viernes, 31 de mayo de 2013

Capítulo 4: No Soy Como Los Demás

 Desperté a medio día. O más bien había estado dando vueltas en la cama hasta medio día. No tenía ningunas ganas de levantarme y las nubes en el cielo me desanimaban aún más.
Mi padre hacía horas que se había ido, sin embargo, aquello no cambiaba mis ganas de quedarme en la cama.
Miré atentamente al techo esperando encontrar algo interesante hasta que recordé que en cinco horas Jason vendría a buscarme. Sin saber muy bien porqué, aquello subió un poco mi ánimo. Agarré mi móvil y puse mi música preferida. No había otra cosa que me entendiera mejor que la música. Ella junto a unos auriculares en la soledad, eran el mejor refugio para no sentirte tan incomprendida. Millones de personas se podían sentir identificadas con la misma canción que yo, y aquello me hacía sentir mejor. Me hacía sentir más humana. Muchas veces era como si simplemente fuera un bicho raro y nunca fuera a salir de aquel caparazón.

Finalmente, con mucha fuerza de voluntad, salí de la cama y empecé a recoger mi cuarto. Con mi móvil en la mano y la música a todo volumen, bajé a la planta baja y fui a la cocina. En el frigorífico seguía la cena que le había dejado a mi padre. Me encogí de hombros y la saqué para empezar a comer en silencio con la gran soledad que me rodeaba. Para sentir menos el vacío de la casa, encendí la televisión y empecé a mirar cosas sin sentido. Apenas podía prestar atención a los programas que se emitían … eran tan surrealistas que me asqueaban.
Apagué el televisor y volví a mi cuarto para hacer la poca tarea que me habían mandado aquella semana en el instituto.
Cuando terminé me miré al espejo. Llevaba la misma ropa que el día anterior. La herida aún estiraba un poco por el lugar en el que estaba y lo mucho que tendía a mover la rodilla, sin embargo estaba cicatrizando bien. Me la volví a desinfectar y la tapé tal y como había hecho Jason el día anterior. Me dirigí al armario y cogí lo primero que pillé. Unos vaqueros, una camisa negra y unas converse negras. Mi pelo castaño y liso caía hasta los hombros. Mis ojos verdes se veían contorneados por las bolsas de llorar. Tenía mal aspecto y quería estar medianamente presentable para salir. Me puse varias capas de maquillaje hasta que las marcas de mis ojos quedaron difuminadas.
Me miré varias veces al espejo. No era una chica atractiva, de hecho era bastante vulgar, como otros dirían, una chica del montón.
Sonó el timbre y miré el reloj. Aún quedaba media hora para las cinco. Bajé las escaleras acelerada y abrí la puerta sin pensar muy bien quién podría haber detrás. Me había dejado llevar por la excitación. Nunca solían llamar a mi casa.
Ver unos ojos mieles y una sonrisa en el rostro de aquel chico hizo que mi día se animara ligeramente. Lo miré extrañada por llegar temprano.

  • Llegaste media hora antes – comenté.
  • Hola a ti también, nena – se burló – Me alegro de verte – torció su sonrisa.
  • Lo siento – me sonrojé – Yo emmm …
  • ¿Te interrumpí haciendo algo?
  • No, no – sonreí – Me falta coger unas cosas y estoy lista.
  • ¿Me dejas pasar? – abrí los ojos. Ni me había dado cuenta de que lo había dejado en la calle, pero sinceramente no era buena idea dejarlo entrar.
  • Espérame aquí, ¿vale? Vuelvo enseguida – sonreí a modo de disculpa y cerré la puerta.

Corrí a por mi bolso y metí el móvil y algo de dinero. Regresé a la calle en un minuto y vi a Jason dentro del coche. Me acerqué despacio sin saber muy bien qué hacer o qué decir. Me apoyé en la ventanilla abierta del lado del copiloto y miré a Jason.

  • ¿Puedo entrar?
  • Me lo estoy pensando – dijo serio – No me dejaste pasar a tu casa.
  • Si me dejas subir te explicaré el motivo – torcí mis labios haciendo un gesto de disgusto y me miró alzando una ceja – Es por los vecinos, Jason.
  • Vamos, pasa - rodó los ojos - No me gusta hacer sentir mal a una chica – se mofó.

Entré rápido y me senté a su lado. Jason aceleró rápidamente y en segundos estuvimos fuera de la calle donde vivía. Traté de acomodarme en el asiento y ajustar el cinturón. Aquel chico conducía como un loco su flamante coche y le encantaba la velocidad.

  • Bueno, Cooper …
  • No me llames Cooper – le corté – No gusta que me llamen por mi apellido. Lo detesto – sacudí la cabeza – Si vuelves a hacerlo, yo te llamaré Bieber.
  • Me gusta mi apellido – sacó la lengua como un niño pequeño. Rodé los ojos – Cooper es un apellido que suena bien, ¿por qué no te gusta?

Me mordí el labio sin saber que decir. Realmente lo detestaba porque tenía que ver con mi padre y yo no tenía nada de él salvo aquel miserable apellido. Lo odiaba. Si no tenía nada de Greg Cooper, ¿por qué tenía que gustarme ese lazo? Sin embargo, no quería contarle aquello a Jason.

  • No me gusta, punto – corté.
  • Vale, entonces … ¿Coops? – siguió burlándose sin importarle mi mal humor – Me gusta, digo me suena a algo así como mi cooperadora* amiga – siguió riendo por la ironía.
  • Lo prefiero. Mi padre se retorcería si escuchase esto, así que mejor que Cooper … – suspiré.
  • Así que … ¿no te gusta tu apellido porque viene de tu padre? – adivinó.
  • Olvídalo – esquivé su mirada – Pero si vas a acortar mi apellido yo acortaré el tuyo, Biebs.

Sin saber porqué, Jason tensó la mandíbula y apretó su agarre al volante. Lo miré atentamente y supe que algo andaba mal.

  • Siento si a veces soy un poco cortante. Yo …
  • No, no es eso – me sonrió y sentí que volvía a relajarme – a eso ya me estoy acostumbrando – se mofó – Lo que pasa es que … – volvió a ponerse serio – mi madre me llamaba así. Igual que a mi padre – torció los labios recordando.
  • Lo siento, no volveré a hacerlo – dije arrepentida de verdad.
  • No, está bien. Llámame Biebs, también puedes decirme Jase – me guiñó.
  • No te gusta llamarme ____ ¿Verdad? – adiviné. Él frunció el ceño mientras seguía conduciendo – Se te hace raro llamarme igual que se llamaba tu madre.
  • Un poco – admitió – ¿Cómo te gusta el café? – preguntó aparcando el coche.
  • Con crema y caramelo.
  • Iré a comprarlo – dijo abriendo la puerta.
  • Jase, ¡espera! – se volteó preguntando que quería con la mirada – Toma dinero – dije rebuscando en mi bolso.
  • No te molestes, nena. Yo invito – sonrió.

Salió del coche y me dejó sola mientras lo esperaba. Revisé mi móvil y me puse algo de música con los auriculares. Aquel chico tenía un buen problema con mi nombre. Miraba a través de la ventana viendo a la gente pasar con compras en las manos, maletines de trabajo … manos entrelazadas. Me pregunté que había visto mi madre en mi padre para casarse con él o si él había cambiado demasiado como para que yo le viera el potencial que debería tener un hombre para una posible mujer. Negué con la cabeza intentando no obsesionarme demasiado con aquel tema.
Noté una mano en mi oreja quitarme un auricular. Me giré sobresaltada y vi a Jason.

  • ¿Qué escuchas? – preguntó curioso.
  • Música – respondí y rodó los ojos por la respuesta del año. Reí un poco – Es una versión acústica de Broken Strings – dije sacando los auriculares para compartir el sonido – Esta es solo con guitarra, pero yo puedo hacer una versión en piano.
  • ¿Tocas? – se sorprendió.
  • Sí, bueno … tocaba. Hasta que se rompió el piano – suspiré recordando el día en que mi padre rompió el piano electrónico que tenía – Aprendí de pequeña con mi abuela – expliqué.
  • Yo toco la guitarra – torció los labios y me tendió una bolsa con los cafés – Ahora nos vamos al cementerio.
  • Jase – siseé – No hace falta que hagas esto. Sé de sobra que es extraño irse a un cementerio para hablar. No soporto que actúes con tanta naturalidad con esto cuando en verdad estarás pensando que soy la tipa más rara con la que te has encontrado. Así que … mejor vamos a un parque o lo que sea que haga la gente normal.
  • Quiero entenderte – contestó rápido – Es curioso que te sientas relajada en un cementerio – sonrió – sí, eres rara – se encogió de hombros – pero yo no soy de los que hace cosas normales, por eso lo llevo con naturalidad. Te lo dije ayer, puedo ser tan anormal como tú – se burló.
  • ¿Hay algo que te tomes en serio? – rodé los ojos.
  • Lo he dicho totalmente en serio, Coops – arrancó el coche.

Me crucé de brazos enfadada por no entender a aquel chico. De algún modo quería saber porque no corría lejos de mí como haría cualquier persona normal. “Él no es normal” Me rectificó mi fuero interno. Ciertamente, no lo era. Y eso me gustaba bastante. Más allá de su espléndido físico, su carácter y aura de misterio por lo desconocido que me resultaba, era lo que me hacía verlo atractivo.

Miré a Jason conducir concentrado. Sus ojos relucían con los inclinados rayos de sol. No era normal en mí ver a un chico como algo más que un simple andante más del mundo.

  • Por cierto, ¿cómo está tu herida? – preguntó.
  • Bien. Molesta un poco, pero no es grave.
  • Me alegra.

Jugueteé con mis dedos nerviosa por no saber que más decir en ese momento. Tenía ganas de patear al profesor Collins porque se le ocurriera aquella grandísima idea de hacer este trabajo.

  • ¿Y qué tipo de música te gusta aparte de la guitarra? – pregunté por romper el hielo.
  • R&B, algo de rock, electrónica … de todo un poco – se encogió de hombros.
  • Como a mí – coincidí asintiendo.
  • Esto va a parecer un pu*to cuestionario – masculló entre dientes. Reí por lo bajo por su mal humor. Él tenía razón.
  • También puedo preguntarte cuáles son tus colores, números o mes preferido – reí bromeando – O mejor aún, cuando es tu cumpleaños.
  • Rojo, el seis, julio y uno de marzo – respondió a cada pregunta con pesadez – ¿Alguna vez has salido o hablado con alguien que no fuera del instituto?
  • No. Soy una chica solitaria y antisocial – me resigné ya bromeando.
  • Hasta ahora, porque ahora estás conmigo – torció su boca y yo mordí mi labio – Te muerdes el labio cada vez que estás nerviosa. Voy a tomar nota para el trabajo – me guiñó. Me cuadré de hombros. Estaba perdiendo conciencia de que estábamos haciendo un estudio el uno del otro – ¿Te da miedo que por una vez que estás con alguien sea con alguien como yo?
  • ¿Qué debo temer de ti según tú? – abalancé mi pregunta antes de siquiera meditarlo.
  • No soy como los demás. Me meto en más líos, tengo asuntos familiares secretos …
  • Eso no es muy diferente a mí – musité.
  • Así que somos el uno para el otro – dijo en tono tierno y burlón. Sabía que era una broma, pero agaché la cabeza avergonzada porque yo misma había ironizado aquello en mi interior – De todos modos … ¿en qué líos te puedes meter tú? – se mofó – Tú eres una niñita inocente – enarqué una ceja ante él.
  • Seguramente mis líos no son como los tuyos, pero el simple hecho de que esté aquí contigo ya es motivo de un buen castigo para mi padre – me encaré.
  • Con carácter – musitó – me gusta … – eso último lo dijo en un tono casi imperceptible pero que alcancé a escuchar junto con su sonrisa socarrona – Ya hemos llegado.

Miré a mi alrededor. Justo cuando vi la verja negra que daba a la entrada del cementerio me tensé. No solía ir allí más de una vez por semana y siempre iba sola. No sabía bien como iba a enfrentar aquello y tampoco estaba segura de estar haciendo bien en llevar a mi lugar predilecto a un desconocido como lo era Jason …
En cuanto paró el coche, me quité el cinturón de seguridad y puse mis pies en la acera. Jason llegó pronto a mi lado y caminamos juntos hacia el interior del silencioso y solitario lugar de descanso para los muertos.

  • ¿Dónde quieres que hablemos? – preguntó mientras caminábamos.
  • Hay una colina por allí – señalé – Allí solo hay hierba seca y se ve todo – lo guié.
  • ¿Vienes a menudo?
  • Cada viernes – lo miré. Su mandíbula se había tensado. Supuse que quería una explicación pero no se atrevía a preguntar – Mi madre murió por mi culpa – susurré.
Jason se detuvo y me miró estupefacto. No sabía muy bien porque acababa de decir aquello pero era lo que realmente sentía. No quería llorar, no frente a él. Ni sola. No quería volver a llorar nunca más, pero tenía la sensación de que todavía me quedaban muchas lágrimas por derramar.
  • Sea como sea que muriese tu madre, no creo que ella te culpara – dijo Jason en tono solemne. Agaché la cabeza y él con sus dedos pulgar e índice me alzó el mentón – Sé lo que sientes, pero no tienes que venir a torturarte cada semana visitando este sitio por sentirte culpable. Nada de eso arreglará lo que ha pasado.
  • No es una tortura – corregí negando con la cabeza y librándome del contacto con sus dedos. Seguí caminando y empezamos a subir la pequeña colina – Me gusta hacerlo. No conocí a mi madre, murió a los pocos días de que yo naciera – conté.
  • ¿Qué parte de culpa tienes tu ahí? – dijo sarcásticamente mientras se sentaba en la hierba. Me puse a su lado para acompañarlo y mirar el panorama. El sol estaba inclinado y se veían los bosques a las afueras – Es una vista extraña, pero a la vez agradable – reconoció. Yo asentí aprobando lo que veíamos – Cuéntame más – siseó.
  • Mi madre estaba enferma, le recomendaron que abortara cuando quedó embarazada. No lo hizo – rodeé mis rodillas con los brazos y apoyé la barbilla en ellas mirando el horizonte y evitando la mirada de Jason – Mi padre no quería que yo naciera porque mi madre iba a quedar muy débil, pero la mayor ilusión de ella era tener un hijo. No pudo estar conmigo ni dos días cuando nací. Después de perder todas las fuerzas tras el parto, falleció y mis abuelos se hicieron cargo de mí.
  • ¿Tus abuelos? ¿Y tu padre? – se extrañó.
  • Él me odia, me culpa de todas sus desgracias – negué con la cabeza haciendo una cortina con mi pelo para taparme la cara mientras escondía el rostro entre mis piernas – Nunca quiso saber de mi existencia hasta que empecé el instituto.
  • Fue entonces cuando llegaste aquí y te inscribieron en nuestro instituto – asimiló. Yo asentí – ¿Conoces a tu padre desde hace solo cinco años? – preguntó incrédulo.
  • Él es mi tutor legal desde siempre, pero siempre se fió de que mis abuelos me cuidaran. Desde los doce se dedica a hacerme la vida imposible – sacudí la cabeza y lo miré para ver su rostro – No sé porqué te estoy contando todo esto – admití – No es algo que debería contar, ¿sabes? Por lo menos a los vivos – ironicé.
  • Vienes aquí para desahogarte en la tumba de tu madre – adivinó.
  • De alguna manera me siento más conectada con ella así. Mi abuela me contaba cosas de ella y me enseñó fotos, pero desde que mi padre me trajo con él ya no sé nada de ella ni de mi abuelo. Podrían haber muerto y ni siquiera haberme enterado – musité.

Volví a ocultar mi rostro entre las rodillas. Las lágrimas iban a emerger y no quería que nadie me viera. Sentí una mano en mi espalda intentando darme apoyo pero aquello a lo primero que me empujó fue a derramar la primera gota de agua desde un ojo.
  • No debí contarte esto – siseé para mí – Jamás debí contárselo a nadie.
  • Tranquila ____ – dijo mi nombre suavemente – Escúchame, no puedes guardarte todo para ti sola. Eso no es bueno – musitó – Te prometo que yo no contaré nada a nadie.
  • Gracias – susurré ahogando un sollozo.

Sin previo aviso sus brazos me rodearon por encima de mis brazos y me llevaron a su pecho. No sabía muy bien que hacer. Por mi mente se planteaba la posibilidad de alejarme y no aceptar su ayuda, pero el calor que emanaba su camiseta y la tranquilidad que me daban sus caricias ascendentes y descendentes por mi espalda provocaron que mi cuerpo rogara que me quedase ahí para siempre. Las lágrimas cesaron inmediatamente. El alivio de tener a alguien a mi lado me invadió. Mi respiración se amortiguó poco a poco y después alcé el cuello para mirar tímidamente la cara de Jase. Sus ojos mieles hallaron los míos y me regaló una sonrisa amistosa.

  • ¿Mejor? – asentí sonrojada – Bien, porque pienso llevarte a ver a tus abuelos – sonrió.
  • ¿Q-qué? – tartamudeé.
  • Lo que oyes – me liberó de su abrazo y se levantó para tenderme su mano y ayudarme a incorporarme – ¿recuerdas dónde viven? – asentí sin estar muy segura – Vamos.   

    *Coop traducido al inglés es "Cooperativa". 

2 comentarios:

  1. Me encantaaaaaaa!!!! Quierooo mas porfaaaaaa que sino me muerroooo es tan jhgfcvbnjkhgfcvb me encanta siguienteeeeee ya porfaa!!!

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  2. Dios m encanta sigue asi y siguiente

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