Era extraño mirar hacia atrás. Cuando la mayoría de los niños
querían crecer rápido para hacer cosas de mayores, yo, a mis once
años, lo único que ansiaba era que el tiempo pasara rápido para
encontrarme cuanto antes con él. No tenía idea si él quería verme
a mí también, yo lo que sabía, era que le echaba de menos.
Recordaba sus aires de superioridad por ser un año mayor que yo, sus
bromas, sus juegos y nuestra complicidad. La noticia que me dio a
mediados de curso me cayó como un balde de agua fría. Se iba, dónde
y porqué no llegué a comprenderlo hasta más adelante, lo que capté
es que todo sería distinto en el momento en que él cogiera aquel
avión.
- Mis padres no han vendido la casa – me animó – seguro que volveremos a Nueva York.
- Yo he oído que os vais por mucho tiempo – dije hundiendo la mirada en el suelo.
- Aún así, piensa que no es para siempre – comentó aflojando el paso.
- Y cuando regreses, ¿qué harás? ¿Decirme “hola” como si nada? – paré por completo nuestro camino de vuelta a casa, puse los brazos en jarras y lo miré a los ojos, a Justin tampoco le gustaba lo que tenía que suceder.
- ______, eres mi amiga, yo también te voy a echar de menos, ¿qué te crees? – me miró mal – Lo primero que haga cuando te vea será darte un abrazo.
- Solo quiero que no te olvides de mí, ¿vale? – puse una cara tierna.
- Lo mismo digo enana – sonrió pellizcándome la mejilla.
Justin y yo seguimos en contacto por Internet durante un verano
entero, sin embargo, fue imposible mantenerse igual cuando empezó el
curso. Pasamos de contarnos todo a simplemente hablar de cosas sin
sentido, de eso a tan solo saludarnos y de ahí a felicitarnos
únicamente por las fechas señaladas. El caso es que Justin no tuvo
que felicitarme por mi cumpleaños ni uno ni dos años en la
distancia, sino que los meses fueron pasando y no daban señales de
regreso y aquellos meses se transformaron en años.
Pasaron
tantos que perdí la esperanza y la ilusión, era imposible poder
volver a ver a Justin y seguir tan amigos
como lo habíamos sido desde pequeños.
Y aquí estaba yo, seis años después, con una foto en la que salíamos juntos de mi noveno cumpleaños. Trudy, mi hermana, estaba a mi lado. Habíamos revuelto todas las fotos familiares sueltas que mi madre había acumulado en una caja. Trudy había terminado bachillerato y después se iba a la universidad, se había empeñado en montar álbumes de nuestras vidas.
- Que monos – comentó al ver la foto que sujetaba – oye ____, mira ésta de nosotras – me mostró una en la que salíamos bailando – fue la primera vez que salimos juntas de fiesta.
- La primera de tantas veces que hemos salido después – sonreí – si no la pones en tu álbum la pondré yo en el mío.
- Tranquila, ya la pongo yo – rió – hablando de salir: mañana, nosotras, las chicas, comer, parque y chicos, te apuntas, ¿no?
- La duda ofende – reí – bueno, me voy ya a la cama.
- Chica, empiezan las vacaciones de verano, ¿ya te vas a acostar?
- Estoy cansada … buenas noches – le di un beso en la mejilla.
- Buenas noches dormilona – respondió con cariño.
Mi padre, John, estaba empeñado en que debía seguir estudiando para
subir nota de mi peor asignatura, economía. Yo sin embargo me negaba
en rotundo, estaba harta. Mi hermana y yo, aunque nos llevábamos
bien, siempre éramos muy competitivas con todo y por mucho que se
hubiera metido conmigo por lo rasgada que iba en esa materia, me
hubiese dado igual. Mi madre, Alice, por su parte confiaba plenamente
en lo que yo decidiera.
Al día siguiente, Trudy y yo empezamos a arreglarnos para ir al McDonald's donde habíamos quedado con Sarah y Helga.
Sarah y Trudy se conocieron en el colegio con seis años, ella había
sido la amiga de toda la vida de mi hermana, la traía a casa tan a
menudo que al final Sarah y yo también congeniamos. Helga por otro
lado fue la chica que llegó al vecindario más recientemente pero
que por su encanto se integró rápido a nuestro grupo.
Mi hermana se había recogido su largo cabello rubio en una trenza
lateral, se pintó los labios de un rojo llamativo y optó por un
vestido, yo por mi parte dejé mi melena suelta, maquillé suavemente
mis ojos y me vestí con unos jeans azules y una básica blanca; sí,
en cuanto a estilo, Trudy y yo eramos completamente opuestas.
Vivíamos a las afueras de Nueva York, nuestra casa quedaba retirada
del centro. Trudy tuvo que conducir su coche, un Fiat 500, hasta el
aparcamiento del restaurante. Las chicas nos esperaban en la puerta,
en cuanto nos saludamos, entramos y pedimos nuestros menús para
llevar.
Nos encantaba ir a un pequeño parque que había cercano al sitio,
sentarnos en el césped y comer allí nuestras hamburguesas.
- Creo que Jake y Derek vendrán a practicar skate dentro de un rato – nos contó Sarah.
- Verlos en el medio tubo es genial, nos entretendrán – opinó Trudy.
- Lo que sí entretendrán será nuestra vista si se quitan la camiseta.
- Helga – reí – no es para tanto.
- ¡Ya saltó! ¿Hace cuanto que no te lanzas a un tío ____? - reclamó Helga.
- Meses – respondí – y muy a gusto que estoy.
- Pues déjanos disfrutar a las que si queremos un chico en nuestras vidas – las demás asintieron, yo negué con la cabeza.
- Está bien – me llevé una patata a la boca – ¡hablemos de chicos! – simulé entusiasmo.
Jake y Derek llegaron montados en sus patines derrochando confianza
en si mismos y mostrando la chulería acostumbrada, no entendía como
a mis amigas les podían gustar aquellos payasos.
Les seguimos hasta el medio tubo y allí vimos como practicaban y
daban vueltas en el aire, mientras las chicas de vez en cuando los
elogiaban por algunas de las acrobacias.
Cuando se quitaron la camiseta por el calor y las chicas empezaron a
hacer comentarios burlones yo me giré en busca de un asiento donde
ojear algo más entretenido en mi móvil.
- Eh, _____ no te vayas – me llamó Derek.
- Estoy algo cansada de ver siempre lo mismo – les reté.
- Vaya, que delicada – se quejó Jake – no puedes ser como tus amigas y conformarte con el espectáculo.
- ¿Cuál? ¿en el que dais siempre las mismas vueltas sobre un patinete o en el que os quitáis la camiseta ridículamente? – me mofé. Noté como las chicas enrojecían avergonzadas.
- Que directa – dijo Jake sorprendido.
- Pero sincera... – una voz desde atrás de mi nuca hizo que se me pusiera el vello de punta – ella siempre fue así.
- ¿Y tú eres … ? – inquirió Sarah.
- Un tío que está cañón y me voy a ligar – declaró Trudy en mi oído.
- Justin – musité pasando de mi hermana y respondiendo a Sarah. Seguía atónita.
Quiero el 2 capitulo :) Me Gusta.
ResponderEliminarSegún el número de peticiones y de puntuaciones en cada capítulo iré subiendo :) pero no aún así, no creo que tarde mucho en subir el siguiente ;)
ResponderEliminarGRACIAS POR TODO