viernes, 31 de mayo de 2013

Capítulo 4: No Soy Como Los Demás

 Desperté a medio día. O más bien había estado dando vueltas en la cama hasta medio día. No tenía ningunas ganas de levantarme y las nubes en el cielo me desanimaban aún más.
Mi padre hacía horas que se había ido, sin embargo, aquello no cambiaba mis ganas de quedarme en la cama.
Miré atentamente al techo esperando encontrar algo interesante hasta que recordé que en cinco horas Jason vendría a buscarme. Sin saber muy bien porqué, aquello subió un poco mi ánimo. Agarré mi móvil y puse mi música preferida. No había otra cosa que me entendiera mejor que la música. Ella junto a unos auriculares en la soledad, eran el mejor refugio para no sentirte tan incomprendida. Millones de personas se podían sentir identificadas con la misma canción que yo, y aquello me hacía sentir mejor. Me hacía sentir más humana. Muchas veces era como si simplemente fuera un bicho raro y nunca fuera a salir de aquel caparazón.

Finalmente, con mucha fuerza de voluntad, salí de la cama y empecé a recoger mi cuarto. Con mi móvil en la mano y la música a todo volumen, bajé a la planta baja y fui a la cocina. En el frigorífico seguía la cena que le había dejado a mi padre. Me encogí de hombros y la saqué para empezar a comer en silencio con la gran soledad que me rodeaba. Para sentir menos el vacío de la casa, encendí la televisión y empecé a mirar cosas sin sentido. Apenas podía prestar atención a los programas que se emitían … eran tan surrealistas que me asqueaban.
Apagué el televisor y volví a mi cuarto para hacer la poca tarea que me habían mandado aquella semana en el instituto.
Cuando terminé me miré al espejo. Llevaba la misma ropa que el día anterior. La herida aún estiraba un poco por el lugar en el que estaba y lo mucho que tendía a mover la rodilla, sin embargo estaba cicatrizando bien. Me la volví a desinfectar y la tapé tal y como había hecho Jason el día anterior. Me dirigí al armario y cogí lo primero que pillé. Unos vaqueros, una camisa negra y unas converse negras. Mi pelo castaño y liso caía hasta los hombros. Mis ojos verdes se veían contorneados por las bolsas de llorar. Tenía mal aspecto y quería estar medianamente presentable para salir. Me puse varias capas de maquillaje hasta que las marcas de mis ojos quedaron difuminadas.
Me miré varias veces al espejo. No era una chica atractiva, de hecho era bastante vulgar, como otros dirían, una chica del montón.
Sonó el timbre y miré el reloj. Aún quedaba media hora para las cinco. Bajé las escaleras acelerada y abrí la puerta sin pensar muy bien quién podría haber detrás. Me había dejado llevar por la excitación. Nunca solían llamar a mi casa.
Ver unos ojos mieles y una sonrisa en el rostro de aquel chico hizo que mi día se animara ligeramente. Lo miré extrañada por llegar temprano.

  • Llegaste media hora antes – comenté.
  • Hola a ti también, nena – se burló – Me alegro de verte – torció su sonrisa.
  • Lo siento – me sonrojé – Yo emmm …
  • ¿Te interrumpí haciendo algo?
  • No, no – sonreí – Me falta coger unas cosas y estoy lista.
  • ¿Me dejas pasar? – abrí los ojos. Ni me había dado cuenta de que lo había dejado en la calle, pero sinceramente no era buena idea dejarlo entrar.
  • Espérame aquí, ¿vale? Vuelvo enseguida – sonreí a modo de disculpa y cerré la puerta.

Corrí a por mi bolso y metí el móvil y algo de dinero. Regresé a la calle en un minuto y vi a Jason dentro del coche. Me acerqué despacio sin saber muy bien qué hacer o qué decir. Me apoyé en la ventanilla abierta del lado del copiloto y miré a Jason.

  • ¿Puedo entrar?
  • Me lo estoy pensando – dijo serio – No me dejaste pasar a tu casa.
  • Si me dejas subir te explicaré el motivo – torcí mis labios haciendo un gesto de disgusto y me miró alzando una ceja – Es por los vecinos, Jason.
  • Vamos, pasa - rodó los ojos - No me gusta hacer sentir mal a una chica – se mofó.

