viernes, 28 de diciembre de 2012

Capítulo 7: Sueña con Ese Día, Nunca lo Verás


Justin llegó a las cinco en punto de la tarde, no esperaba verle entrar por la puerta de mi dormitorio así sin más. Yo ya estaba en el escritorio echando una ojeada a mis apuntes de clase antes de que viniera el nuevo profesor. Justin llevaba unos vaqueros y una camisa blanca que se ajustaba a su cuerpo, me mordí el labio, ser tan sexy debía ser un crimen, acabaría desmayada o muerta. Yo para provocarle seguía con el pijama que tanto resultó gustarle. Me levanté para darle un beso, él se alejó de mí sonriente y sacó una hoja.
  • Son las normas de clase – cogí el folio y empecé a leer.
  • Número 1, queda prohibido cualquier contacto físico con el profesor, 2, quedan restringidas las provocaciones, 3, No se admiten temas de conversación que no traten sobre economía, 4, las palabras de afecto y halagos quedan fuera del horario de clase y 5, el profesor decide cuando acaba la clase – sonreí revisando cada una de las reglas y volví mis ojos a su altura – ¿qué pasa si incumplo alguna?
  • Todavía no lo sé – admitió – pero si las cumples habrá recompensa.
  • ¿Un buen aprobado el año que viene? – ironicé.
  • Exactamente – sonrió.
  • Menos mal que eres sexy – suspiré – ups, acabo de romper la número 4, que pena …
  • Y la 2, esa ropa me desconcentra – me miró entera.
  • Lo siento profe, pero no tenemos uniforme – le guiñé el ojo – ¿empezamos ya?
Me senté en mi silla y Justin se puso junto a mí, decidimos repasar algunos de los ejercicios que había en el cuaderno. Se me habían olvidado varias cosas que Justin me tuvo que explicar, realmente se le daba bien. Pasamos algo más de una hora sentados, haciendo cálculos y recordando fórmulas y teorías. Justin estaba concentrado en resolver conmigo los problemas que más me costaban y lo más importante, tenía paciencia. Lo veía tan profesional que me daba pena interrumpir sus pensamientos rompiendo las reglas que me había impuesto. Acabó mirándome, había perdido el hilo de lo que estaba diciendo.
  • Debería haber puesto otra norma para que no me mirases de esa manera – se hizo el gracioso.
  • La hubiese roto a la primera … admirarte es algo inevitable. Se te da genial esto.
  • ¿Quieres que lo dejemos por hoy? - asentí y apoyé mi cuerpo cansado sobre sus piernas.
  • ¿Me he portado bien profe?
  • Eres una buena alumna – acarició mi brazo.
  • Quiero mi recompensa, ya – me incorporé y le miré.
  • ¿Que es lo que quieres? - me acerqué a su rostro despacio.
  • A ti – musité desesperada. Justin me besó, con sus normas lo único que habíamos hecho era comer ansias y comprobar nuestra fuerza de voluntad – hoy he sido buena chica, pero con el tiempo seré muy mala – le advertí.
  • No sé por qué me da que terminaras rompiendo el folio de las normas – rió.
Nos tumbamos en la cama y empezamos a hablar como una pareja normal. Me contó como le había ido el día con sus amigos, jugaron un partido de fútbol, fueron al cine y por último salieron a tomar unas cervezas.

Después de un rato salimos de mi habitación y nos pusimos a merendar en la mesa de la cocina. Saqué unos panecillos y la manteca de cacao, estuvimos disfrutando de aquella dulce tarde a solas hasta que llegó mi padre inesperadamente temprano.

Alice, como el día anterior, había ido a trabajar por la tarde al hospital y Trudy se había ido con las chicas y los chicos. Ambas iban a regresar tarde, se suponía que John también, pero el destino quiso que aquello saliera mal.

