Las clases habían pasado
medianamente rápidas. Después de salir del instituto decidí ir al
cementerio. Había parado de llover y caminaba solemnemente
escuchando la música de mis auriculares. No pensaba mucho en todo lo
que tenía que hacer en aquel fin de semana. Realmente tendría que
haber quedado con Jason Bieber, pero por supuesto, era muy orgullosa
como para regresar a decirle que teníamos que conocernos para el
dichoso trabajo de ética.
Por el camino le quité una
florecita a uno de los arbustos salientes de una casa. Con paso lento
caminé hasta la tumba de mi madre.
El grabado en la piedra se
veía claramente. REBECCA COOPER 1965-1996 Cada semana iba
allí para hablar un poco, aunque estuviera a solas, de alguna manera
sentía que el espíritu de mi madre me escuchaba.
- Hola mamá – me senté frente a su lápida y jugueteé con la margarita en mi mano – Por fin vuelve a ser viernes – suspiré – Aunque no sé de que me alegro. Una vez más estaré encerrada en casa, aguantando los gritos de papá y luchando por no llorar. Ya sabes lo que pasa si me muestro frágil … Me pregunto que pasaría si tú estuvieras aquí – una lágrima asomó por mis ojos – Seguro que papá no sería el infeliz que es ahora. Posiblemente yo tuviera una vida algo más normal, incluso tendría amigos – sonreí enjugando mis lágrimas con el dorso de la mano – Es curioso que hoy que tuve la oportunidad de conocer a alguien profundamente por un trabajo de ética, me haya tenido que tocar con el chico más intratable – me burlé de mí misma – O al menos es lo que parece. Es mono … para que negarlo, pero da un poquito de mala espina – me quedé pensando varios minutos – Tengo miedo de mostrarme como soy, mamá. No quiero que nadie conozca nada de mí, no quiero que la gente se ría de mí o me discrimine por mi forma de ser o por lo que pasa en casa. Solo te tengo a ti, aquí, a tres metros bajo tierra para desahogarme y ni siquiera he oído tu voz una sola vez – sollocé – Solo aquí puedo ser un poquito más débil – dejé la flor sobre el césped – Aunque tampoco puede dejarme derrumbar mucho más tiempo. Volveré la semana que viene – prometí – como siempre …
Miré arriba hacia el cielo
mientras me levantaba. Las nubes volvían a acumularse y amenazaban
con descargar pronto. Volviendo a coger mi mochila para colocarla en
mi hombro caminé hacia la salida. Mirando varias tumbas, nombres y
fechas, me distraje al ver una figura de pie a unos metros de mí en
el otro pasillo de lápidas.
Sin querer molestar a nadie
seguí caminando pero me tropecé con una piedra que había de por
medio y di un pequeño alarido. Maldije por dentro mientras me
levantaba y me sacudía el polvo.
- ¿Qué haces aquí?
Alzando la mirada vi los
mismos ojos curiosos que había visto aquella mañana. Me sorprendí
notablemente y me crucé de hombros.
- Yo …
- ¿Me sigues para conocerme o qué? – lo noté algo enfadado.
- Si que eres irritante – dije inclinándome para ver subir mi pantalón hasta la rodilla. Me empezaba a molestar y supuse que me había hecho una herida con el tropezón – Que asco … – mascullé – Creo que hoy me levanté con el pie izquierdo – bromeé incorporándome de nuevo. Jason me miraba con una ceja alzada – No te persigo – aseguré.
- ¿Y que hacías aquí? – su mirada me acusó.
- ¿Qué hacías tú? – dije con sarcasmo.
- Vine a … – sacudió la cabeza – ¡Que te importa! – clamó.
Lo miré estupefacta y
después relajé mi rostro. Jason no era mucho más distinto que yo …
solo que él tenía el dolor de haber perdido a su madre mucho más
recientemente y yo ni siquiera la conocía.
De alguna manera, uno de los
dos iba a tener que dar su brazo a torcer para empezar a llevar por
el buen camino el proyecto de ética y conocernos.
- Vine a ver la tumba de mi madre – reconocí – Yo … siento lo de la tuya – agaché la cabeza algo más tímida de lo que solía ser.
- No quiero la lástima de nadie – dijo seco – No pienses que tú me la vas a dar a mí – su respuesta me vino de sorpresa. Lo miré incrédula.
- No me das ninguna lástima, Jason – clavé mis ojos en los suyos – Tampoco busco causar pena a nadie. Como tú dijiste, soy una amargada sin vida social – recordé con rencor – Llevo mucho tiempo reservando mi vida para mi sola para que me digas ahora que busco tu estúpida lástima – dije con rabia dándome la vuelta.
Di dos pasos por el camino
de salida y empecé a cojear por la herida. La vuelta a casa iba a
ser larga. Empecé a quejarme internamente mientras daba cada paso
con mi pierna derecha.
Sentí una mano en mi hombro
y me giré seria.
- Lo siento – susurró – Me he pasado.
- ¿Qué importa? – pregunté más para mí que para él.
- Te enfadaste, si que importa. Mi madre me decía que cuando una mujer se enfadara conmigo que intentase entenderla – sonrió con nostalgia – Lo diría por algo.
- Hemos empezado mal – puse los brazos en jarras – Supongo que en mi caso es falta de práctica.
- Eres una chica solitaria que viene a un solitario cementerio – sonrió un poco.
- Ten cuidado Jason, me llevo mejor con muertos que vivos – advertí en un susurró divertida – digamos que hablan poco pero escuchan mejor que nadie.
- Mi madre solía escucharme – se dio la vuelta y caminó hacia la tumba donde lo había visto antes. Cojeando me puse a su lado y vi la lápida. _____ Bieber. – Se llamaba como tú – dijo cuando leí su nombre – Por eso apunte en mi ficha que lo único que me gusta de ti es tu nombre – comentó sacando un papel arrugado del bolsillo y me lo tendió.
_____ Cooper, me encanta
su nombre. Una chica sin vida social. Confusa. Finge ser alguien que
no es, por eso parece amargada. Se vuelve histérica cuando no
consigue lo que quiere. Esconde
su cuerpo, ¿inseguridad?
- No tienes miedo de lo que piense la gente de ti – asintió – Yo me mantengo al margen para evitar directamente que la gente piense algo de mí, sea bueno o malo.
- ¿Te importa si vamos a tomar algo? – preguntó – Para seguir hablando en un sitio más cómodo – explicó.
- ¿Pidiéndome una cita en un cementerio, Bieber? – le devolví la broma – Que macabro – bufé riendo ligeramente – Tengo que volver a casa, – señalé mi rodilla – duele.
- Oh, claro. ¿Quieres que te lleve? – se ofreció – Tengo coche.
- No quiero molestar …
- No seas tonta, vas cojeando – se acercó a mí – Apóyate en mis hombros, ¿quieres?
- Da igual, Jason – di un paso atrás y empecé a caminar por mi sola a la salida. Jason me siguió por detrás viéndome caminar. Entonces quitó la mochila de mi espalda para cogerla él y puso su mano en mi espalda para guiarme – Jason …
- No voy a dejarte ir sola con la pierna así. Me sentiría fatal – me llevó hasta su coche, un flamante Porsche rojo – Pasa – abrió la puerta.
- ¿Ahora eres un educado caballero? – alcé las cejas.
- Empezamos a conocernos, nena – sonrió.
Me senté
en el sillón de cuero negro. Era un coche lujoso. Supuse que su
familia no tenía ningún problema económico si podían mantener un
coche así para un adolescente. Jason se sentó a mi lado y metió
las llaves en la ranura para encender el motor.
- ¿A se dedica tu padre? – pregunté un poco descarada.
- A la mafia – me puse tensa. Él empezó a reír – Eso te pasa por entrometida, nena.
- Era una pregunta inocente – me crucé de brazos.
- Nuestro objetivo es conocernos entre nosotros, no a nuestra familia – dijo más serio - De todos modos era una broma.
- Ya - rodé los ojos - ¿Y sabes? Tienes razón ... me gusta eso, nada de familia … no me gusta hablar de mi padre – dije mirando por la ventana – Espero que no esté cuando lleguemos.
- ¿No le gusta que andes con chicos? – se mofó.
- No te voy a revelar información de mi familia cuando tú no me dices ni siquiera la profesión de tu padre – reí – Ve por aquella calle – le indiqué – Vivo en Meyer Steet.
- Ahí tienes un punto – reconoció girando una esquina – ¿Siempre has vivido aquí?
- No. Hay una casa en medio de la nada en la montaña, entre el bosque – recordé mi infancia – allí vivía con mis abuelos de pequeña. Después crecí y mi padre me trajo aquí.
- ¿Vivías con tus abuelos? – se extrañó.
- Es difícil hablar de esto – reconocí intentando dejar atrás el tema – ¿Tú siempre estuviste en la misma casa?
- Sí. Es la casa que eligieron mis padres al casarse y donde crecimos mi hermana y yo.
- ¿Tienes una hermana? – pregunté curiosa.
- Janelle. Tiene veintiún años está estudiando una carrera en psicología. Dice que yo le inspiro a ello – una carcajada surgió de mi interior – Vaya, no sabía que reías – me sonrió.
- Yo tampoco – suspiré.
Y
entonces me di cuenta. Me había reído. Una risa sincera. No tenía
idea de cuanto tiempo había pasado desde la última vez que había
reído libremente. Jason me miró y viendo la calle me di cuenta de
que prácticamente habíamos llegado a mi casa.
- Vivo en aquella casa – señalé. Jason aparcó frente a mi puerta poco después y entonces me recliné sobre el asiento quitándome el cinturón de seguridad – Gracias por traerme.
- No hay de qué – respondió saliendo del coche. Lo miré extrañada hasta que llegó a mi puerta y la abrió – Apuesto lo que quieras que no puedes apoyar bien la pierna.
- Un caramelo a que sí – bromeé intentando incorporarme. En cuanto puse el pie en el suelo e intente poner el peso en la pierna sentí una punzada de dolor. Jason me sostuvo bajo la cintura y me ayudo a salir del coche.
- Me debes un caramelo – susurró poniendo mi brazo sobre sus hombros mientras cojeaba para llegar a mi puerta – Espera aquí un momento – me dejó apoyada contra la pared y volvió a su coche para coger mi mochila y echar el seguro al vehículo cuando lo cerró. Regresó a mi y me sostuvo la maleta para que sacara las llaves – ¿Te duele mucho?
- Solo un poco. Ahora me curaré con algo – abrí la puerta y miré el interior. Después miré a Jason – ¿Quieres pasar? Creo que hay caramelos – seguí con la broma.
- Sabes que necesitas ayuda con esa pierna – volvió a poner mi brazo sobre su hombro y me sostuvo por la cintura para pasar dentro – ¿Dónde tienes el baño?
- Por este pasillo a la izquierda – musité – Si no estuvieras podría hacerlo sola, ¿sabes? Nunca he necesitado ayuda de nadie.
- Cierto, pero te estarías muriendo de dolor. Primero porque habrías venido andando, segundo porque llueve, tercero porque ibas cargada de libros y cuarto porque desinfectar esa herida va a escocer – dijo con mala cara ayudándome a sentar en un banquillo del baño – Por algún motivo, el destino quiso que yo estuviera aquí.
- Oh, sí … mi héroe – ironicé.
- No pierdo la esperanza de que seas simpática en algún momento – rodó los ojos y se agachó para mirar dentro de los muebles – ¿Hay algún botiquín? – asentí y rebuscó hasta sacar unas gasas, alcohol y yodo.
Me quedé
pensando en que estaba hecha un asco. Había llegado a clase
empapada, había caminado, había llorado y me había caído. Me
sentía completamente sucia.
- Necesito una ducha – pensé en voz alta. Jason me miró – Jason, no hace falta que te molestes en quedarte. Puedo yo sola – dije amablemente.
- Sé que puedes – se levantó – Pero … ¿entenderías si te digo que tengo ganas de que hablemos? – Su mirada penetrante me paralizó. Algo me decía que no debía discutir aquello y asentí – Tampoco te quiero meter en un lío si llega tu padre …
- Espera – saqué el móvil del bolsillo de mi pantalón y llamé a la oficina varios segundos después la línea se abrió – ¿Papá?
- ¿Qué quieres, ____? – preguntó molesto – Sabes que no debes interrumpir en el trabajo.
- Yo … era para saber a que hora regresabas, para preparar la cena – fingí.
- Hazla cuando quieras y guárdala en la nevera. Llegaré muy tarde – colgó.
Los
pitidos intermitentes me alertaron de que estaba sola en la línea.
Alejé el móvil de mi oreja y miré a Jason con una sonrisa fingida.
Él seguramente había escuchado la voz grave de mi padre estando
solo a un metro de distancia de mí.
- Ya ves, no me meterás en ningún lío – me levanté sin echar peso en la pierna herida – ¿Puedes darme diez minutos?
- Claro – torció sus labios.
Lo
aparté de mí y salté a la pata coja hasta la sala de estar. Jason
me siguió detrás y yo le indiqué el sofá.
- Puedes ver la televisión mientras me esperas. No tardaré mucho.
- Está bien.
Lo vi
sentarse en el sofá y regresé al baño. Cerré la puerta con llave
y puse la cabeza contra la pared. “¿Qué demonios estás haciendo,
_____?” La pregunta resonaba en mi cabeza. Había dejado entrar a
un completo desconocido en casa. Sí, me había ayudado y no parecía
tener ninguna mala intención, pero hasta esa misma mañana me había
hecho sentir como una mierda.
Rápidamente
me quité la ropa y entré con cuidado a la ducha. La herida era fea.
Eché agua fría sobre ella y sentí entre alivio y molestia. Me lavé
rápido el pelo y enjaboné mi cuerpo.
Enrosqué
mi cuerpo en una toalla y miré a mi alrededor. Se me había olvidado
coger ropa limpia con todas las prisas y los nervios. Quería morir
de vergüenza en ese momento.
Salí
del cuarto de baño apretando bien la toalla a mi cuerpo y subí
despacio la escalera hasta mi dormitorio. La piel de mi rodilla
estiraba cada vez que subía un escalón y era doloroso.
Cuando
por fin llegué a mi cuarto me vestí con mi ropa interior, un
pantalón corto y una camisa de estar por casa.
Sentí
pasos por el pasillo y se me erizó el vello de los brazos. Asomé la
cabeza por la puerta y vi a Jason subir despacio por la escalera.
- ¿Qué haces? – pregunté.
- Emm … Buscarte – se rascó la nuca algo nervioso. Fue tierno.
- Estaba vistiéndome – salí el pasillo y cerré mi puerta tras de mí.
- Ven, te ayudaré a bajar – tendió su mano. Realmente parecía que se preocupaba – Podría cogerte en brazos y así no harías ningún esfuerzo, ¿sabes? – sonrió burlón.
- No me fío de ti – dije sincera.
- Haces bien – se puso serio y tomó mi mano. Iba a bajar el primer escalón cuando se agachó y me cogió por las piernas – Y por no fiarte deberías haberte alejado de mí en el primer momento que te dijeron que seríamos pareja de trabajo – susurró empezando a bajar.
- Jason, déjame en el suelo – protesté.
- ¿Crees qué te te haré algo malo, _____?
Era de
las pocas veces que pronunciaba mi nombre y fue como un gesto de
confidencialidad. Realmente tenía miedo de ese chico que reflejaba
peligro por cada costado, pero algo dentro de mí, irracionalmente,
me hacía seguir con él y no sacarlo de mi casa.
- Si hubiese querido hacerte daño ya lo hubiese hecho – siseó dejándome sobre el suelo cuando estábamos en la planta baja – Solo quiero que hablemos.
- ¿Por qué te interesa aprobar ética o por otro motivo? – lo encaré.
- Porque eres un misterio, nena. Y los misterios son atractivos para mí.
- Tú eres un misterio y tengo un mal presentimiento contigo.
- No me conoces – se burló.
- Creo que cuando lo haga será peor – reí sardónicamente.
- ¿Y por qué no me has echado aún de tu casa? – preguntó con ironía.
- Porque los misterios son atractivos – repetí su frase encogiéndome de hombros.
NEXT NEXT NEXT, VAMOS SIGUIENTE! *0*
ResponderEliminarSiguiente.. c'mon baby..... Ya el siguiente porfa... ahora ya lo entiendo.. es la madre de jason y ____ se llaman igual.. ya lo pillo:)
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