viernes, 4 de enero de 2013

Capítulo 1: El Resto del fin de Semana


Estaba soñolienta y desorientada … algo me acababa de despertar. Mientras buscaba a tientas con la mano mi móvil para mirar la hora me di cuenta de que un número desconocido me llamaba.

Con dudas acepté la llamada y me llevé el móvil a la oreja.
  • ¿Diga?
No se oía nada. Finalmente un suspiro despidió aquella absurda situación y salieron unos pitidos intermitentes para señalizar que habían cortado la línea. Tiré el móvil a un lado resoplando irritada por haber interrumpido mis lindos sueños con una tontería.

Miré el reloj y vi que eran las seis de la mañana … maldije por dentro a quién me había llamado, sabiendo que no podría volver a dormir. Al menos era viernes.

Sentí la boca seca y pastosa y me levanté en busca de un vaso de agua. No me quedaba mas remedio que empezar a preparar las cosas … obviamente terminé muy temprano y tuve tiempo de sobra para entretenerme con mi ordenador mientras desayunaba.

A las ocho menos cuarto me puse mi chaqueta sobre la camiseta de manga corta. Las mañanas de Delaware eran frescas pero después hacía calor.

Con la mochila sobre un hombro salí de mi casa para ir al instituto. Lo odiaba. No había nada más aborrecible que aquellas horas encerrada fingiendo prestar atención a los profesores.

A mis diecisiete años estaba harta de estudiar y en cuanto terminase el bachillerato me buscaría la vida, la única razón por la que seguía estudiando era por mis padres.

Cuando finalizaron las clases salí lo más rápido posible del gentío que se apelotonaba en los pasillos del colegio. Una llamada me interrumpió cuando bajaba las escaleras que daban a la calle. Otra vez un número privado. Respondí malhumorada recordando mi falta de sueño.
  • ¿Quién es?
  • Hola ____
Di un respingo al escuchar mi nombre en un tono de voz burlón y distorsionado. Quien fuera que fuese el que me estuviera gastando esa broma me estaba cabreando.
  • No estoy para idioteces, si te aburres ¡búscate una vida!
Una risita se filtró por el teléfono y me puso el vello de punta antes de que el desconocido colgara. Un minuto después salí del edificio y vi a Justin apoyado en su brillante coche negro manejando su móvil. Me acerqué a paso ligero y poniéndome frente a él le pregunté seria.
  • ¿Me has llamado tú?
Alzó sus castaños ojos para mirarme con una nota de broma.
  • Hola a ti también, cielo – sonrió. Me crucé de brazos en protesta y pasó su brazo por mi cintura para acercarme sin borrar su alegría – te veo estresada.
  • Eso pasa porque alguien me llamó de madrugada y me despertó – cambié el peso de cadera.
  • Yo no fui – alzó las manos – no me gusta verte de mal humor.
  • Eso tiene fácil solución – le sonreí.
Sus manos se apretaron en mis caderas. Se aproximó rápido para presionar sus labios con los míos y rozó su lengua con ellos rogando la entrada a mi boca. Aprisioné su labio superior y nos dejamos llevar por el calor del momento. Nos separamos por el simple hecho de necesitar aire.
  • Esto siempre funciona – dijo Justin victorioso.
  • Si – me burlé – aunque yo me refería a que me invitases a comer.
  • Aam – ambos reímos – esta bien, yo también tengo hambre.
Los dos subimos al coche y Justin condujo hacia el Hot Stuff, nuestro restaurante favorito para pedir unas hamburguesas. Me encantaba verlo conducir. Desde el asiento de copiloto lo veía concentrado, con un rostro sereno y cauto. Nunca lo veía más controlado que conduciendo. Por lo general, Justin era un chico impulsivo, a veces prepotente y en otras ocasiones era más razonable. Lo que no cambiaba nunca era su amor por un bonito coche, era especialmente delicado con el suyo.

Mientras seguía observándole el móvil vibró en mi bolsillo. Número desconocido.