Entré rápido y me senté a su lado. Jason aceleró rápidamente y en segundos estuvimos fuera de la calle donde vivía. Traté de acomodarme en el asiento y ajustar el cinturón. Aquel chico conducía como un loco su flamante coche y le encantaba la velocidad.

  • Bueno, Cooper …
  • No me llames Cooper – le corté – No gusta que me llamen por mi apellido. Lo detesto – sacudí la cabeza – Si vuelves a hacerlo, yo te llamaré Bieber.
  • Me gusta mi apellido – sacó la lengua como un niño pequeño. Rodé los ojos – Cooper es un apellido que suena bien, ¿por qué no te gusta?

Me mordí el labio sin saber que decir. Realmente lo detestaba porque tenía que ver con mi padre y yo no tenía nada de él salvo aquel miserable apellido. Lo odiaba. Si no tenía nada de Greg Cooper, ¿por qué tenía que gustarme ese lazo? Sin embargo, no quería contarle aquello a Jason.

  • No me gusta, punto – corté.
  • Vale, entonces … ¿Coops? – siguió burlándose sin importarle mi mal humor – Me gusta, digo me suena a algo así como mi cooperadora* amiga – siguió riendo por la ironía.
  • Lo prefiero. Mi padre se retorcería si escuchase esto, así que mejor que Cooper … – suspiré.
  • Así que … ¿no te gusta tu apellido porque viene de tu padre? – adivinó.
  • Olvídalo – esquivé su mirada – Pero si vas a acortar mi apellido yo acortaré el tuyo, Biebs.

Sin saber porqué, Jason tensó la mandíbula y apretó su agarre al volante. Lo miré atentamente y supe que algo andaba mal.

  • Siento si a veces soy un poco cortante. Yo …
  • No, no es eso – me sonrió y sentí que volvía a relajarme – a eso ya me estoy acostumbrando – se mofó – Lo que pasa es que … – volvió a ponerse serio – mi madre me llamaba así. Igual que a mi padre – torció los labios recordando.
  • Lo siento, no volveré a hacerlo – dije arrepentida de verdad.
  • No, está bien. Llámame Biebs, también puedes decirme Jase – me guiñó.
  • No te gusta llamarme ____ ¿Verdad? – adiviné. Él frunció el ceño mientras seguía conduciendo – Se te hace raro llamarme igual que se llamaba tu madre.
  • Un poco – admitió – ¿Cómo te gusta el café? – preguntó aparcando el coche.
  • Con crema y caramelo.
  • Iré a comprarlo – dijo abriendo la puerta.
  • Jase, ¡espera! – se volteó preguntando que quería con la mirada – Toma dinero – dije rebuscando en mi bolso.
  • No te molestes, nena. Yo invito – sonrió.

Salió del coche y me dejó sola mientras lo esperaba. Revisé mi móvil y me puse algo de música con los auriculares. Aquel chico tenía un buen problema con mi nombre. Miraba a través de la ventana viendo a la gente pasar con compras en las manos, maletines de trabajo … manos entrelazadas. Me pregunté que había visto mi madre en mi padre para casarse con él o si él había cambiado demasiado como para que yo le viera el potencial que debería tener un hombre para una posible mujer. Negué con la cabeza intentando no obsesionarme demasiado con aquel tema.
Noté una mano en mi oreja quitarme un auricular. Me giré sobresaltada y vi a Jason.

  • ¿Qué escuchas? – preguntó curioso.
  • Música – respondí y rodó los ojos por la respuesta del año. Reí un poco – Es una versión acústica de Broken Strings – dije sacando los auriculares para compartir el sonido – Esta es solo con guitarra, pero yo puedo hacer una versión en piano.
  • ¿Tocas? – se sorprendió.
  • Sí, bueno … tocaba. Hasta que se rompió el piano – suspiré recordando el día en que mi padre rompió el piano electrónico que tenía – Aprendí de pequeña con mi abuela – expliqué.
  • Yo toco la guitarra – torció los labios y me tendió una bolsa con los cafés – Ahora nos vamos al cementerio.
  • Jase – siseé – No hace falta que hagas esto. Sé de sobra que es extraño irse a un cementerio para hablar. No soporto que actúes con tanta naturalidad con esto cuando en verdad estarás pensando que soy la tipa más rara con la que te has encontrado. Así que … mejor vamos a un parque o lo que sea que haga la gente normal.
  • Quiero entenderte – contestó rápido – Es curioso que te sientas relajada en un cementerio – sonrió – sí, eres rara – se encogió de hombros – pero yo no soy de los que hace cosas normales, por eso lo llevo con naturalidad. Te lo dije ayer, puedo ser tan anormal como tú – se burló.
  • ¿Hay algo que te tomes en serio? – rodé los ojos.
  • Lo he dicho totalmente en serio, Coops – arrancó el coche.

