viernes, 12 de abril de 2013

Capítulo 39: Esto Es Demasiado Para Mí

Tomando mi mano una vez más, caminamos juntos hasta el ascensor. Miré a Justin de reojo. Pensé que él estaba sonriendo más que en toda su vida. Adoraba las sensaciones que me transmitía verlo así. Incliné mi cabeza hasta reposarla sobre su brazo mientras esperábamos a llegar a la cuarta planta. Inesperadamente, Justin se agachó y pasó su brazo por debajo de mis rodillas al tiempo que sujetaba mi espalda para elevarme y llevarme a la habitación. Di un pequeño chillido cuando no sentí el suelo bajo mis pies, pero después sentí una gran gratitud y acomodé mi cara sobre su pecho.

Caminó a paso firme y sentí que empezaba a adormilarme en sus brazos.
  • Nena, coge las tarjetas de mi bolsillo – susurró en mi oído.
Tanteé mi mano por su pantalón hasta encontrar el sobre con las tarjetas. Saqué una y abrí la puerta de la habitación a la que nos había llevado. En cuanto metí la tarjeta en otro interruptor se encendieron las luces. Justin me dejó en el suelo con delicadeza.

En el centro del dormitorio había una cama doble con dosel y sábanas blancas. Los muebles eran de color nogal. Había un amplio espejo sobre un tocador pegado a la pared. Frente a la cama había un sofá de color canela. Una televisión en una esquina y un armario en la otra. La otra pared era entera una cristalera que dejaba ver el espeso bosque. Sobre él se alzaba una brillante luna creciente.
  • ¿Qué vas a hacer conmigo, Justin?
  • Lo que tú quieras que haga – contestó al cabo de pensarlo unos instantes – ¿qué quieres que pase, ____? – Justin lo dijo sereno. Sin embargo alcanzó a besar mi cuello delicadamente.
  • No quiero arrepentirme de lo que haga – respondí – No quiero que …
  • Ssh – me calló – No pasará nada. No te agobies y ponte cómoda.
Justin pasó por mi lado y fue a sentarse sobre el sofá para quitarse las zapatillas. Yo me senté en el filo del colchón. Tirando los tacones al otro lado del dormitorio me tiré hacia atrás en la cama dejando reposar todo mi cuerpo. Ese día, Justin se estaba portando como nunca, y le salía solo y sin esfuerzo. Estaba muy sorprendida con él.
  • Hoy has sido todo un caballero – comenté con los ojos cerrados.
  • Puedo serlo más a menudo – rió.
  • También me gusta que seas un chico malo. Te hace … muy atractivo – reconocí.
  • ¿Y qué me hace ser un caballero? – bromeó.
  • Te hace ver más tierno – abrí un ojo para echarle un vistazo. Acababa de fruncir el ceño – Nunca has pensado en ti como un chico dulce y sensible – reflexioné en voz alta.
  • No lo soy – atajó.
  • Lo eres – lo corregí – conmigo lo eres. Me encanta esta combinación de Justin Bieber – torcí mis labios – Ven aquí – di un golpe sobre la cama para que se tumbara conmigo.
A medida que caminó hacia mí se deshizo de su camiseta. Pura fibra muscular y marcados pectorales. Cuando se puso a mi lado percibí su varonil aroma. Seductor era la palabra que lo definía. Lo miré arqueando una ceja.
  • ¿Qué? ¿Tú no te vas a quitar la ropa? – se defendió.
  • No contigo aquí – sonreí cerrando los ojos. Me pesaba todo.
  • Aún recuerdo tu cuerpo a la perfección – siseó.
  • Sufre por no poder tocarlo – me burlé.
  • Eso hago – bufó con un toque de humor.
  • Me meteré en la cama y me quitaré la ropa bajo las sábanas – dije soñolienta.
  • Eres demasiado complicada – sentí su peso sobre el colchón desaparecer y después sus dedos en mi pantalón – colabora – rogó.
  • ¿Qué crees que haces?
  • Ayudarte a quitarte la ropa – rió.
  • Pues estate quieto – mascullé un poco irritada.
Me levanté de la cama y lo desafié con la mirada. Sin decir una palabra más me dirigí al baño. Una ducha de hidromasaje fue lo que más llamó mi atención. Gemí al imaginarme dándome una buena ducha con todos aquellos chorros de agua.

