sábado, 6 de abril de 2013

Capítulo 37: No Quiero Que Cambies

Fui prestando atención a los carteles que iban apareciendo en la carretera.
  • ¿Cuánto tiempo vamos a estar en carretera? – pregunté curiosa.
  • Un buen rato – contestó – si quieres, pon la música que tú quieras.
  • No he comido nada en horas – avergonzada agaché la cabeza centrando la vista en mis manos – y tengo hambre …
  • ¿Por qué no lo dijiste antes? – preguntó molesto.
Me encogí de hombros. Realmente no había sentido mi estómago vacío hasta ese momento de silencio. Me había estado distrayendo todo el tiempo y no me di cuenta.

Justin se desvió de la carretera y aparcamos cerca de la típica cafetería donde los camioneros se paran para repostar energías.

Seguí a Justin al salir del coche. Iba detrás de él hasta que paró frente a la puerta y me rodeo la cintura para entrar juntos. Justin me guió para que me sentara en una pequeña mesa redonda y después fue a pedir en la barra. Me quedé sorprendida de que no me preguntara lo que quería.

Cuando regresó se sentó frente a mí.
  • Dijiste que solo te llevaba a sitios horrorosos … – dijo cuadrando los hombros.
  • ¿Qué? – perdí el hilo de sus intenciones.
  • Antes, cuando te enseñaba a disparar … no te extrañas de que te lleve a sitios de mala reputación … Soy un imbécil – dijo para sí – en lugar de llevarte a sitios así, tendría que haberme preocupado de ser más formal. Hubiésemos evitado que alcanzaras fama en ese entorno también … – quedó pensativo – Soy imbécil – repitió.
  • Lo eres – admití sonriendo – pero tampoco estuvo tan mal lo que hiciste, eras tú mismo y así te aceptaba. Nunca esperé que me llevaras a un restaurante refinado o a un hotel de lujo – bufé – yo estaba bien en tu casa, o donde fuera que me llevaras. Nunca tuve miedo porque estabas tú.
  • Puedo cambiar – siseó.
  • No te pido que lo hagas – repliqué. Sus ojos escrutaron los míos.
En ese momento llegó la camarera para servirnos un plato lleno de panqueques. Alcé una ceja incrédula. No recordaba haber comido eso en mucho tiempo y tenían una pinta buenísima. Además la mujer me puso un zumo de naranja y a Justin un capuccino. A pesar de que era la hora de almorzar, aquello se veía delicioso y me daba igual lo que debiese comer.

La sonrisa era inevitable en mi rostro.
  • Sé que es tu desayuno favorito de cuando eras niña – me guiñó el ojo – come.
  • ¿Cómo lo sabes? – cogí un tenedor y fui cortando un trozo para llevármelo a la boca.
  • Me lo dijiste hace mucho, en una de tus anécdotas familiares – también dio un bocado – siempre quise preparártelos yo mismo, pero no sé porqué … nunca lo hice.
  • Así que … ¿prestabas atención a mis historias? – sonreí.
  • Me encanta oírte hablar, aunque ahora siempre estás muy callada – refunfuñó.
  • Te sigo diciendo todo lo que pienso – contesté comiendo – Me encanta esto – saboreé un nuevo bocado – gracias.
  • No hay de qué, nena – sorbió su café. Tras un minuto volvió a la carga – ¿De verdad no te gustaría que cambiara? ¿No querrías que dejase todo?
  • Aclaremos las cosas. Este eres tú – lo señalé – con o sin complicaciones. Tienes muchos líos, crías problemas por todos lados y llevas una pistola que sabes usar a la perfección. Me dabas miedo, aun me impresionas algunas veces. Pero es lo bueno de ti, no hay nada rutinario en ti, y haces que me mantenga alerta constantemente. Quizás no esté preparada para todas las sorpresas que puedan venir a tu lado, sin embargo, no tengo miedo de eso. Me encanta estar contigo porque me haces sentir más libre, me das el valor para hacer lo que me dé la gana. Siento que si algo irá mal, tú estarás ahí para apoyarme. Por eso no quiero que cambies.
Tras varios segundos en profundo silencio Justin abrió la boca para hablar, pero volvió a cerrarla sin dejar escapar palabra. Medité mis propias declaraciones. No me arrepentía de lo que acababa de decir, pero me preocupaba como se lo tomaría él.

Aunque no dijo nada, tuve la sensación de que mis palabras le habían gustado. ¿Quién quería que alguien le hiciera cambiar? Si me fijé en él tal y como era, ¿por qué moldearlo para que no provocara peleas? “Las discusiones son parte de las relaciones, así se hacen más fuerte cuando se superan … si no funciona, es que no merece la pena luchar por la otra persona”. Mi reflexión hizo eco en mi mente. Justin y yo habíamos pasado por muchas dificultades y ahí estábamos, no éramos pareja, pero seguíamos juntos de alguna manera … nuestros lazos no se habían roto.