Me crucé de brazos enfadada por no entender a aquel chico. De algún modo quería saber porque no corría lejos de mí como haría cualquier persona normal. “Él no es normal” Me rectificó mi fuero interno. Ciertamente, no lo era. Y eso me gustaba bastante. Más allá de su espléndido físico, su carácter y aura de misterio por lo desconocido que me resultaba, era lo que me hacía verlo atractivo.

Miré a Jason conducir concentrado. Sus ojos relucían con los inclinados rayos de sol. No era normal en mí ver a un chico como algo más que un simple andante más del mundo.

  • Por cierto, ¿cómo está tu herida? – preguntó.
  • Bien. Molesta un poco, pero no es grave.
  • Me alegra.

Jugueteé con mis dedos nerviosa por no saber que más decir en ese momento. Tenía ganas de patear al profesor Collins porque se le ocurriera aquella grandísima idea de hacer este trabajo.

  • ¿Y qué tipo de música te gusta aparte de la guitarra? – pregunté por romper el hielo.
  • R&B, algo de rock, electrónica … de todo un poco – se encogió de hombros.
  • Como a mí – coincidí asintiendo.
  • Esto va a parecer un pu*to cuestionario – masculló entre dientes. Reí por lo bajo por su mal humor. Él tenía razón.
  • También puedo preguntarte cuáles son tus colores, números o mes preferido – reí bromeando – O mejor aún, cuando es tu cumpleaños.
  • Rojo, el seis, julio y uno de marzo – respondió a cada pregunta con pesadez – ¿Alguna vez has salido o hablado con alguien que no fuera del instituto?
  • No. Soy una chica solitaria y antisocial – me resigné ya bromeando.
  • Hasta ahora, porque ahora estás conmigo – torció su boca y yo mordí mi labio – Te muerdes el labio cada vez que estás nerviosa. Voy a tomar nota para el trabajo – me guiñó. Me cuadré de hombros. Estaba perdiendo conciencia de que estábamos haciendo un estudio el uno del otro – ¿Te da miedo que por una vez que estás con alguien sea con alguien como yo?
  • ¿Qué debo temer de ti según tú? – abalancé mi pregunta antes de siquiera meditarlo.
  • No soy como los demás. Me meto en más líos, tengo asuntos familiares secretos …
  • Eso no es muy diferente a mí – musité.
  • Así que somos el uno para el otro – dijo en tono tierno y burlón. Sabía que era una broma, pero agaché la cabeza avergonzada porque yo misma había ironizado aquello en mi interior – De todos modos … ¿en qué líos te puedes meter tú? – se mofó – Tú eres una niñita inocente – enarqué una ceja ante él.
  • Seguramente mis líos no son como los tuyos, pero el simple hecho de que esté aquí contigo ya es motivo de un buen castigo para mi padre – me encaré.
  • Con carácter – musitó – me gusta … – eso último lo dijo en un tono casi imperceptible pero que alcancé a escuchar junto con su sonrisa socarrona – Ya hemos llegado.

Miré a mi alrededor. Justo cuando vi la verja negra que daba a la entrada del cementerio me tensé. No solía ir allí más de una vez por semana y siempre iba sola. No sabía bien como iba a enfrentar aquello y tampoco estaba segura de estar haciendo bien en llevar a mi lugar predilecto a un desconocido como lo era Jason …
En cuanto paró el coche, me quité el cinturón de seguridad y puse mis pies en la acera. Jason llegó pronto a mi lado y caminamos juntos hacia el interior del silencioso y solitario lugar de descanso para los muertos.