Me quité tanto la camiseta como el pantalón y me quedé en ropa interior. Quitándome el coletero, dejé todo mi pelo caer en cascada por mis hombros.

Tras la puerta del baño había unos finos albornoces color crema. Me deslicé dentro de uno y salí del baño hacia el cuarto. Sin prestar atención a Justin me metí entre las suaves sábanas.

Justin se tumbó a mi lado y paso un brazo por encima de mi cintura.
  • ¿Puedo quedarme aquí o me voy al sofá? – susurró.
  • A veces tengo pesadillas – le advertí – podría darte alguna patada.
  • Si tienes pesadillas te despertaré – besó mi hombro cariñosamente.
  • Dime la verdad – dije repentinamente – ¿por qué has hecho todo esto hoy?
  • Para distraerte un poco. Y de paso pasar tiempo contigo.
  • Y que no esté con Zayn – mascullé para mí misma.
  • ¿Qué?
  • Nada – respondí evadiéndolo – creí que también querías sorprenderme.
  • Un poco – admitió – ¿lo logré?
  • Sí, pero no tienes porqué hacer esto. Ambos nos conocemos muy bien – siseé con desgana.
  • Pero quizás cambie – me giré sin apartar su brazo de mi cintura y me puse a la altura de sus ojos acomodándome en la almohada – Quiero que estés conmigo. Quiero que me elijas. Quiero que estemos juntos.
  • ¿Y que ganaría? ¿Qué puedes ofrecerme, Justin? – sus ojos se abrieron en desconsuelo – Ya una vez confié en ti a ciegas sin pensar en el futuro, si me quedo contigo … ¿qué harías?
  • Tan solo sé que eres lo mejor que ha pasado por mi vida, ____, y que por ti haría lo que fuese. Puedo darte una vida llena de emociones, sin rutina, puedo llevarte adonde quieras, puedo irme contigo adonde desees. Eres toda mi felicidad, ____ Bolton. Si te pierdo mi vida perderá todo sentido. Volveré a ser el Justin vacío y sin rumbo que fui antes de conocerte, el mismo que llegó a Delaware cuando escapó de sus padres. Si me preguntas que puedo ofrecerte en un futuro … te diré que me esforzaré al máximo para hacerte tan feliz como me haces tú a mí por el simple hecho de que estés conmigo, porque incluso cuando te enfadas y me recriminas soy feliz – las lágrimas bordearon mis ojos – Con lo mal que te lo hice pasar sigues dirigiéndome la palabra y permitiendo que esté en tu vida. No me lo merezco – retiró con su pulgar una gotita que corría por mi mejilla – y aún así, soy merecedor de tu perdón. Eres única para mí. No habrá nadie más. Solo eres tú la que me da esperanzas y un motivo para levantarme cada mañana. Tú haces que quiera cambiar y ser delicado.
  • ¿Por qué haces que todo sea tan confuso, Justin? – agaché mi cabeza – Por un lado siento que todo vuelve a ser como antes, incluso mejor. Por otro, no puedo evitar desconfiar.
  • ¿Desconfiar? ____, no sé que más puedo darte – se exasperó – Todo lo que tengo lo comparto contigo. ¿Qué más puedo hacer?
  • Explícale a mi corazón que todo el dolor que me causaste fue por un error en el que intentaste cuidar de mí. No es mi culpa no poder decidirme por ti en este mismo momento. Hace unos meses posiblemente te hubiera amado como nunca por lo que hiciste hoy. Pero esto no es lo que quiero de ti ahora, Justin. Antes todo era perfecto incluso con las pocas peleas que tuviésemos. Cada mañana cuando me levantaba pensaba que iba a verte y tenía ganas de vivir, arreglarme y pasarlo bien. Cuando te fuiste todo eso cambió. Y cambié, quisiera o no, me adapté a la situación. Es la ley del más fuerte para sobrevivir, ser distinto a los demás y no hacer lo que ellos esperen. Sigo siendo la misma, lanzada y con mi carácter, pero soy más precavida. Mi forma de pensar cambió. Antes no me preocupaba del futuro, sin embargo, ahora no puedo evitar comerme la cabeza sobre cada paso que doy.
  • ¿Y qué es lo que quieres, ____? ¿Crees que yo no pueda darte lo que necesitas? ¿Crees que ya no encajo en tu vida ni en el futuro que quieres planear?
Asqueada me deshice de las mantas y me puse de pie para caminar de un lado a otro por la habitación. No podía decirle todo lo que pensaba viéndolo directamente y teniéndolo tan cerca.
  • ¡Todo es muy complicado, Justin! ¿Dónde te ves tú dentro de cinco o diez años? – alcé los brazos al aire – Por qué yo me veo en un hogar – llevé una mano a mi pecho – con una familia, con un marido y con hijos. Quiero aprender y trabajar de algo que me guste. ¿Sabes al menos a lo que me quiero dedicar? – lo miré a los ojos mientras me contemplaba tumbado en la cama – ¡Claro que no lo sabes! – respondí por él.
En ese momento se hizo el silencio. Rendida, me senté en el sofá apoyando los codos en las rodillas y ocultando mi rostro en mis manos. Por supuesto que era difícil tener un futuro así con Justin. “¿En que piensas? Es un pandillero. Un chico malo, no el príncipe de la Cenicienta” se burló hastiada la diablesa de mi interior. “Pero también es un chico tierno. Hoy lo demostró” Contestó mi subconsciente.