<< Esa escenita con tu novio me ha puesto muy celoso ;) >>

Me quedé releyendo varias veces el mensaje de texto, al cabo de unos segundo me di cuenta de que estaba conteniendo la respiración.
  • ¿Estás bien?
Justin me sacó del ensimismamiento. Sacudí la cabeza tratando de regresar a la realidad. ¿Quién me estaba haciendo aquello? ¿Era una broma o me vigilaban? En todo caso, ¿como había conseguido mi teléfono?

Conduciendo con su mano izquierda, Justin puso la otra en mi muslo recordándome que seguía allí. Puse mi mano sobre la suya entrelazando nuestros dedos y asentí. No quería comerme la cabeza con una estupidez como esa.
  • No pasa nada – le tranquilicé tirando de mis labios.
En el restaurante pedimos nuestro menú habitual de hamburguesas y patatas fritas para llevar y fuimos a comer en uno de los parques cercanos. Sentados en el césped me llevé mi primera patata frita a la boca y empecé una conversación.
  • ¿Y qué tal fue tu día?
  • Ya sabes, aburrido – se encogió de hombros – estuve un rato con Lucas. Me dijo
    de pasarnos a una fiesta esta noche.
  • Genial …
  • Eso no ha sonado muy entusiasta – dijo dando un pellizco en mi barbilla.
  • No, si me apetece.
  • No me mientas – me acusó con la mirada.
  • Justin, cada vez que vamos a una fiesta la gente se olvida de que tú y yo estamos juntos – le reproché.
  • ¿Lo dices por lo qué paso la última vez?
Asentí llevando mi mente a ese momento en el que un tío moreno me pilló desprevenida y se puso a coquetear conmigo más cerca de lo que debía. Sin darme tiempo a reaccionar Justin se acercó y lo apartó de un empujón, matándolo con la mirada. Le advirtió de no querer volver a verlo nunca más o se metería en problemas. El chico se fue burlándose y por supuesto Justin se irritó tanto que la pagó conmigo. Los celos le poseían continuamente.
  • No me iré de tu lado – me prometió.
  • Si esta noche nos enfadamos no volvemos a salir a una fiesta de este tipo, ¿queda claro?
  • Trato hecho.
Su sonrisa apareció mientras tiraba de mí para tumbarnos juntos en el suelo. Había miles de formas de divertirse juntos, si las fiestas nos fastidiaban, tendríamos que buscar otra manera de pasar el tiempo.

Terminamos de comer y Justin me llevó a su apartamento. Él vivía allí solo. Se podía permitir alquilarlo con el dinero de todas sus apuestas.

El aseguraba hacer juego limpio, pero yo tenía mis dudas sobre si hacía trampas, claro que nunca lo iba a cuestionar. Cartas, máquinas tragaperras, billar, todo lo que en un casino se podía encontrar, todo era capaz de ganar Justin y ganarse una buena cantidad de dinero.

Yo había llegado a ser su acompañante en varias ocasiones, según él, llevarme le daba suerte. Yo no protestaba, aunque los centros a los que solíamos ir no eran muy limpios y elegantes. Tampoco es que nos rodeáramos de gente especialmente tranquila, todos sin excepción iban armados, incluido Justin.