  • ¿Dónde quieres que hablemos? – preguntó mientras caminábamos.
  • Hay una colina por allí – señalé – Allí solo hay hierba seca y se ve todo – lo guié.
  • ¿Vienes a menudo?
  • Cada viernes – lo miré. Su mandíbula se había tensado. Supuse que quería una explicación pero no se atrevía a preguntar – Mi madre murió por mi culpa – susurré.
Jason se detuvo y me miró estupefacto. No sabía muy bien porque acababa de decir aquello pero era lo que realmente sentía. No quería llorar, no frente a él. Ni sola. No quería volver a llorar nunca más, pero tenía la sensación de que todavía me quedaban muchas lágrimas por derramar.
  • Sea como sea que muriese tu madre, no creo que ella te culpara – dijo Jason en tono solemne. Agaché la cabeza y él con sus dedos pulgar e índice me alzó el mentón – Sé lo que sientes, pero no tienes que venir a torturarte cada semana visitando este sitio por sentirte culpable. Nada de eso arreglará lo que ha pasado.
  • No es una tortura – corregí negando con la cabeza y librándome del contacto con sus dedos. Seguí caminando y empezamos a subir la pequeña colina – Me gusta hacerlo. No conocí a mi madre, murió a los pocos días de que yo naciera – conté.
  • ¿Qué parte de culpa tienes tu ahí? – dijo sarcásticamente mientras se sentaba en la hierba. Me puse a su lado para acompañarlo y mirar el panorama. El sol estaba inclinado y se veían los bosques a las afueras – Es una vista extraña, pero a la vez agradable – reconoció. Yo asentí aprobando lo que veíamos – Cuéntame más – siseó.
  • Mi madre estaba enferma, le recomendaron que abortara cuando quedó embarazada. No lo hizo – rodeé mis rodillas con los brazos y apoyé la barbilla en ellas mirando el horizonte y evitando la mirada de Jason – Mi padre no quería que yo naciera porque mi madre iba a quedar muy débil, pero la mayor ilusión de ella era tener un hijo. No pudo estar conmigo ni dos días cuando nací. Después de perder todas las fuerzas tras el parto, falleció y mis abuelos se hicieron cargo de mí.
  • ¿Tus abuelos? ¿Y tu padre? – se extrañó.
  • Él me odia, me culpa de todas sus desgracias – negué con la cabeza haciendo una cortina con mi pelo para taparme la cara mientras escondía el rostro entre mis piernas – Nunca quiso saber de mi existencia hasta que empecé el instituto.
  • Fue entonces cuando llegaste aquí y te inscribieron en nuestro instituto – asimiló. Yo asentí – ¿Conoces a tu padre desde hace solo cinco años? – preguntó incrédulo.
  • Él es mi tutor legal desde siempre, pero siempre se fió de que mis abuelos me cuidaran. Desde los doce se dedica a hacerme la vida imposible – sacudí la cabeza y lo miré para ver su rostro – No sé porqué te estoy contando todo esto – admití – No es algo que debería contar, ¿sabes? Por lo menos a los vivos – ironicé.
  • Vienes aquí para desahogarte en la tumba de tu madre – adivinó.
  • De alguna manera me siento más conectada con ella así. Mi abuela me contaba cosas de ella y me enseñó fotos, pero desde que mi padre me trajo con él ya no sé nada de ella ni de mi abuelo. Podrían haber muerto y ni siquiera haberme enterado – musité.

Volví a ocultar mi rostro entre las rodillas. Las lágrimas iban a emerger y no quería que nadie me viera. Sentí una mano en mi espalda intentando darme apoyo pero aquello a lo primero que me empujó fue a derramar la primera gota de agua desde un ojo.
  • No debí contarte esto – siseé para mí – Jamás debí contárselo a nadie.
  • Tranquila ____ – dijo mi nombre suavemente – Escúchame, no puedes guardarte todo para ti sola. Eso no es bueno – musitó – Te prometo que yo no contaré nada a nadie.
  • Gracias – susurré ahogando un sollozo.