  • Eso … esto – Justin se levantó también de la cama tirando de los extremos de su cabellera – esto es demasiado para mí.
Justin se movió por la habitación y cogió su camiseta para ponérsela. Con paso firme se dirigió a la puerta. Se iba.
  • Te juro que como salgas por esa puerta y vuelvas a huir de una maldita situación que no sabes afrontar por mí no volveré a hablarte – dije antes de que abriera el pomo – No volverás a verme. ¡Abre esa p*ta puerta y déjame sola otra vez, piérdete como hiciste hace meses, y puedes olvidarte de mí para siempre! – me levanté.
Justin se mantuvo quieto con la mano en el pomo y la cabeza hundida. Su mirada se clavaba en la punta de los zapatos. Claro que todo aquello le sobrepasaba. Igual que le sobrepasaba el que yo hubiera estado a punto de morir aquella horrible noche.
  • Sé un jodido hombre y dame la cara – lo reté – Si yo te importara, ahora mismo darías media vuelta y admitirías que tú tienes tanto miedo como yo. Yo estoy perdida entre mis decisiones, pero tú estás perdido en el pasado.
  • Tú no sabes de nada de mi pasado – me recriminó encarándome.
  • ¡Y tú lo sabes todo de mí! – contraataqué – No es justo, pero lo acepto, porque entiendo lo difícil que es para ti hablar de esto. Vives como vives porque no te enseñaron otra manera de hacerlo. Tú solo aprendiste a sobrevivir de cualquiera manera. Y te bastó, y te fue bien. No tienes que cambiar por mí. Tienes que hacerlo por ti mismo, porque esto te va a llevar la miseria, Justin. Deja atrás tu infancia, deja atrás tus mierdas de negocios, mira hacia adelante y preguntate a ti mismo si quieres seguir con esto. ¿En serio eres feliz con lo que haces? Sabes valerte por ti mismo, sabes defenderte de los demás, pero ¿de que sirve vivir así si no hay nada que te estimule ni una pizca de verdadera alegría?
  • ¿Y que crees que puedo hacer, ____? Si salgo de las pandillas, con lo difícil que es, ¿como demonios voy a encajar en la mierda de sociedad que hay? Para ti es fácil porque has estudiado. Yo por suerte sé leer y escribir – bufó ironizando sus palabras.
  • Yo te ayudaría, Justin. ¿Tan complicado es dejarte ayudar?
  • Será mejor que me largue …
Justin se dio media vuelta abatido y volvió a la puerta. En cuanto sujetó el picaporte corrí hacia él. Lo rodeé sujetando sus brazos. No quería dejarlo escapar. No lo dejaría huir una vez más.
  • No te vayas – supliqué.
  • ¡Es que no lo entiendes, ____! No puedo estar aquí contigo. No puedo tenerte una noche más durmiendo en mis brazos. No puedo controlar más lo que siento por ti. Te quiero y te veo en una cama y quiero que disfrutemos juntos. Sé que debajo de ese albornoz apenas hay ropa. ¿Cómo crees que me siento de impotente? – Justin volteó y cogió mis manos apretando mis dedos – No puedo jugar más a hacer de chico comprensivo, porque sinceramente sé que me deseas tanto como yo te deseo a ti. Estás llevando las cosas hasta el maldito límite. Me acabas de decir que sea un hombre, que te de la cara y admita que tengo miedo. Nadie en la vida se hubiese atrevido a poner en duda mi hombría, nadie se atreve a enfrentarme por la cara, nadie cree que yo tenga miedo de algo … Y llegas tú y desmoronas todo mi armamento. Tengo miedo de perderte, ____. Tengo miedo de tener que vivir arrepentido el resto de mis días. Temo no ser bueno para ti, hacerte más daño del que ya te hice, temo que me hagas a un lado y te olvides de mí. ¡Soy un jodido hombre, ____! No soy una persona de revelar mis sentimientos, pero tú quieres saberlo todo – paró de hablar y tomó varias respiraciones hasta que soltó un largo suspiro – ¿Una familia? – la palabra resonó agridulce en su tono de voz – Jamás pensé en formar una. ¿De verdad crees que soy el tipo de persona que piensa en casarse y tener hijos? Yo no tuve a mis padres. Siento rechazo hacia ellos. ¿Cómo crees que sería yo? – sus ojos se hicieron acuosos – Soy todo lo contrario a un hombre de familia – paró a pensar intentando controlar su respiración – Quizás con el tiempo, sí podría pasar, si siguiéramos juntos … quizás pasara sin que nos diéramos cuenta. Sinceramente, yo me conformo solo con tenerte. No pienso en el futuro. Vivo al día e intento aprovechar cada instante que tengo.
  • Puedo ayudarte – siseé – no llores – acaricié las cuencas de sus ojos. Me rompió el corazón verlo de aquella manera. Él nunca se dejó ver tan desesperado y desconsolado.
  • Nadie puede ayudarme, nena. Estoy muy jodido de la cabeza – dijo destrozado.
Viendo como se iba a marchar lo cogí de la mano. Con la otra mano deshice el nudo del albornoz y dejé entrever mi lencería. Justin prácticamente había estado rogando esto. Lo había llevado a su límite de control y yo también estaba agotada de aguantar. Estaba cansada de meterme con él y hacerlo sentirlo mal. No podía soportar estar con él peleando continuamente. Lo único a lo que nos llevaba era que más tensión se creara entre nosotros.