Mi padre entró en la cocina malhumorado cuando debió escuchar nuestras voces y risas desde la puerta de entrada a la casa.
  • Será mejor que te vayas Justin – le dije asustada.
  • Sí, será lo mejor – repitió John.
Justin me miró con preocupación. Le hice un gesto para que se fuera, le acompañé hasta la puerta y le susurré “te llamo después”. No le di tiempo a responderme, cerré las puertas en sus narices, tenía que enfrentar a mi padre. Él estaba apoyado en el marco de la puerta del salón, su cara estaba roja.
  • Papá, Justin vino a ayudarme con economía, te lo juro.
  • Descarada – alzó la mano y me golpeó en la cara, grité ante el impacto y caí al suelo – ¿como te atreves a traerlo a casa mientras estás sola? ¡Eres una ofrecida!
  • ¡No! - grité encogiéndome y rodeando mis piernas en el suelo mientras lloraba.
  • Te dije que te alejaras, te dije que no salieras con él y no haces más que lo que te da la gana – John me cogió del pelo y me levantó – lárgate de aquí, no quiero verte, ¿me oyes?
Aquel hombre al que ya no reconocía como mi padre, me soltó empujándome hacia la puerta. Cogí el picaporte y salí a toda prisa a la calle. No podía dar crédito a lo que veía, Justin no se había ido, lo había oído todo. Me arrojé a sus brazos a llorar.
  • Ssh, tranquila – me abrazó – no podemos quedarnos aquí cielo.
Tenía razón, estábamos en frente de la puerta, John podía salir en cualquier momento, pero no podía irme, estaba paralizada por el miedo, mi cuerpo no respondía, lloré aún más.
  • N-no pu-puedo moverm-me – tartamudeé.
  • Tranquila cielo – repitió con suavidad.
Justin se agachó y me cogió las piernas mientras sujetaba mi espalda con el otro brazo. Apoyé la cara en su pecho, rogué para que nadie me viese de aquella guisa: en pijama, con el pelo revuelto, con la cara inflamada por el golpe y enrojecida de llorar. Justin me llevó hasta su casa y subió las escaleras hacia su cuarto para dejarme tendida en su cama. Él se arrodilló a mi lado, su cara era el reflejo de la angustia, debía tener el peor aspecto imaginable. Tenía los nervios a flor de piel, las lágrimas seguían escurriendo entre sollozos, si seguía así me daría un ataque de ansiedad.
  • Espérame aquí, por favor intenta calmarte – Justin bajó corriendo y regresó dos minutos después con una pastilla y un vaso de agua – trata de tomártelo.
Justin se sentó a mi lado pasando su brazo sobre mis hombros, me llevé la pastilla a la boca con la mano temblorosa y él me sostuvo el vaso para que bebiese despacio. Dejó a un lado el agua sobrante y se tumbó a mi lado para abrazarme por la cintura.
  • Intenta respirar despacio y mantener el aire todo lo que puedas – me besó en la sien. Hice lo que me aconsejó, poco a poco fui calmándome, pero otra vez vinieron las imágenes de mi padre alzando la mano, volví a agitarme – ____, estoy aquí, no te voy a dejar sola.
Sus palabras eran de lo más sencillas, pero hacían efecto. Volví a respirar con normalidad, después el relajante muscular que me dio Justin hizo su efecto y acabé durmiéndome.
* * *
Cuando me desperté supuse que era un nuevo día, los rayos de sol empezaban a asomar entre las rejillas de la persiana. Me di cuenta de que había pasado la noche en la cama de Justin, pero él no estaba allí a mi lado. Me incorporé un poco y lo vi acurrucado en el sofá que había bajo la ventana. Era tierno verlo de aquella manera, daban ganas de abrazarlo. Me sentí mal por haberle robado su cama. Al intentar sonreír sentí un pinchazo en la cara. Me levanté de la cama con cuidado de no hacer ruido y me dirigí al baño que había en el mismo dormitorio. Al verme en el espejo me asusté, una zona bajo el ojo estaba muy enrojecida y algo violácea. Pasé dos dedos por encima presionando un poco, dolía. ¿Qué habría pasado cuando me quedé dormida?