Sin previo aviso sus brazos me rodearon por encima de mis brazos y me llevaron a su pecho. No sabía muy bien que hacer. Por mi mente se planteaba la posibilidad de alejarme y no aceptar su ayuda, pero el calor que emanaba su camiseta y la tranquilidad que me daban sus caricias ascendentes y descendentes por mi espalda provocaron que mi cuerpo rogara que me quedase ahí para siempre. Las lágrimas cesaron inmediatamente. El alivio de tener a alguien a mi lado me invadió. Mi respiración se amortiguó poco a poco y después alcé el cuello para mirar tímidamente la cara de Jase. Sus ojos mieles hallaron los míos y me regaló una sonrisa amistosa.

  • ¿Mejor? – asentí sonrojada – Bien, porque pienso llevarte a ver a tus abuelos – sonrió.
  • ¿Q-qué? – tartamudeé.
  • Lo que oyes – me liberó de su abrazo y se levantó para tenderme su mano y ayudarme a incorporarme – ¿recuerdas dónde viven? – asentí sin estar muy segura – Vamos.   

    *Coop traducido al inglés es "Cooperativa". 

miércoles, 29 de mayo de 2013

Capítulo 3: Un Poco de Rarito y Otro Poco de Normal

Apoyándome en su hombro, Jason me sostuvo y me guió hasta el salón para sentarme en el sofá. Él me estudió de pie y salió un momento para volver con las gasas y el alcohol. Se sentó a mi lado y me miró con media sonrisa. Me incliné para coger de sus manos lo que había traído y me lo retiró.

  • Yo te curaré – me miró severo – pon tu rodilla sobre mis piernas.
  • ¿Quién te crees que eres? – enarqué una ceja.
  • No soy nadie, solo intento ayudarte. Quizás así confíes un poco en mí – sus ojos encontraron los míos. No supe lo que me transmitió, pero algo me decía que le hiciera caso.
  • Me acabas de decir que hago bien en no confiar en ti – respondí poniendo la pierna sobre las suyas mientras aguantaba mi peso con las manos sobre el sofá.
  • Una cosa es lo que está bien. Otra lo que yo quiera conseguir – su tono orgulloso y confiado de sí mismo me repelieron – Por lo general hago lo contrario a lo que está bien. ¿Y tú?

Esparció un poco de alcohol sobre la herida y gemí de dolor echándome hacia atrás y tumbándome en el sofá sin poder aguantar la punzada en la rodilla. Sentí que Jason soplaba sobre la superficie para aliviar el escozor. Después colocó una gasa y la pegó con esparadrapo. Suspiré.

  • Gracias – dije avergonzada de que alguien me hubiera visto en esas condiciones.
  • No es nada – ladeó la cabeza – ¿Vas a contestar mi pregunta?
  • Yo … hmmm, bueno … Suelo cumplir las normas – me incorporé y me encogí de hombros.
  • Eso es aburrido – torció sus labios con maldad.
  • En resumen, soy aburrida – bufé. No es que estuviera ofendida, era la verdad. Sin embargo algo en mi interior quería que yo le resultara interesante a aquel chico y me sentí decepcionada conmigo misma.
  • Puedes aparentar eso – contestó – Yo creo que no has tenido la oportunidad de demostrar de lo que eres capaz.
  • ¿Propones que te lo demuestre a ti? – volví a alzar las cejas con algo de burla.
  • Te saldrá solo, sin ni siquiera intentarlo – se levantó del sofá y me miró desde arriba – ¿Quieres quedar mañana?
  • No tengo nada que hacer – me encogí de hombros – Salvo conocerte para ese dichoso trabajo de ética – torcí los labios – ¿Qué quieres que hagamos?
  • No suelo salir con chicas como tú – sonrió – Mejor elige tú, no quiero asustarte con mi elección – tras su gesto de diversión, algo perverso se escondía en su rostro.
  • Mmm … yo directamente no salgo nunca con nadie – rodé los ojos – Lo que elijas tú será mejor – dije con cansancio por no saber como actuar y socializar.
  • _____, quiero saber lo que te gusta hacer. Quiero que seas tu misma y te sientas cómoda conmigo. Cualquier sitio, cualquier cosa con lo que te sientas relajada – rogó.

Pensé en el único lugar donde dejaba de fingir y me sonrojé por lo extraña que podía ser mi idea. Sacudí la cabeza para mí misma deshaciendo aquel pensamiento y volví a mirar los ojos de Jason. Su mirada exigía una respuesta sincera y estaba forzada a abrirme a aquel chico.

  • El cementerio – susurré agachando la cabeza.
  • ¿Qué? – demandó.
  • Olvídalo, será mejor que vayamos a tomar un café como cualquier persona normal diría – negué con la cabeza mientras observaba sentada el suelo.
  • ¿Has dicho el cementerio? – se agachó poniéndose en cuclillas entre mis piernas para alzar la cabeza y encontrar mis ojos avergonzados. Los cerré negándome a revelar lo que sentía – Puedo ser tan anormal como tú, ¿sabes? – desplegué los párpados y lo miré escéptica – Podemos ir al cementerio y … tomar un café – sonrió – Un poco de rarito y otro poco de normal – se burló.

Me sorprendí por su entusiasmo. ¿No se suponía que cualquier persona saldría corriendo en el momento en el que alguien le diría de ir a un cementerio para pasar el rato? No podía creer su desinterés en mis rarezas. En aquellos momentos no sabía si se estaba tomando muy en serio el trabajo de ética y que pasaría sobre cualquier cosa para aprobar o era posible que no le importa lo extraña que era y lo que pensara la gente al verlo conmigo.

  • ¿Aceptas o no? – me miró insistiendo en clavar sus pupilas sobre las mías.
  • Sí – asentí – claro que sí – torcí mis labios sin llegar a sonreír.
  • Entonces pasaré a por ti a las cinco – asentí aceptando la hora – Nos vemos mañana – se giró para marcharse y lo vi salir por la puerta.

Me quedé fijamente mirando el camino por donde se había ido. Aquel chico no era normal. Jason tenía tan poco sentido común como yo y eso era consolador por una parte, por el otro lado era totalmente inquietante porque lejos de que Jason fuera un chico corriente, él escondía algo que lo rodeaba de oscuridad.

Narra Jason

Después de haber estado casi toda la tarde con _____, regresé a casa extrañado de que hubiese realizado planes tan normales como salir con una chica … aunque teniendo en cuenta que sería en un cementerio, no podía decirse que fuera un plan muy normal. No importaba, _____ parecía una chica desconfiada del mundo entero. No sabía porqué, pero verla tan desafiante me hizo verla como un reto para que ella me diera una oportunidad de entrar en su vida e intentar conocerla.
Habíamos estado en la misma clase durante cuatro años y nunca habíamos hablado. Ella siempre había querido pasar desapercibida y se sentaba en un rincón, como yo. Aquello fue lo que atrapó mi atención sobre ella. Llevaba observándola tiempo y nunca había sido como hasta aquel día. Sin darse apenas cuenta, me había revelado que algo dentro de ella tenía ganas de salir y revelarse ante los demás. Después de todo, toda su vida callada y sin amigos tiene que ser algo irritante.

Paseé por casa y encontré a mi padre en el despacho donde solía trabajar mi madre. En aquel momento recordé porque estaba evadiendo a mi familia. Mi padre estaba destrozado desde hacía dos semanas y parecía no querer recuperarse y salir del profundo pozo en el que se había escondido.
Toqué a la puerta y entré. Él alzó la cabeza y me miró intensamente para después servirse algún tipo licor en un vaso. Sabía por sus ojeras que llevaba ahí muchas horas.