Nuestro único problema era que nos deseábamos más de lo que debíamos. Yo estaba intentando evitar llegar al final, alejarlo de mí y convencerme a mí misma, inútilmente, de que Justin no me convenía. Pero lejos de dar resultado, la suerte se volvió en mi contra.

Justin me miraba con ojos desconcertados y dolidos.
  • ¿Qué haces?
Sin tener que decir palabra, deslicé el albornoz por mis hombros hasta que cayó al suelo. Lo único que me cubría era un sujetador y unas braguitas de encaje blanco. Di dos pasos hacia él. Lentos. Seguros. La proximidad entre nosotros cargó nuestra ambición y codicia de darnos placer. 
  • Sabes que si empiezas no pararé – advirtió. Asentí – No quiero que te arrepientas de nada de lo que hagas conmigo a partir de ahora.
  • Nunca me arrepentí de nada de lo que hice contigo.
Justin se deshizo de su camisa y me acercó bruscamente colocando una mano sobre mi cintura y otra en mi cuello. Me besó. Sus labios desataron toda la pasión que había estado reservando desde que nos habíamos visto de nuevo por primera vez.

Agarrándome a su cuello me puse de puntillas y pude profundizar el enredo de nuestras bocas. Fui bajando las manos hasta sus hombros y de allí hacia sus pectorales apreciando en mi tacto cada marcado músculo y la suavidad de su piel.

Justin se apartó de mí, bajó sus pantalones y se quitó los zapatos. Volvió a juntar nuestros cuerpos. Mi palma presionaba su abdomen hacia atrás. Las suyas ahuecaban mis caderas e iban empujándome hacia atrás hasta la cama. Caí en el colchón. Justin se colocó sobre mí y besó mi cuello.
  • No me marques – rogué.
  • No lo haré, cielo – siguió besando mi piel hacia abajo hasta el borde de mi sujetador.
Sus manos volaron a mi espalda y desabrochó la prenda que tapaba mis senos. Sus ojos caramelizados se derretían sobre mí. Nunca Justin se tomó tanto tiempo para desnudarme.

Él primero se quitó sus boxers. No me molesté en comprobar lo que me esperaba. Justin trazó un camino de besos por todo mi vientre hasta mi ombligo para ir bajando hasta mi última prenda.

Con facilidad bajó las braguitas y me dejó desnuda al completo para él.
  • Preciosa – musitó hundiéndose en mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario