sábado, 29 de diciembre de 2012

Capítulo 8: No que Va, Soy Así


Fuimos al despacho para escuchar detrás de la puerta. Afortunadamente alcanzábamos a escuchar muy bien cada una de las partes de la conversación. Mi padre para empezar se sirvió una copa de whisky y le ofreció a Justin, este se negó, no quería relajarse como le convenía a mi padre si quería seguir teniendo dos hijas.
  • Dime chaval, vienes a protestar, a lloriquear o a exigir, eso se hace mucho en los negocios – se burló John.
  • Su hija no es un negocio, vengo a decirle eso. No es justo que los asuntos pendientes con mi padre influyan en la relación de su hija conmigo.
  • Hay muchas cosas que a tu edad cuestan entender. Una de ellas es que para vivir una relación hay que pasar por muchos obstáculos. Yo sacrifiqué mucho por mi familia. ¿Tú de que serías capaz por mi hija, eh? Yo solo la estoy protegiendo.
  • Le quiero – sentí un revuelo en el estómago al escucharlo tan sincero y decidido.
  • El amor viene y va chico, sobretodo, si hay negocios de por medio y tu pronto trabajaras en el gran mundo empresarial.
  • No sé porqué me dice esto – dijo Justin confundido.
  • Tan solo tienes que fijarte a tu alrededor – bufó – Aléjate de _____, no te conviene provocarme – noté como aquello era más una amenaza que una advertencia.
Escuchamos pasos, salimos disparadas, Trudy fue a la cocina, yo corrí al jardín y me senté en unos escalones como si nada, mirando a través de la puerta de cristal por la cuál veía el corredor. Justin salió del despacho y cerró la puerta tras de sí. Al verme vino conmigo. Se sentó a mi lado en los escalones de forma relajada poniendo sus codos sobre las rodillas y juntando las manos.
  • ¿Lo escuchaste? – preguntó, yo asentí – ¿que opinas?
  • Que John está perdiendo la cabeza – resoplé – ¿y tú?
  • Tu padre está más cuerdo de lo que pensaba. Creo que deberíamos alejarnos un tiempo – respondió mirando al frente.
  • ¡¿Qué?! ¿Estás de broma? – miré alrededor para ver si escuchaba alguien. No había nadie por quién fingir – Así sin más, ¿te rindes?
  • No _____, no me rindo. Pero prefiero dejar que esto se enfríe. Tengo que pensar algo – se levantó, yo hice lo mismo y me puse frente a él un escalón más arriba – Vendré dentro de unos días – tomó mis labios.
  • Sabes que no entiendo nada de esto – le miré seria.
  • Ten paciencia, te lo explicaré más tarde, lo prometo.
Justin se fue. ¿Que fue lo que le pasó por cabeza? Si de algo me había dado cuenta, era de que Justin no era un cobarde, lo enfrentaba todo como le viniese. Muy pocos chicos podrían ser capaces de actuar tan rápido cuando mi padre me había tirado a la calle y estaba desconsolada y muchos menos se hubieran enfrentado a John. Justin tenía valor, no creía que las palabras de mi padre lo echaran para atrás y dejar de interesarse en mí.

Le di vueltas a la cabeza recordando la discusión que habían tenido en el despacho. Justin había mencionado unos asuntos pendientes entre Jeremy y John, algo me decía que Justin sabía ya más que yo. Además, por el tono de voz de mi padre hubiera jurado que casi todo tenía un doble sentido.
Fui pasando los días encerrada en casa para que nadie me viera con el rostro morado. Entre tanto aburrimiento hasta yo sola me había puesto a repasar economía. John y yo no mediamos palabra, mi madre por su parte seguía con su vida, sabía que los problemas que causaba mi padre se arreglarían solo si se hacía lo que él decía y su palabra no valía nada en esos momentos, éramos muy testarudos. A decir verdad todo estaba bastante más tranquilo, cada uno por nuestro camino. Trudy seguía con su vida entre la pandilla y su novio y me contaba las novedades.

Llegaron a pasar ocho largos días y Justin no daba signos de vida, no me llamaba, no me mandaba mensajes, ni si quiera lo veía por la calle.

Pattie, quién consiguió recuperar su trabajo, había venido a visitar a mi madre para darle la noticia y a preguntarme como me encontraba después de lo sucedido, tratamos de contar la historia de manera sencilla para que pareciese menos violenta y más una simple rabieta por culpa de la adolescente rebelde, aunque era difícil de tragarse ese cuento. Pregunté a Pattie por Justin, ella me contó que estaba saliendo casi todos los días con sus amigos. Justin me estaba evitando … Aquella situación me tenía harta, no iba a dejar que pasaran las semanas, no, ni si quiera un día más.

