ha bajado el calentón.
- Te puedo encender en menos de lo que crees – sonrió seguro de sí mismo.
- Creído – le mordí la oreja. Sus manos apretaron mi cu*lo provocando que gimiera – Justin, le dije a mi madre que estaría en casa en poco tiempo.
- Esta bien, esta bien – alzó las manos en respuesta. Me levanté y le di la mano para que también se levantara del sofá – pero solo porque tenemos el resto del fin de semana para nosotros solos.
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