  • Hola papá – saludé.
  • Hola Jason – respondió con voz ronca – ¿Qué tal tu día, hijo?
  • No estuvo mal – me encogí de hombros – ¿y tú que hiciste?
  • Nada, estuve aquí todo el día – me tendió el vaso invitándome a echar un trago. Negué con la cabeza y cogí el vaso para alejarlo de él – ¿Qué haces, Jason? – se irritó.
  • No puedes pasar los días aquí, papá. Tú nunca te emborrachas, tú siempre has sido fuerte.
  • Dejé de serlo cuando perdí a tu madre – me recriminó. Una punzada me atravesó el pecho. Yo sabía muy bien que mi madre había tenido el supuesto accidente cuando iba a recogerme del colegio y me sentía culpable de ello.
  • Mamá no querría verte así – mi hermana surgió detrás de mí para respaldarme – Si sigues así esta casa se va al infierno, papá. Literalmente – mi padre la miró con cautela – eres Justin Bieber, ¿crees que tus enemigos no saben que estás pasando por un momento de debilidad?
  • No te permito que me hables así, Janelle – se levantó mi padre – Tu madre nunca hubiese querido que te metieras en mi trabajo así que mantente al margen – advirtió.
  • ¿Cómo quieres que nos quedemos a un lado cuando no estás haciendo nada? – pregunté yo – ¡Sabes como yo que lo de mamá no fue un maldito accidente! – grité.
  • ¿Y qué quieres que haga? ¿Crees que es tan fácil averiguar quien lo hizo y vengarse? Le prometí a vuestra madre que cuidaría de vosotros – quedó pensativo por un momento. Enmudeció y vimos sus ojos hincharse en sangre – Voy a cumplir mi promesa a partir de hoy – pareció recapacitar – Siento haberos abandonado estas dos semanas, chicos. Vosotros estáis tan mal como yo – reconoció – Las cosas van a cambiar – sentenció.
  • ¿Vas a vengar la muerte de mamá? – se alarmó Janelle. Antes de que mi padre diera una respuesta, mi hermana soltó su torrente de palabras – No papá, no te metas en más líos – sollozó – Ya perdimos a mamá como para que te perdamos ahora a ti.
  • Janelle, tu madre nunca se metió en mis asuntos pero de todos modos me dejaba actuar a mi manera. Ella sabía perfectamente como era mi mundo. Sabía lo peor de mí y nunca quiso que vosotros vierais aquello – hincó un codo en la mesa y tiró de su cabello hacia atrás en desesperación – Tenéis que alejaros de todo esto. Para empezar, nos mudaremos. Tienes razón cuando dices que esta casa va a ir al infierno.
  • No puedes vender esta casa – musité. Ambos me miraron – Aquí están todos nuestros recuerdos como familia. No quiero alejarme de ellos – expliqué.
  • Yo tampoco – contestó mi padre – Nos iremos a mi apartamento de la ciudad. Este sitio ya no es seguro. Está alejado de todos sitios y para estar seguros necesitamos bullicio a nuestro alrededor … al menos por el momento – susurró.
  • Papá … yo prefiero irme con Christian – sugirió Janelle.
  • ¡Ni creas que te voy a dejar ir con tu novio así por las buenas! – gritó mi padre.
  • ¡Tengo la misma edad que cuando tú y mamá me concebisteis! – le echó en cara – Solo prefiero vivir tranquila con mi pareja antes que estar presente en los líos en los que te vas a meter – explicó más calmada para que mi padre entendiera.
  • No me fío de ese chico – se quejó. Una vez más quedó en silencio, supuse que en ese momento echó de menos a mi mamá – Pero tu madre tenía razón, ya eres mayorcita – siguió nostálgico.

Janelle se acercó a mi padre y rodeó sus hombros cariñosamente. Mi padre me miró y supe que estaba invitado a unirme. Los abracé a ambos intentando recordar el calor que podía sentir con los abrazos de mi madre. No sabía cuanto tiempo llevábamos sin acercarnos a mi padre. Desde el funeral habíamos estado muy distantes, pero parecía que una vez más podríamos ser una familia unida, tan solo con la pieza faltante que era la figura materna.

Narra _____

Terminando de tomar mi cena y guardando los restos en la nevera como había mandado mi padre, me dirigí a mi cuarto para encerrarme y evitar el encuentro entre mi espléndido padre y yo.
Tirada en mi cama e intentando dormir, repasé lo último que había pasado en el día. Recordé cuando le dije a Jason que había vivido con mis abuelos … los echaba de menos. Hacía mucho tiempo que no los veía porque ellos vivían lejos y mi padre nunca estaba dispuesto a llevarme a ningún sitio, mucho menos a la montaña.

Escuché ruidos abajo y cerré los ojos. Escuché las botas de mi padre arrastrarse por el pasillo. Cuando lo sentí subir las escaleras me sentí amenazada. Noté la puerta entreabrirse y yo simulé estar dormida.

  • ¿Por qué demonios finges? – espetó – Es muy temprano para dormir.