Seguí mirándome al espejo haciendo todo lo posible por reconocerme. Escuché mi nombre desde el dormitorio. Justin se asomó al baño desesperado, cuando me vio se relajó y vino a abrazarme.
  • Me asusté al despertarme y no verte, llevo toda la noche vigilándote. ¿Cómo te encuentras? – se separó para ver el daño, acarició delicadamente la zona afectada, cerré los ojos tratando de olvidar el dolor – ¿te duele mucho?
  • Solo un poco – quise aliviarlo – Justin … siento mucho todo esto – agaché la cabeza – ¿saben tus padres que estoy aquí?
  • Sí, y tu madre también, no te angusties – me tomó de la cintura y me llevó a la cama para sentarnos juntos – le dije a mis padres que había pasado algo y que no te encontrabas bien, no les di detalles, mi madre avisó a Alice. Ella se preocupó y quiso despertarte, pero yo le dije que era mejor que descansaras. Supongo que le pidió explicaciones a tu padre. Te trajo algo de ropa, si quieres date una ducha …
  • Gracias – me quedé sin palabras, Justin había sabido manejar la situación muy bien y yo no sabía que decir, le debía mucho.
  • ____, ¿tu padre te había pegado antes? - negué con la cabeza - ¿fue mi culpa?
  • ¡No! – me apresuré a responder – John es que … tiene rabia porque tú y tus padres habéis tenido éxito, está amargado por seguir igual que cuando empezó su carrera. No os traga y no quiere que nos acerquemos a vosotros – le expliqué.
  • ¿Y eso es desde siempre? - preguntó atónito.
  • Con tus padres sí y cuando éramos niños no le dio importancia, pero ahora …
  • Fue mi culpa – afirmó mirándome apenado.
  • No Justin, tú no sabías nada, yo fui la que lo enfrentó. Esto es mi responsabilidad.
  • ____, yo estoy de por medio, además, si te afecta a ti me afecta a mí y no voy a dejar que vuelva a hacerte daño. Hablaré con tu padre, él tiene que entender lo nuestro – dijo firme.
  • ¡No, no vayas! – me alarmé.
  • Bueno, tranquilízate – me besó en los labios – todo irá bien.
Justin me dio la bolsa con la ropa limpia que había traído mi madre, me prestó una toalla y me dijo que usara su baño.

Me desnudé poco a poco antes de meterme en la ducha tratando de evitar el espejo, no quería verme más la herida. Quería saber que había pasado en casa, pero por otro lado no quería regresar, hubiese pasado el resto de mis días allí encerrada con los vecinos, claro está, eso no era posible.

Cuando terminé de ducharme me vestí con el pantalón largo y la camiseta que me había traído Alice. Dejé caer mi pelo para ocultar un poco el moratón.