* * *
Justin no había hablado en dos horas. La situación había pasado a ser incómoda para mí hacía mucho rato y no tenía idea de como romper el hielo. Justin seguía conduciendo como si nada. ¡Tampoco fue para tanto decirle que lo aceptaba tal y como era! No era un chico perfecto, posiblemente pocas personas querrían acercarse a él sabiendo de lo que es capaz, pero yo seguía a su lado porque lo conocía a fondo, como nadie lo había conocido antes.

En ese instante empezó a sonar “What Goes Around” de Timberlake en la radio. Torcí los labios irónicamente. Justin apretó los suyos. Yo nunca lo había visto cantar, tampoco creía que lo fuera a hacer … pero a mí me apetecía soltarme en algunas estrofas.

You know I gave you the world, you had me in the palm of your hand […] I just can't seem to understand, thought it was me and you, baby. Me and you until the end but I guess I was wrong. Don't wanna think about it, I'm just so sick about it. […] Just so confused about it. Feeling the blues about it. I just can't do without you.

Miré a Justin especulativamente. Ambos sabíamos que esa canción se hubiese ajustado mucho a ciertos momentos de nuestra relación. Esas frases me salieron del alma. Así me sentía. Empecé el estribillo. What goes around, goes around, goes around comes all the way back around.

La siguiente parte venía a ser exacta para describir nuestra separación. You said you were moving on now and maybe I should do the same.
  • Te encanta hacerme sentir el malo de la película – protestó apretando el manillar.
  • ¿De qué hablas? Solo estoy cantando – me burlé.
  • Como dice la canción, dónde las dan las toman – señaló – Ten cuidado, nena.
  • ¿Eso es una amenaza, Justin Bieber?
  • Advertencia, nena, solo una advertencia – sentenció – Falta poco para que lleguemos.
  • ¡Ya era hora! – canturreé – ¿Vamos a Virginia?
  • West Virginia. Hay un sitio que te encantará, nena.
La sonrisa que dejó escapar fue tierna, juvenil, la propia de un adolescente. Pude contemplar un Justin rejuvenecido … sin poder contenerme yo también sonreí.
  • Siempre me llamas “nena” – dije al fijarme en ese pequeño detalle.
  • ¿Te molesta? – torció el gesto.
  • No, de ti no. Eres el único del que me gusta.
  • ¿Por qué? No es algo tan malo … Aunque me gusta ser el único en algo para ti.
  • No lo sé – me encogí de hombros – creo que es porque cuando me llamas así es señal de que estás animado. Cuando estás serio me llamas, ____. Lo dices incluso con irritación – bufé.
  • No me había dado cuenta de eso – la sonrisa seguía acompañando su rostro – mi nena.
  • No te pases – lo amonesté – no soy de nadie.
  • Tu vida es solo tuya, soy consciente de ello – asintió – Ahora más que nunca tomas tus propias decisiones sin importarte lo que piense yo o los demás … aunque aún necesitas ayuda para seguir adelante – dijo más para sí mismo que para que yo lo escuchara.
  • ¿De qué hablas?
  • _____, eres incapaz de sostenerte por ti sola, necesitas gente a tu alrededor en la cual apoyarte. Eres …
  • ¿Esto viene a ser un reproche a que me juntara con Zayn? – lo interrumpí incrédula – No creí que fueras tan … – no pude encontrar una palabra para definir el rechazo que sentía por él en ese momento – Puedo vivir sola perfectamente. ¡La cuestión es que tú me dejaste de la noche a la mañana! ¡Sin luchar! ¿Recuerdas? Zayn fue un amigo cuando lo necesité, y necesité su apoyo por tu culpa. ¡Asume las consecuencias de que te fueras! Yo siempre fui una chica independiente, no me vengas a decir ahora que soy dependiente de mis amigos, ni de mi familia, ni de Zayn, ¡ni mucho menos de ti! – alcé la voz.
Crucé mis brazos acomodándome en el asiento. Justin apretó la mandíbula y aceleró el coche. Ni siquiera me di cuenta de como había cambiado nuestro humor de un momento a otro. Todas las conversaciones tenían riesgo de acabar en peleas por cualquier detalle. Si no era él quien opinaba distinto a mí, era yo quién se molestaba por sus irritantes comentarios.

Aumenté el volumen de la música para no escuchar nada más que eso, y no dejar a Justin responder.

Minutos después Justin tomó un desvió de la autopista y condujo por una carretera. Pasamos varios kilómetros sin hablarnos. El camino era empinado, con curvas. Estábamos ascendiendo por una montaña y las vistas eran de vértigo.

El bosque era de un fabuloso color verde que aportaba vitalidad.

Cuando al fin detuvo el coche, bajó escopeteado para abrir mi puerta. La carretera para el coche se había terminado y tocaba caminar.

