Narra
_____
Eran las nueve de la mañana. En las noticias no hacían otra cosa
mas que hablar sobre el atentado que había sucedido en la costa
sureste de Delaware. Al parecer, habían explotado un embarcadero y
varios sitios en los que se encontraban los tesoros secretos de algún
grupo de pandilleros. No había habido muertos, el lugar estaba vacío
a esa hora de la explosión. Tampoco había rastro del que había
provocado todo el alboroto, había hecho un gran trabajo para
deshacerse de toda la droga que había escondida en aquel sitio.
También se habían encontrado miles de dólares y armas. Lo que
fuera que hubiese sobrevivido al fuego y las llamas se lo había
llevado la policía.
Mi padre no estaba en casa, lo habían llamado en cuanto se dio la
emergencia y llevaba desde las cuatro de la mañana desaparecido. No
es que él me preocupara demasiado, pero un extraño temor me
recorría el cuerpo estando sola. Supuse que toda la ciudad estaba
asustada después de enterarse del desastre que algún loco había
montado … todos se comían la cabeza de que ese loco andaba suelto
por nuestras calles.
Miré el móvil sin estar muy segura de llamar o no a Jason.
Finalmente me decidí a esperar … no faltaba mucho para que llegara
y no quería parecer una desesperada aunque realmente lo estuviera.
Preparé los libros y los apuntes para cuando llegara Jase y esperé
pacientemente hasta que llegó mientras leía y repasaba el temario.
El timbre sonó a las diez y veinticinco. Bajé rápidamente las
escaleras para abrir la puerta y encontrarme a un Jason de aspecto
cansado.
- Hola, Jase – saludé animada por su presencia.
- Hola nena – colocando una mano en el marco de la puerta se inclinó y buscó mi boca para un darme un beso. Agarré con dos dedos el pico de su camiseta y tiré de él para que entrara y cerrar la puerta – ¿Me echaste de menos? – sonrió sobre mis labios travieso.
- Solo un poco – me encogí de hombros y torcí los labios mordiéndome una uña. Me acaba de poner nerviosa – Pareces cansado.
- Estoy bien. Solo que dormí poco … Tú por el contrario te ves genial en esa ropa – sonrió y miré mi atuendo. Camisa blanca y amplia junto a unos pantalones muy cortos. Hice un gesto de disgusto y cogí su mano.
- Anda, vamos arriba – tiré de él por las escaleras – ¿Viste en las noticias lo de la explosión?
- No, no he tenido tiempo. Me levanté de la cama y vine directo aquí – sonreí con gusto por ello y entré en mi cuarto con él – Bonito dormitorio.
- Gracias – respondí sentándome en la cama – Creo que no tienes muchas ganas de estudiar.
- La verdad es que no – se sentó a mi lado y miró mis ojos – ¿Qué han dicho en las noticias?
- No hay rastro de quien lo provocó, se ha quemado un montón de dinero y han encontrado cocaína y armas – Jase quedó pensativo mirando la pared aunque sus ojos estaban perdidos en otro sitio – ¿Estás bien?
- Sí, tranquila – salió de su ensimismamiento y me sonrió sin ganas – ¿Y tu padre?
- Se fue muy temprano por la alerta – me encogí de hombros – Si viene te tiraré por la ventana – bromeé – O te escondes bajo la cama o en el armario.
- Me gusta más la última opción – sonrió – Bueno, ¿empezamos con historia?
- La fabulosa segunda guerra mundial – ironicé y él rodó los ojos.
Pasamos un par de horas estudiando los acontecimientos de aquella
guerra. De vez en cuando bromeábamos sobre algunos personajes y
hacíamos chistes. Era divertido, cosas de las que nos acordaríamos
en el examen y así aprobaríamos. Finalmente me tendí en la cama
agotada de tanto memorizar y hacer comentarios prácticos a su lado.
- No puedo más – protesté.
- Yo tampoco – rió tumbándose conmigo.
Se le veía decaído y agotado. Contemplando el brillo de sus ojos
acerqué mi mano a su mejilla y lo acaricié. Jase se relajó y cerró
los ojos. Poco a poco vi como su respiración se hacía más pausada
y supuse que se había dormido. No me importaba para nada. Era
hermoso verlo tan inocente.
La idea de que él hubiese tenido que ver en la explosión me
empezaba a rondar la cabeza. Podría ser un motivo por el que no
durmió. Montar todo aquel armamento de bombas debió costarle un
buen rato y todo estalló en la madrugada. Las cosas cuadraban en mi
cabeza aunque por otro lado no quería pensar tan mal de él … a
pesar de que él ya me había dicho era un criminal.
Recogí los libros que habíamos dejado por el medio y me acomodé en
una silla mirando a Jason. Era extraño verlo dormir en mi cama, pero
daba paz verlo tranquilo. En los últimos días había estado
desparecido y tenso. Incluso en el día anterior había estado raro
con Peyton. Él trataba de estar bien a mi lado, pero aún así me
daba cuenta de que algo iba mal con él.
Jason me miró con los ojos entornados y sonreí por lo soñoliento
que estaba. Me indicó con su mano que fuera a su lado y me aproximé
a él despacio.
- Ven aquí – cogió mi mano y tiró para que me tumbara – Siento haberme dormido – susurró mirando mis ojos.
- Sigue durmiendo, te ves cansado – le sonreí ladeando la cabeza.
- ¿Puedo abrazarte?
La inseguridad se notó en su voz y él mismo se dio cuenta. Algo
extrañado se mordió el interior de la mejilla mostrando su
nerviosismo. No esperaba aquella pregunta. Era extraño. Él siempre
era el que me besaba, el que me cogía la mano, el que no se paraba
ante nada. Que me pidiera permiso fue algo que me paralizó junto con
su forma de súplica inconsciente.
Sin pensármelo dos veces me arrastré por la cama y pasé mi brazo
por su espalda acariciando su hombro. Jason colocó su mano en mi
nuca e hizo que apoyara mi cara en su pecho para poder apoyar su
barbilla en mi cabeza. Su otro brazo rodeó mi cintura y respiró
profundamente.
- Gracias – siseó.
- No las des – respondí igualando el ritmo de mi respiración con la suya – Sabes que puedes contarme lo que sea, ¿verdad? – noté como asintió y apretó su agarre a mi cintura – ¿Qué te pasa?
- No es nada, Coops – negó con la cabeza.
- No me mientas – rogué – Llevas días muy raro … aunque lo intentes disimular yo lo noto.
- ¡Joder, Coops! – me soltó de golpe y se levantó de la cama – Si te he dicho que no es nada déjalo, ¿de acuerdo? – se enfadó – Estoy harto de que intentes entrometerte en mi vida. No sabes una mierda así que hazte a un lado – clamó y me miró sentada en la cama. No me esperaba aquella reacción para nada. Mis ojos estaban desorbitados sin comprender que acababa de pasar – Será mejor para ambos – dijo más bajo.
Dicho aquello dio media vuelta y se marchó cerrando la puerta tras
de sí. Se acababa de ir, quería que me alejara de él. Después de
lo tierno y agradable que había podido ser conmigo había
enloquecido como nada. La sensación de haber hecho algo mal me
inundó. Rápidamente retiré una gota de agua que había emergido de
mi ojo y me prometí a mí misma que no lloraría. El caso era que
quería llorar. Jason iba a alejarse de mí porque creía que era
mejor estar separados, así no me entrometería más en su vida. Y no
era que yo me quisiera entrometer, lo único que quería era ayudarlo
como él me había ayudado a mí …
* * *
Los días pasaban en el instituto. Jason venía para unas clases más
que para otras. Había días que simplemente no lo veía. Desde el
primer momento evitó mi mirada cuando regresamos a clase el lunes.
Yo no tenía idea de que podía pasar con él y que tan malo podría
ser que estuviera conmigo.
Me sentía dolida. Había vuelto a ser la _____ amargada que nadie
comprendía. Finalmente yo también decidí olvidarme de lo que había
pasado con Jase. Después de todo, era demasiado irreal que yo al fin
pudiera refugiarme en alguien como por arte de magia cuando él
apareció en mi vida.
