miércoles, 5 de junio de 2013

Capítulo 5: Me He Puesto Metas Contigo

Su mano tomó la mía y empezamos a caminar colina abajo para irnos del cementerio. De reojo miré la tumba de mi madre y sonreí nostálgica por lo que acababa de suceder. No podía creérmelo, ni mucho menos entender la razón por la que Jason tomara aquella decisión.
Aún seguía en shock cuando llegamos al flamante Porsche. Jason me abrió la puerta para que entrara y la cerró cuando estuve dentro de forma gentil.
Cuando estuvo a mi lado en su asiento lo miré con algo similar a admiración por la rapidez en que actuaba para tomar decisiones y llevarlas a cabo.


  • ¿Por qué quieres llevarme con mis abuelos? – pregunté aún anonadada.
  • Buena pregunta – suspiró – Yo también me la estaba haciendo – sonrió burlándose de sí mismo – Creo que me he enfadado por toda tu situación. Me han dado ganas de ayudarte. 
  • No es necesario que hagas esto por mí, apenas me conoces – dije por lo bajo. 
  • Pero quiero hacerlo, tanto llevarte como conocerte – cogió mi mano mientras me miraba. Aquello parecía una promesa. Volví la vista de sus ojos a nuestras manos y regresé a sus ojos – ¿Te estás asustando de mi impulsividad? – sonrió. 
  • Solo un poco – sonreí – pero me gusta. Ojalá yo pudiera ser así. 
  • Créeme, trae muchos problemas ser tan impulsivo como yo – respondió de buen humor mientras cogía el café que habíamos dejado antes allí – ¿Tenías algo que hacer el resto del día? 
  • Soy una chica muy desocupada – contesté bufando y cogiendo mi café. 
  • Pues pienso ocupar todo tu tiempo libre a partir de hoy – respondió triunfal – ¿alguna objeción?
  • En absoluto, Jase – sonreí y di un trago del amargo café mezclado con la dulce crema y el caramelo. Cerré los ojos deleitándome del sabor. 
  • ¿Sabes? Creo que es la primera vez que eres realmente simpática conmigo – me guiñó mientras daba un trago a su café. Después lo dejó en hueco para empezar a conducir. 

Torcí los labios sin saber que contestar. No había sentido simpatía por él hasta aquel momento. En verdad, no había sentido simpatía por nadie en muchísimo tiempo. Aquello no hacía falta decirlo, él parecía saber bien que me costaba adoptarme a mostrar mis emociones y de hecho, no sabía muy bien como canalizar la felicidad que estaba sintiendo en ese momento. La felicidad era algo que había desaparecido de la lista de cosas que había en mi vida.

  • Háblame de ti – pedí para cambiar de tema. No quería darle vueltas pensando en lo que iba a encontrar – Te he dicho prácticamente todo lo relevante de mi vida. Te toca.
  • Bueno … ¿Qué quieres saber? – preguntó nervioso. 
  • ¿Por qué dijiste que sabías como me sentía cuando te dije que yo tenía la culpa de que mi madre muriera? – me atreví a preguntar mordiéndome el labio. 

Su mirada me estudió un instante y después regresó la vista a la carretera.

  • Dime que carretera tomo para llegar a la casa de tus abuelos.
  • Oh … creo que se llamaba Red Lion Road. Después tomabas una salida que era un camino de tierra. Está un poco escarpado – jugueteé con mis dedos nerviosa porque evitó la respuesta. Seguí bebiendo mi café evitando entrar en contacto con su mirada. 
  • Te dije que te comprendía porque yo me siento igual que tú – contestó al minuto – Mi madre tuvo un accidente de coche cuando venía a buscarme al instituto – tragó saliva. 
  • ¿No tenías el Porsche? – me extrañé.
  • Justo ese día se le estropeó el motor. Ella me había llevado y quedamos que vendría a buscarme – noté que tragaba saliva fuertemente. Su nuez de Adán se pronunció notablemente haciéndolo ver bastante varonil – ¿Podemos hablar de otra cosa? 
  • Claro. Lo siento – giré la cara viendo varios coches a nuestro alrededor – Cuéntame, ¿qué sueles hacer en tu tiempo libre? ¿Sales con amigos? 
  • Sí – sonrió y yo me alegré de que recuperara la alegría en su rostro – No son de nuestra clase. Los conozco porque son los hijos de los amigos de mis padres. 
  • ¿No te gusta la gente de clase? – enarcó una ceja – Digo, ya sé que son imbéciles, sobretodos Drake Richards. 
  • No te fíes de su cara de payaso. Tiene asuntos complicados y disimula bien con su papel de humorista de la clase. Es alguien que hay que mantener lejos – advirtió con mala cara. 
  • ¿Lo conoces? – enarqué una ceja. 
  • Lo he visto en sitios poco recomendables – me miró de reojo. 
  • Si lo has visto … tú también estuviste en esos sitios poco recomendables.
  • Mmm … No me explico como aún no has salido corriendo de mi lado – me encogí de hombros – ¿Has oído eso de “mejor solo que mal acompañado”? 
  • No me das miedo, Jase – corté – Y no es mejor estar solo, mi vida carece de todo sentido desde que vivo con mi padre. Aún si estás con las peores compañías puedes sentirte mejor de lo que yo me he sentido estos años. 
  • ¿Debo dar por hecho que la peor compañía soy yo y que conmigo te sientes mejor? – torció sus labios. 