En cuanto pasamos por la puerta de su casa, Justin dejó su pistola en la mesilla del recibidor y yo pasé directamente a descalzarme como si estuviera en mi casa. Justin fue hacia el sofá deshaciéndose de la camiseta. Fui a sentarme a su lado, pero justo cuando pasaba frente a él me agarró de las caderas para colocarme sobre sus rodillas, de espaldas a él. Me sentía a gusto entre sus fuertes y seguros brazos ajustados en mi cintura.
  • ¿Qué planes tenemos este fin de semana? - susurró en mi oído.
  • Me da igual, ¿tú tienes alguna idea? - dije apoyando toda mi espalda en su pecho y reclinando la cabeza en su hombro.
  • Quédate conmigo – sus labios rozaron mi cuello y poco después empezó a besarlo – tengo en mi cabeza la ecuación: ____ + Justin = Cama – reí ligeramente y sentí que él también sonreía – ¿no me dirás que no te gusta?
  • A mí me encanta, pero existe un problema llamado “padres”.
  • Invéntate algo – se encogió de hombros – ¡fiesta de pijamas con chicas! ¡Yuhú! – fingió entusiasmo con un tono afeminado.
  • Ya veré que historia me monto – negué con la cabeza.
  • Entonces tú y yo tenemos un caliente fin de semana por delante.
Su tono sensual me advirtió de sus intenciones. Noté como Justin se deshacía del botón de mis jeans e introducía la mano en el interior.
  • ¿Qué crees que haces? - le pregunté en una indignación sobreactuada.
  • Oh, vamos nena, un poco de diversión – mordisqueó el lóbulo de mi oreja y un hormigueo me recorrió de arriba a abajo.
Justin masajeó mi clítoris con un dedo y empecé a agitarme. Otro dedo discurrió hacia mi interior haciéndome escapar un gemido. Su boca estaba a la altura de mi cuello, el cuál mordisqueaba y besaba sin cesar. Trazó movimientos circulares entre los labios de mi feminidad y siguió penetrando y sacando sus dedos. En mi interior sentía que estaba ardiendo.

De repente el móvil empezó a vibrar y sonar en mi bolsillo. Solté un bufido en protesta. Aquello me desconectó por completo. ¿Quién podía ser tan oportuno? En ese momento recordé lo irritante que había llegado a ser el tipo que me llamaba y mandaba mensajes de incógnito.

Me aparté de Justin levantándome y respondí al teléfono. Justin puso una cara en protesta.
  • ¿Qué? - contesté por el audífono de forma brusca.
  • ____, ¿dónde estás?
  • Mamá – dije sorprendida mirando mi reloj de pulsera – estoy … con mis amigos en la cancha de baloncesto – improvisé de forma natural. Justin puso cara de burla.
  • Me tienes que avisar ____, ¿no entiendes que me preocupo?
  • Lo siento, mamá.
  • Está bien. ¿A qué hora regresas?
  • En un rato. Pero mamá, esta noche hay una fiesta a la que quiero ir con unas amigas, y después, Ally ha decidido hacer reunión de chicas todo el fin de semana.
  • ¿Me estás pidiendo salir el fin de semana entero? - preguntó incrédula.
  • Emm … sí.
  • Já!
  • ¡Mamá! Hace mucho que no salgo, y será muy divertido. Ally lo tiene todo planeado, ¿pretendes que sea la única sin ir?
  • Una condición – solté un suspiro que significaba “lo que sea” – el lunes te quiero aquí puntual y estudiarás de todo.
  • Hecho – repuse.
  • No te metas en líos – me advirtió.
  • Tranquila. Te quiero.
  • Y yo a ti.
La línea se cortó y regresé mi vista a los ojos de Justin. Con una sonrisa irónica empezó a dar palmadas lentamente en honor a mi actuación. Teatralmente me incliné agradeciendo su aplauso.
  • Nena, mereces un Óscar – dijo agarrando el borde de mis vaqueros para acercarme al sofá – ¿dónde estábamos antes de la interrupción? - alcé una ceja - ¡Ah, sí! Por aquí …
Justin alzó mi camiseta por encima del ombligo para besar mi piel. Puse una mano en su hombro y lo empujé hacia atrás. Me puse a horcajadas sobre él y pasé mis manos por su suave y alocado pelo.
  • Lo siento Biebs, pero se me ha bajado el calentón.
  • Te puedo encender en menos de lo que crees – sonrió seguro de sí mismo.
  • Creído – le mordí la oreja. Sus manos apretaron mi cu*lo provocando que gimiera – Justin, le dije a mi madre que estaría en casa en poco tiempo.
  • Esta bien, esta bien – alzó las manos en respuesta. Me levanté y le di la mano para que también se levantara del sofá – pero solo porque tenemos el resto del fin de semana para nosotros solos.

 

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