Salí del cuarto de baño, Justin me esperaba tumbado en la cama ojeando su móvil. Volví su vista a mí y sonrió.
  • Toca desayunar, ¿bajamos?
  • Gracias Justin – me senté a su lado – pero creo que es mejor que regrese a casa.
  • ¿Y tu padre? - se puso serio.
  • Ya tiene que haberse ido al trabajo, quiero hablar con mi madre.
  • Te acompaño – dijo empezando a buscar las zapatillas, abrí la boca – y ni se te ocurra decirme que no te vas a perder. Si te vas sola no me quedaré tranquilo.
Sonreí al verle tan protector. Cogí una de sus zapatillas que estaba debajo de su cama y se la tiré, él sonrió. En cuanto estuvo calzado bajamos de la planta superior y fuimos a mi casa. Toqué al timbre, mi madre abrió exasperada seguida de mi hermana que se llevó una mano a la boca al verme.
  • ¿Está John? - mi madre quedó impactada con el golpe, negó con la cabeza. Me giré a Justin, no paraba de apretar mi mano - estoy bien, ¿vale? - dije tiernamente dando un beso en su mejilla, él asintió.
  • Vendré a verte más tarde – me dio un beso rápido en la mejilla sana y se giró para irse.
  • Gracias por cuidarla Justin – dijo mi madre antes de que se fuera.
Justin no dijo nada, su rostro era impasible. Mi madre me hizo pasar al salón, Trudy se sentó a mi lado en el sofá mientras me sujetaba la mano. Miré a los ojos de mi hermana, las cosas iban muy mal. Miré alrededor de la estancia, habían desaparecido dos jarrones y un centro de mesa. Imaginé el ataque de ira de John y la discusión que tuvo que haber esa noche.
  • ¿Qué os dijo John?
  • Ayer te quedaste a solas con Justin … - empezó mi madre.
  • Dijo que eras una furcia, en breves palabras – resumió mi hermana.
  • Justin y yo estuvimos estudiando, dije que iba a estar con él. Cuando John entró estábamos descansando tomando una merienda.
  • Lo sabemos hija – respondió mi madre – yo se lo dije a tu padre.
  • Está muy lejos de que lo considere un padre – recriminé sin pensar – ¿te dijo que me agredió? ¿te dijo que me echó de casa y que no quiere volverme a ver?
  • Eso nos lo contó Justin – dijo mi hermana. Mi madre se agachó y se llevó las manos a la cabeza – papá y mamá discutieron hasta la madrugada.
  • Cuando regrese te pedirá perdón.
  • No aceptaré sus disculpas. Él no aceptó las mías y siento que lo odio más que nunca.
  • No digas eso … cuando entró en razón tu padre se sintió mal por lo que hizo.
  • No me lo creo.
Me levanté y me fui a la cocina. Estaba hambrienta y no me apetecía escuchar como mi madre disculpaba a mi padre. Pasé la mañana aburrida con mi hermana, haciendo como que escuchaba su cita con Derek cuando no hacía más que pensar en Justin, en mi padre y en lo que podía suceder. John había dicho que no quería verme y era yo ahora la que no quería verlo ni en pintura. Estuve ayudando a mi madre a cocinar, hice de todo para entretenerme y no pensar en el horror de mi cara.

A las cinco de la tarde, mientras leí una novela relajada en el sillón, escuché el sonido de un coche aparcar en la calle, John había terminado de trabajar. Seguí ojeando el libro sin ya prestarle atención, sentí las llaves entrar en la cerradura y abrir la puerta. John se asomó por la puerta del salón, por el rabillo del ojo vi como se acercaba. Consideré la opción de hacerle el vacío, después lo descarté, sería inútil.
  • ____, hija – tragué saliva, empecé a sentir nauseas – siento mucho lo sucedido ayer – se notaba que mi madre le había leído bien la cartilla, había venido directo y puso su mejor cara de arrepentimiento, no me lo tragué.
  • ¿Crees que me sirven tus palabras? ¿Has visto lo que me has hecho? Me estás desgraciando la vida – dije con voz neutra clavando mis ojos en sus pupilas – no quiero que me pidas perdón, tan solo quería que me aceptaras tal y como soy y respetaras mis decisiones. Ahora solo quiero que te alejes de mí porque da la impresión de que no quieres que sea feliz.
  • Estás muy equivocada, eres mi hija y solo quiero lo mejor para ti.
  • Resulta que lo mejor para mí ahora es Justin Bieber – dije con serenidad – respetalo a él y podremos vivir en paz – vi a Trudy por detrás sonreír y hacer un gesto de afirmación, creí ponerle entre la espada y la pared, sin embargo, no dio su brazo a torcer.
  • Sueña con ese día porque nunca lo veras – respondió con rabia.
En ese momento tocaron a la puerta con insistencia, Trudy que estaba al lado abrió rápido. Segundos después vi a Justin entrar en el salón. Toda la impasibilidad que había tenido hasta el momento no sirvió de nada cuando vi la cara de aquellos dos hombres mirándose fijamente, tuve pavor de lo que podía pasar.
  • Señor, he venido a darle la cara – temí que en ese momento recibiera un puñetazo – me gustaría hablar con usted.
  • De hombre a hombre, ¿eh? - se mofó mi padre – vamos muchacho, te voy a dar una oportunidad para escucharte. Acompañame a mi despacho.
Miré a Justin, estaba muy serio, parecía mayor de lo que era. Salieron del salón, mi hermana corrió hacia mí con los ojos bien abiertos.
  • ____, como papá se cabree lo …
  • No lo digas Trudy, sé que esto puede acabar muy mal.



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