En un momento desvió la tensión de la conversación e hizo que se hiciera ligera. Aquello no era lo que quería decir, pero de todos modos, no era mentira. Con él me había podido sentir mejor de lo que me había sentido en mucho tiempo. Reconocerlo no era muy difícil, sin embargo, no quería darle el gusto de que supiera todo lo que pensaba sobre él.

  • Piensa lo que quieras – me crucé de brazos.
  • Es lo que haré – rió – He estado pensando … ¿Qué te parece si cada vez que salgamos nos alternamos para hacer lo que nos gusta? 
  • ¿A qué te refieres? 
  • Para conocernos … un día hacemos lo que te gusta a ti, como hoy. A la próxima yo pienso algo que me guste hacer para que sepas algo más de mí. 
  • Me gusta ese plan.  


* * * 

Llegamos frente a la casa rodeada de un muro de piedras. Desde el coche miré todo con temor de que encontrarme fuera. Jason llegó a mi lado para abrir la puerta y tendió la mano. No tenía idea de como estaba tan confiado en lo que estaba haciendo. Iba a ver a la única familia que tenía y yo me sentía extraña y una intrusa entre toda aquella naturaleza.
Tomé su mano y salí del coche. Respiré profundamente. La resina de los pinos fue lo primero que reconocí. Frondosos árboles nos rodeaban. Desde fuera de la gran casa de campo se podía ver un pequeño establo y un gallinero. La caseta del perro estaba vacía. Todo estaba desierto. No sabía que podría haber pasado en cinco años, pero me estremecía verlo tan muerto cuando antes todo me parecía lleno de vida.


  • ¿Quieres que me quede aquí para que los veas a solas? – interrumpió Jason.

Lo miré sorprendida. Él era el que me había llevado allí y el que me estaba dando la oportunidad de reencontrarme con mis abuelos después de lo que sentía como una eternidad. Además, ¿cómo iba a dejarlo fuera mientras yo me entretenía en la casa?

  • ¿Estás loco? – alcé las cejas – Querrán saber como llegué aquí, ¿te da vergüenza presentarte? – sonreí. 
  • No. Solo pensé que querrías un encuentro íntimo con tus abuelos – torció sus labios. 
  • ¿Recuerdas que querías conocerme y verme relajada en un sitio donde fuera yo misma? – asintió – Bueno, pues traerme aquí fue lo mejor que pudiste hacer, así que vamos. 

Tomé su mano y tiré de él hacia dentro. No sabía bien que esperar, pero a cada paso que daba me sentía más segura. Jason caminaba dos pasos por detrás de mí. Yo empezaba a entusiasmarme. En cuanto llegué frente a la puerta me paralicé mirando fijamente la madera bien tallada.
Jase, viendo mi reacción se puso a mi lado y cogió el asa de acero para golpearla fuerte. Si mis abuelos se habían quedado sordos tendrían que haberlo escuchado a la fuerza.
Tras aquella puerta estaba todo lo bueno que había tenido en mi vida. En aquella casa estaban los mejores recuerdos de una buena infancia, todo lo contrario a mi adolescencia.
La puerta se abrió levemente para dejar asomarse a unos ojos curiosos que se llenaron de emoción al verme. Mi abuela tenía unos preciosos ojos verdes que a pesar de todas las arrugas de la edad, se veían joviales y llenos de vida.
La puerta se abrió de par en par y mi abuela me abrazó sin pensarlo dos veces. Me alegré de que estuviera allí. Agachándome para quedar a su altura, rodeé su espalda y apoyé mi barbilla sobre su hombro. Mi abuela me dio un beso en la mejilla y se separó para verme de arriba a abajo otra vez.

  • Dios mío, como has crecido. Que guapa estás, te pareces tanto a tu madre. O Dios, estás aquí – sollozó llevándose las manos a la boca.

Volví a acercarme para abrazarla y nos quedamos allí por un minuto más meciéndonos la una a la otra. Al separarme sus ojos estaban llenos de dudas.


  • Creí que no volvería a verte – susurró – Mi niña … – acarició mi mejilla. Después desvió la mirada a mi acompañante – ¿Quién es él? 
  • Jason Bieber, señora – se presentó Jase tendiendo su mano. Mi abuela sonrió cogiéndole la mano y acercándose para darle un beso en la cara ante el que Jase se sonrojó un poco. 
  • Yo soy Clarise – se presentó mi abuela. 
  • Es un amigo – expliqué – él me ha traído en su coche. 
  • Pasad, niños, pasad – se apartó de la puerta y pasamos al gran salón lleno de figuras de colección y con decoración rústica. Una chimenea apagada en el rincón estaba repleta de fotos sobre ella. Todas de mí y de mi madre – ¿Queréis tomar algo? 
  • Tomamos un café antes de venir – respondí abrazándola de nuevo – ¿y el abuelo? 
  • Bueno, está en la cama. Estos días no se ha sentido bien – dijo un poco triste – El médico dice que debe hacer reposo pero ya sabes como es él … nunca para. Ahora está echando una siesta, voy a despertarlo. 
  • No, no abuela – la detuve – si no se encuentra bien déjalo descansar. Ya lo veremos cuando haya descansado – sonreí. Ella asintió y nos sentamos en el sofá. Jase se sentó a mi lado y yo me puse frente a mi abuela. 
  • Gracias por traer a mi nieta, Jason – dijo mi abuela viéndolo a mi lado. 
  • Lo hice con gusto – respondió educadamente mirándome. Yo me sonrojé sin motivo y mi abuela se carcajeó ligeramente viendo el panorama. 
  • Me alegra que hayas hecho un amigo, _____. Siempre estuviste muy sola por aquí – comentó con lástima. 
  • Bueno … eso no cambió mucho. Jason y yo empezamos a conocernos hace un par de días por un trabajo de ética – me encogí de hombros. Mi abuela enarcó una ceja – Es buen chico – atajé antes de que pusiera alguna mueca en protesta.
  • No lo dudo – sonrió – ¿Qué tal Greg? 

La pregunta acerca de mi padre me sobrecogió. Alcé los hombros y los bajé intentando simular desinterés. No quería preocuparla contándole lo mal que había estado desde que me fui de su lado.

  • Ya veo. Sigues tan comunicativa como siempre, eh ____ – me miró mi abuela con gracia. Jason no pudo evitar reír un poco por lo bajo. 
  • ¿Siempre ha sido así? – preguntó Jase. 
  • Oh, siempre ha sido difícil saber lo que piensa esta niña – contestó mi abuela – Hay algo que te tengo que dar pequeña – me miró – Ya sé que no quieres hablar de tu padre, y es mejor así, tampoco quiero que hablemos de tu madre – hizo un gesto. Hablar de ella nos ponía sentimentales y podíamos terminar creando un mar de lágrimas entre las dos – Pero hay cosas que tienes que saber ahora que ya eres mayor – asentí seria – ¿Qué fue de ti estos cinco años? ¿Qué has estado haciendo? 
  • Prácticamente nada – suspiré – Mi rutina es ir al instituto, volver a casa, comer, hacer deberes, limpiar, estudiar y dormir. 
  • Suena aburrido – su mueca mostró disgusto – ¿Por qué no le enseñas la casa a Jason mientras yo busco lo que te quiero dar? Ya no sé donde lo guardé. 
  • ¿Me das permiso de perderme un poquito por el terreno? – sonreí poniéndome de pie. 
  • Esta es tu casa pequeña – se retiró y miré a Jason. 
  • Nos vamos de exploración – dije alegre. Jase se puso de pie y me acompañó con una sonrisa – ¿Te gusta la casa? 
  • Lo poco que he visto se ve acogedora – se encogió de hombros – Me cae bien tu abuela. Por cierto, ¿soy un buen chico? – se burló por mi anterior comentario. 
  • Por temerario que asegures ser, a mí me resulta muy agradable estar contigo. 
  • Eso es porque no has estado con otras personas – bufó. 