La rojez de mi cara ya había desaparecido, la confianza en mí misma regresó.

A la mañana siguiente le daría una buena sorpresa y no podría resistirse, si Pattie empezaba el trabajo se quedaría solo. Busqué por mi armario la ropa que tenía a un rincón. Entre las prendas, estaba mi antiguo uniforme escolar. Si Justin creía que iba a romper cada una de sus normas de clase con el día a día era muy inocente …
* * *
Eran las diez de la mañana, ya me había puesto el uniforme que llevaba hacia tres años. La falda beis a líneas negras que formaban cuadros me tapaba justo la ropa interior. Encima llevaba una camisa blanca de botones con la que hice un nudo en la cintura dejando ver el ombligo. Abroché todos los botones de arriba, ya me encargaría de quitármelos en su momento. Saqué las medias más finas que tenía, me puse unos zapatos negros de tacón y plataforma y dejé suelta mi melena. Tan solo me maquillé con algo de rímel y un poco de cacao. Cogí mi carpeta y metí allí el folio de normas además de unas cuantas actividades que Justin me iba a explicar o por lo menos intentaría …

Fui directa a su casa, por su puesto Justin abrió, estaba con el pelo alborotado y con una camiseta de tirantes que dejaba ver sus bien formados bíceps y un pantalón corto. Sus ojos me recorrieron de arriba abajo.
  • ¿Que haces aquí?
  • Me has dejado sola nueve días, me aburrí y repasé economía, pero no sé hacer unas cosas. ¿Me vas a ayudar profe? – dije entrando sin que Justin me invitase – créeme, solo vengo por asuntos escolares – le saqué el folio de normas con cara inocente – ¿que dices?
  • De acuerdo, vamos a mi cuarto – subimos por las escaleras y nos acomodamos allí para empezar – una pregunta, ¿a que viene esa ropa?
  • Mi uniforme del instituto, ya sabes, para meterme más en los estudios – sonreí.
  • Ya, te repasaste las normas – dijo irónico.
  • Créeme que sí, las tengo bien numeradas en mi cabeza – le guiñé – ¿tú?
  • Nena, las cree yo … empecemos.
Justin se sentó en la cama y empezó a leer los problemas. Me puse a su lado con las piernas cruzadas leyendo lo que él. Cuando levantó la vista me miró a los ojos, su color miel me derretía por dentro, amaba que me mirase de esa manera.

  • ¿Te han dicho antes que tienes unos ojos preciosos?
  • _____, regla número 4.
  • Nada de halagos ni palabras de afecto – bufé – ya que la he roto … me encanta tu pelo, te veo demasiado sexy, ¿crees que sea por qué paso mucho tiempo?
  • No que va, soy así – me siguió la corriente – volvamos al problema.
Tras decirme como resolver un ejercicio que ya sabía me puse en el escritorio a escribir. Justin estaba sentado a mi lado revisando como lo hacía. Estaba muy cerca.
  • Que calor tengo … - suspiré deshaciéndome de un par de botones del escote.
  • _____ para – suplicó.
  • Pero tengo calor – insistí inocente – oh, espera, incumplí la regla 2 – me lamenté.
  • Eres odiosa – me mandó una mirada asesina y se quitó la camiseta.
  • Y aún así me adoras – repetí sus palabras de cuando estuvimos en la piscina.
  • Sigamos con algo de teoría anda …
Justin recitaba algún enunciado y yo le decía de me estaba hablando. Hubo alguno que no lo entendía. Justin como la última vez fue paciente y me lo explicó con gusto, pero llegué a hacer que perdiera el control apropósito, aquella estaba siendo la venganza más dulce que jamás había planeado.
  • ¡Pero si es muy sencillo! ¿Qué es lo que no entiendes?
  • Pues hay muchas cosas que no entiendo, por ejemplo, porqué me has estado evitando.
  • Yo no te he evitado, solo mantuve la distancia. ¡Y no cambies así de tema!
  • Ay, ¿esa no era la 3? - reí. Justin negó con la cabeza se estaba cansando de aquel juego – Justin, te echo de menos – susurré en su oreja acariciando su cuello; adiós regla número 1.
  • _____, quiero ayudarte con esto, ponte ya seria – rogó.
  • Se acabó la clase – me senté en sus piernas.
  • Soy yo quien decide cuando acabamos – cogí el folio y lo partí en dos.
  • Ya no hay normas – me encogí de hombros sonriente.
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3 comentarios:

  1. Puf puf puf*--*PERFECCIÓN TOTAL OMG.

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  2. Más que perfecto diría yo, me encantaa siguiente cuando puedas. Me encanta tu novela enserio me tiene que vamoss :D

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