Miré mis finos zapatos con pesar. Un camino escarpado no era muy acorde con los tacones. Como si me leyera la mente, Justin abrió el maletero y sacó una bolsa que me tendió.
  • Estaban en mi departamento. Iba a devolvértelas en algún momento, pero siempre se me olvidaba – se rascó la nuca con nerviosismo – Lo siento.
  • No pasa nada – abrí la bolsa para descubrir mis cómodas zapatillas de Adidas – ¿queda algo más de mi ropa en tu casa? – pregunté apoyándome en el coche para quitarme un zapato y reemplazarlo por una zapatilla.
  • No. Bueno, sí … – una sonrisa pícara surgió desde su interior – Pero ya la recogerás personalmente – me sujetó del codo para que no me cayera mientras cambiaba mi calzado.
  • ¿Ropa interior? – adiviné. Justin asintió con algo de timidez, aunque las comisuras de sus labios estaban curvadas en diversión.
  • Será mejor que nos demos prisa – tomó mi mano – hay que subir un poco y después bajaremos por un atajo – explicó entusiasmado.
  • ¿Qué hay arriba? – seguí sus pasos.
  • Ya lo verás, no seas impaciente.
Las vistas eran increíbles. Un río atravesaba el valle que formaban las montañas. Lo cruzamos por un puente. Los pájaros cantaban libres en la hermosa naturaleza. El sonido del viento y la brisa sobre nuestros rostros era revitalizante. Ascendíamos y ascendíamos sin pausa. Agradecí estar en forma para no ralentizar el ritmo de Justin. Empecé a entusiasmarme cuando llegamos a un saliente de imponentes rocas.

Corrí hacía el acantilado. El viento sopló revolviendo mis cabellos sueltos de la coleta. No recordé haber tenido una sensación más intensa que la que sentí en ese momento. La adrenalina por estar al borde de un precipicio, sentirme libre, sentir que no había nada que me impidiera ser feliz … y entonces Justin rodeó mi cintura apoyando su barbilla en mi hombro y todo se sintió aún mejor.
  • Ten cuidado, nena.
  • Esto es precioso – siseé.
  • Lo sé – apretó su agarre a mi cintura y besó mi hombro – aquí fue donde te eché más de menos … cuando me fui y encontré este sitio – me tensé y crucé mis brazos para que mis manos se aferraran a los brazos de Justin – Aún te echo de menos – tragó saliva.
  • Las cosas ya no son como antes – reconocí – pero aún me tienes aquí, no deberías sentirte así – me giré sobre mis talones. Justin dio un paso atrás llevándome con él para alejarme del filo de las rocas – Esto es perfecto – sonreí.
  • Tú eres perfecta para mí – pegó su frente con la mía – quédate conmigo. Puedo hacerte feliz aquí. Todos nuestros problemas pueden terminar con que aceptes huir conmigo – dijo con su voz aterciopelada y sensual – Tú y yo juntos, sin nada ni nadie que se interponga.
  • No es tan fácil, Justin – rodeé su cuello con mis brazos y apoyé mi cara en su pecho – nada es tan fácil. Todo se acaba complicando cuando vas por el camino fácil. Quiero terminar con todo de una vez y cuento con que me ayudes … pero no me presiones.
  • Algo me dice que te vendría bien gritar – sentí la vibración de su pecho por la ligera carcajada – estás estresada.
  • No voy a gritar – me separé de él negando.
  • Ya lo veremos – sonrió tomando mi mano y empezando a correr.
Corrí tras él. Parecíamos niños divirtiéndonos, corriendo por el campo. Floreces diminutas cubrían el camino por el que íbamos. Al ascender varios metros a toda prisa llegamos a unos bancos oxidados. A cierta distancia había una torre. Arriba de esa torre había dos poste con poleas y cables que atravesaban al otro lado del río. Negué sabiendo lo que pretendía Justin.
  • ¡Tú estás completamente loco! – una risa histérica surgió de mi boca por el nerviosismo.
  • Oh, sí que lo estoy, y mucho – sonrió – Pero créeme, esto será divertido.
  • No voy a tirarme con una tirolina hacia abajo de este valle. ¡Es peligroso!
  • Pues yo lo voy a hacer – empezó a subir las escalerillas de la torre.
  • ¡Justin! – chillé.
  • Oh bajas con la tirolina o vuelves andando sola – dijo colocándose la silla y los seguros con las cuerdas.
  • No puedes hacerme esto – subí rápido las escalerillas – Justin – gemí temerosa – está muy alto – cogí su mano para detenerlo.
  • Oh, nena – sonrió soltándose de mi agarre – mírame.

2 comentarios:

  1. No me dejes asi porfa.....Siguiente yaaaaaa!!!. Me encanta de verdad...porfa no tardes

    ResponderEliminar
  2. SE VAN A ESCAPAR JUNTOS???!!!!!!! pos k lo agan :)

    ResponderEliminar