Lo miré frunciendo el ceño. No merecía la pena discutir por aquello. Cogí su mano y lo llevé para que viera la cocina, el baño y la habitación donde yo solía dormir de pequeña. Era estrecha, con una cama que ocupaba la mitad de la habitación y un pequeño armario en una esquina. El resto de lo que había eran pósteres infantiles de dibujos animados y princesas pegados en la pared.
No tenía gran interés en el interior de la casa. Volví a guiarlo fuera y me dirigí hacia el establo con Jason. La emoción se acumulaba en mi pecho.

  • ¿Hay caballos? – preguntó Jason.
  • Sí – dije feliz entrando al establo – solía haber dos – miré el interior y reconocí a la yegua de color vainilla que estaba comiendo paja – aquella me la regaló mi abuelo a los diez años. Y aquel – señalé el otro rincón ocupado por un semental negro – es el caballo de mi abuelo.
  • ¿Sabes montar? 
  • Obviamente – me separé de su lado y me acerqué despacio a la hembra para acariciar su lomo – ¿tú lo has probado alguna vez? – negó con la cabeza – ¿Quieres probar? 
  • ¿No será peligroso? – dijo receloso. 
  • ¿Dices ser un peligro para mí y te da miedo montar un noble e inocente animal? – carcajeé. 
  • Te veo de buen humor – se aproximó a mí ignorando mi burla y acarició el caballo – ¿Cómo se llama? 
  • La yegua es Kiara y ese es Odín – señalé el macho a mi espalda – Podemos probar a montar otro día, no quiero subirme sin permiso de mi abuelo … digo, si quieres volver – dije bajando el tono de mi voz poco a poco. 
  • ¿Por qué eres tan tímida, eh? – alzó mi mentón – Te traeré aquí todas las semanas si quieres – aseguró – Merece la pena por verte tan animada como hoy. 
  • No hace falta que hagas esto por una total desconocida, Jase – respondí intentando no hacerme demasiada ilusiones.
  • Ojalá tú tuvieras tantas ganas de conocerme como las tengo yo de conocerte a ti – bufó volviéndose al otro caballo – Te darías cuenta de que hago esto con total desinterés.
  • ¿Por qué tienes tantas ganas de conocerme, Jason? Realmente no lo entiendo. Intenta explicármelo porque soy incapaz de comprender porqué me traes aquí, porqué me haces feliz o porqué intentas satisfacerme en cada capricho que tengo. ¿No será por lástima verdad? – agaché la cabeza rogando para que no fuera ese el motivo. 
  • Cuando nos encontramos en el cementerio te dije que no me dabas lástima – pasó por mi lado y salió del establo. Lo seguí fuera y lo paré en medio del campo para pedirle una explicación – Eres un reto. Todo este tiempo te he visto hundida en ti misma, sin salir de tu escudo. Eres incapaz de aceptar ayuda sin protestar. Ni yo sé porqué, pero me he propuesto cambiar todo eso – me encaró – Simplemente porque no soporto ver que alguien puede ser tan miserable cuando yo puedo ofrecerle mi ayuda. Se llama empatía. Nunca he conocido a nadie tan triste como tú y eso me mosquea – terminó de decir. 
  • ¿Soy un simple reto? ¿Por eso? – pregunté decepcionada – ¿Soy como un maldito experimento para ti? ¿Me estás estudiando y quieres ver cuán capaz eres de afectar en una chica? – la asimilación de mis palabras le sorprendieron. 
  • ¿Qué? – preguntó atónito sin dar crédito a lo que escuchó – No, ____, no – sus manos agarraron mis mejillas al tiempo que daba un paso hacia mí. Era unos cinco centímetros más alto que yo y tenía que inclinar mi cabeza – Eres un reto, me he puesto metas contigo. Maldita sea – sus ojos se clavaron fijamente en los míos – no eres un jodido experimento. Me gustas, ¿vale? Y me gustas más cuando sonríes. Punto. ¿Mejor así? – la irritación pendía de su voz. 

Lo había enfadado.

5 comentarios:

  1. OMG!!!a jason le gusta?q fuerteee!!!siguientee

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  2. ostiiiiiiiiiiii q fuerte ______ le gusta a Jason... Porq me dejas asi porque porque????!!!. Sube pronto porfa Siguiente pero ya

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  3. Siguiente yaaaaa porfaaaa:)

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  4. Por favor sube yaaa :`(

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