Mi padre seguía trabajando y yo apenas lo veía, lo que era lo más
positivo de todos aquellos días.
En medio de la clase de matemáticas me empezaba a marear. De repente
todo se empezaba a ver negro y en otro momento veía todo dar vueltas
en torno a mí. Me asusté, sin embargo no quería llamar la atención
de nadie.
- Cooper, ¿se encuentra bien? – preguntó a lo lejos la profesora. Por mucho que no quisiera hablar parecía que mi cara lo revelaba todo. Negué con la cabeza difícilmente.
- ¿Puedo salir? – pedí.
- Claro.
Con dificultad me levanté y me retiré del pupitre. Me tambaleé
ligeramente y un compañero enseguida me sostuvo. Para mi mala suerte
vi como Drake Richards me veía con una sonrisa socarrona mientras
sujetaba mi brazo.
- Richards, acompáñela fuera – recomendó la profesora.
Sin querer discutir me dejé ayudar y salimos de la clase ante la
atenta mirada de todos. En cuanto estuvimos en el pasillo me sacudí
el brazo para librarme de Drake y le regalé la mirada más mortal
que jamás habría podido lanzar. Él en cambio sonrió burlándose
de mí.
- Puedo ir sola al baño.
- ____, estás pálida, da la sensación de que te vas a caer en cualquier momento y no está aquí tu amiguito Jason para ayudarte – ironizó.
- Lárgate. Prefiero la ayuda del diablo antes que la tuya – el arqueó sus espesas cejas cobrizas y sonrió con sorna – Dile a lo profesora que me dejaste en el baño y preferí quedarme sola.
Empecé a caminar lentamente apoyándome en la pared hasta llegar a
los servicios. Realmente sentía arcadas, pero no había desayunado
nada, por lo tanto no había nada que revolver.
Miré mi cara en el espejo y comprobé que tenía el peor aspecto que
había tenido en mi vida. Estaba pálida, mis labios estaban morados
y mis ojeras se habían pronunciado.
Sentía que mis fuerzas se habían desvanecido y me incliné poco a
poco contra la pared para sentarme en el suelo colocando la cabeza
entre mis rodillas.
Un minuto después escuché voces fuera del baño. Cuando reconocí
la voz de Jason mi corazón se aceleró por el estímulo de que lo
estaba echando de menos.
- Eres un desgraciado, Richards – escuché la voz venenosa de Jase – Te estás metiendo en un lío muy grande metiéndote conmigo.
- Tú eres el que va a pagar por meterte con nosotros. Los Fighters Warriors no nos detenemos ante nada, mucho menos con un imbécil como tú – sentí el sonido de un choque y supuse que alguno de ellos había acorralado al otro contra la pared.
- Fighters Warriors, ¿te das cuenta de lo estúpido que suena ese nombre? – se mofó Jase – No tienes idea de quienes son los Blood Streets' Kings, Drake. Esto solo acaba de empezar y yo mismo me voy a encargar de que quedes en tu lugar.
- Se te va a borrar esa estúpida sonrisa de la boca muy pronto, Bieber. ¿O debería decir McCann por como te empiezan a llamar por las calles? – preguntó con sarcasmo.
- Muérete, Richards.
- ¿Sabes quién se iba a morir hace un rato? – se hizo el silencio durante unos segundos – Esa chica tan mona, ¿cómo se llamaba? – chasqueó los dedos – Ah, sí … ____.
- ¿De que c*ño hablas? – gritó en susurros.
- La estás dejando desprotegida McCann, yo de ti la cuidaría un poquito más – rió.
- ¡¿Qué has hecho?! – exigió.
- ¿Yo? – bromeó sacando de quicio a Jason – Nada. Ahora está en el baño.
Maldije por dentro
por haber estado espiando. Sentí los pasos aproximarse a donde yo
estaba y me quedé paralizada. Una vez más me iba a decir que no me
entrometiera en su vida. Otra vez me iba a mirar de forma severa para
que saliera corriendo de él y no entendía porque no lo había hecho
de una vez. El peligro estaba marcado en cada uno de los costados de
Jase.
- ¿Coops? – ya estaba allí y yo me negaba a levantar la cabeza – ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado? – noté la preocupación en su voz. Sacudí la cabeza y me resistí a dar la cara – Coops, mírame – se hincó a mi lado y sus manos cogieron las mías que rodeaban mis rodillas al tiempo que intentaba acariciar mi mejilla – Maldita sea, ____. No llores – suplicó.
Ni siquiera me había
dado cuenta de que estaba llorando. Mis lágrimas manaban en silencio
y desembocaban por mi cara pasando desapercibidas para mí. Jase se
puso de rodillas y me jaló hacia su cuerpo.
- Dime que ha pasado, ¿te ha hecho algo?
Sabía perfectamente
a quien se refería. Negué con la cabeza y coloqué mi frente en su
pecho retirando avergonzada las lágrimas con mis manos.
- Solo me mareé en clase y él se ofreció a acompañarme – expliqué.
- ¿Te encuentras mejor? – su rostro era el puro reflejo de la alarma – ¿Te llevo a la enfermería o algún sitio?
- No, estoy bien – susurré.
- ¿Segura?
Asentí débilmente
y Jason apretó mi cintura entre sus brazos. Su olor corporal me
embriagó cuando respiré contra su camiseta. Las lágrimas
amenazaban con volver a salir por la nostalgia que sentía de estar a
su lado.
- ¿Qué has escuchado? – preguntó bajo.
- Nada – respondí titubeante – Solo que amenazaste a Drake.
- Es decir, todo – se mofó de la contradicción.
- Lo siento – musité arrepentida.
- Está bien, no pasa nada – tranquilizó dando un beso en mi frente – Yo … también siento haberte dejado de aquella manera en tu casa. Fui un idiota – no respondí nada. Simplemente asentí – ¿Eso es un sí, de que soy un idiota o de que aceptas mi disculpa? – bromeó.
- Ambos – contesté sacando la primera sonrisa – Y no deberías estar aquí, este es el baño de las chicas – regañé.
- Tienes razón – torció sus labios – ¿podemos hablar después cuando salgas de clase?
- Saldré ahora – agaché la vista al suelo – No tengo ganas de dar clase después del mareo que he tenido … ¿Puedes llevarme a casa?
- No – lo miré arqueando una ceja y sonrió – Te llevaré a comer. Yo invito – se inclinó y besó mi mejilla – Te espero fuera frente a la puerta.
* * *
Cuando recogí todas mis cosas salí del instituto y encontré a
Jason frente a la puerta apoyado sobre una moto gris y negra. La
forma en que iba vestido y la pose me hicieron pensar lo demasiado
sexy que se podía ver con poca cosa que hiciera. Vestía unos
pantalones beis con una camisa blanca y una chaqueta de cuero marrón.
Las gafas negras y el tupé con el que se había peinado me volvía
realmente loca. Me aproximé lentamente a él intentando disimular mi
gran atracción hacia él.
- No sabía que tenías moto.
- Se me antojó hacerme un regalo – sonrió sacando un casco – ¿Quieres ser la primera chica en probarla? – invitó.
- Nunca he subido en moto … – dudé a pesar de la gran invitación.
- Confía en mí – se acercó y me puso el casco con cuidado – Vamos – se montó en el asiento y me tendió la mano – Nena, te gustará.
- Está bien – acepté e ignoré su mano para apoyarme en su hombro mientras me impulsaba y subía tras él – Ten cuidado – le advertí agarrándome a sus hombros.
- Sería mejor si me abrazaras – cogió mis manos y las llevó por debajo de su chaqueta hasta que pude unirlas en su abdomen – Me gusta esto. Debí comprar una moto mucho antes – siseó contento. Rodé los ojos y le dí un pellizco – ¡Eh!
Reí y él finalmente encendió la moto haciéndola rugir bajo
nosotros. En cuanto la moto empezó a moverse apreté mi agarre a su
cintura y él dio más velocidad al motor.
Jason conducía rápido por la carretera y yo poco a poco me relajé
sobre su espalda. Cuando paró en un McDonald's a las afueras lo
liberé de mi abrazo y me desmonté para ponerme de pie sobre el
suelo. Me quité el casco y se lo devolví a Jason, quien aún estaba
sentado sobre la moto. Sonrió y extendió el brazo hacia mí para
peinarme un poco con sus dedos.
- Me gusta tu pelo – susurró – A penas se movió de su sitio – aseguró.
- Gracias – respondí mordiéndome el labio.
- ¿Qué quieres comer?
- Lo que sea, no tengo hambre – me encogí de hombros. Jason me miró severo.
- Coops, si no comes vas a enfermar. ¿Qué comiste esta mañana?
- Solo tomé un café – reconocí mordiéndome el labio.
- ¿Ha pasado algo? – me alzó el mentón – ¿Por qué no comes como deberías, ____?
- Por nada, Jase. Solo perdí el apetito … he estado nerviosa y esas cosas … – excusé.
- Ya veo … Pues ahora vamos a alimentar ese cuerpo, ¿entendido?
Me sonrojé por como me miró y Jase se levantó de la moto para
rodear mi cintura. Caminamos juntos hacia el restaurante y Jason
pidió de todo para comer. Dos hamburguesas, refrescos y patatas
fritas. Salimos con nuestro pedido y nos fuimos a un parque que había
cerca. Un camino de piedra gris con bancos a los lados estaba en el
centro de un montón de césped y rodeado de árboles frondosos. La
gente transitaba por allí en familia, había niños jugando en unos
columpios a lo lejos, otros estaban tumbados en el césped entre
amigos o en solitario, leyendo o tomando el sol primaveral.
Juntos nos sentamos en el césped y nos repartimos la comida.
Mientras comía lo miraba esperando a que dijera algo.
- Lo que oíste cuando hablaba con Drake …
- Jase – lo interrumpí – Realmente no me importan los líos en que estés metido.
- Pero te debo una explicación – respondió decidido. Tomó aire y empezó – Drake es uno de los cómplices que participó en la muerte de mi madre – mi mandíbula se desencajó – No fue un accidente de coche … entre varios se organizaron para estropear mi coche, calcular el momento y el lugar idóneo para chocar con mi madre cuando fuera a recogerme en el instituto y así tocar el punto débil de mi padre. Él es un personaje peligroso entre las pandillas – explicó – ahora busca venganza y aunque él no lo quiera le estoy ayudando en ello … Echo de menos a mi madre, siento una rabia infinita cuando pienso en ella porque no está aquí y ella no tenía culpa de nada. Por eso haré pagar a cada uno de los responsables – juró. Me miró a los ojos midiendo el nivel de miedo que pudiese tener en ese momento – Yo provoqué las explosiones del embarcadero – tragué saliva cuando confirmó mi sospecha – Si me enfadé aquel día en tu casa no fue contigo, sino conmigo mismo, porque me pasan y hago cosas de las que la gente se puede asustar, de hecho estoy esperando que ahora mismo salgas corriendo …
- Pues ya ves … aquí estoy – torcí mis labios y coloqué mi mano sobre la suya – y no me voy.
- Ya no sé que hacer, no sé lo que estoy haciendo. Es como si nada de lo que hago tuviera sentido – susurró – Desde que murió mi madre me he sentido realmente solo y perdido – reconoció – y solo contigo me siento de verdad en tierra firme.
Cegada por los
sentimientos que me producía estar con él, supuse que nada de lo
que él me advirtiera sobre el peligro me haría cambiar de idea.
Todo el dolor que había sufrido estando sin él me había hecho
comprender que lo necesitaba más de lo que jamás pensé que podría
necesitar a alguien. Él era el único que me había demostrado que
podía confiar en una persona sin temor de ser rechazada. Por ello
había perdido el apetito, porque quedarme sola después de haber
experimentado la felicidad en aquella intensidad había sido como un
balde de agua fría. Pero en ese momento me di cuenta … Si él me
había dado de lado no había sido porque no aceptara como yo fuera,
sino que por lo contrario era él mismo el que temía que yo lo
rechazara por ser como era, por tener aquel lado oscuro. Por ser
Jason McCann.
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