El tono de su voz me advirtió que estaba bebido. Aquello lo hacía posiblemente más agresivo de lo que podía ser. Empezaba a asustarme.

  • No fingía. Solo intentaba conciliar el sueño – expliqué.
  • ¡Escusas! – reclamó – ¡Me evitas! – era algo que hacía siempre, no sabía de que podía extrañarse por borracho que estuviera – ¿Con quién estuviste hoy, eh?
  • ¿Q-qué? – tartamudeé. No entendía nada – Solo fui al instituto – aseguré incorporándome en la cama. Lo miré y me sentí acorralada por su mirada.
  • ¡No mientas, perra! – gritó – El vecino te vio entrar con alguien a casa.
  • Yo, yo … Me caí, él me ayudó a llegar. Solo eso – dije a toda prisa.
  • ¡Eres una inútil! – hundí mi cabeza entre mis rodillas – ¡Fuiste el mayor error de mi vida! ¡¿Lo entiendes?! ¡Eres débil y no sirves para nada!


Dicho aquello se giró orgulloso y salió dando un portazo tras de sí con el que me encogí de miedo. Mi cuerpo empezó a dar sacudidas y me recosté hundiendo mi rostro en la almohada. Amortiguando los sollozos, borrando las lágrimas al segundo que salían y evitando por todos los medios que mi padre me escuchara llorar. Sobre todas las cosas, si me oía, le daría el gusto de restregarme que tenía razón en cuanto a que era débil. Lloraba todas las noches y si él lo hubiera sabido me habría dado ya una paliza. Yo había sido lo peor que había acontecido en su vida y siempre me iba a despreciar.  

lunes, 27 de mayo de 2013

Capítulo 2: Los Misterios Son Atractivos

Las clases habían pasado medianamente rápidas. Después de salir del instituto decidí ir al cementerio. Había parado de llover y caminaba solemnemente escuchando la música de mis auriculares. No pensaba mucho en todo lo que tenía que hacer en aquel fin de semana. Realmente tendría que haber quedado con Jason Bieber, pero por supuesto, era muy orgullosa como para regresar a decirle que teníamos que conocernos para el dichoso trabajo de ética.
Por el camino le quité una florecita a uno de los arbustos salientes de una casa. Con paso lento caminé hasta la tumba de mi madre.
El grabado en la piedra se veía claramente. REBECCA COOPER 1965-1996 Cada semana iba allí para hablar un poco, aunque estuviera a solas, de alguna manera sentía que el espíritu de mi madre me escuchaba.

  • Hola mamá – me senté frente a su lápida y jugueteé con la margarita en mi mano – Por fin vuelve a ser viernes – suspiré – Aunque no sé de que me alegro. Una vez más estaré encerrada en casa, aguantando los gritos de papá y luchando por no llorar. Ya sabes lo que pasa si me muestro frágil … Me pregunto que pasaría si tú estuvieras aquí – una lágrima asomó por mis ojos – Seguro que papá no sería el infeliz que es ahora. Posiblemente yo tuviera una vida algo más normal, incluso tendría amigos – sonreí enjugando mis lágrimas con el dorso de la mano – Es curioso que hoy que tuve la oportunidad de conocer a alguien profundamente por un trabajo de ética, me haya tenido que tocar con el chico más intratable – me burlé de mí misma – O al menos es lo que parece. Es mono … para que negarlo, pero da un poquito de mala espina – me quedé pensando varios minutos – Tengo miedo de mostrarme como soy, mamá. No quiero que nadie conozca nada de mí, no quiero que la gente se ría de mí o me discrimine por mi forma de ser o por lo que pasa en casa. Solo te tengo a ti, aquí, a tres metros bajo tierra para desahogarme y ni siquiera he oído tu voz una sola vez – sollocé – Solo aquí puedo ser un poquito más débil – dejé la flor sobre el césped – Aunque tampoco puede dejarme derrumbar mucho más tiempo. Volveré la semana que viene – prometí – como siempre …

Miré arriba hacia el cielo mientras me levantaba. Las nubes volvían a acumularse y amenazaban con descargar pronto. Volviendo a coger mi mochila para colocarla en mi hombro caminé hacia la salida. Mirando varias tumbas, nombres y fechas, me distraje al ver una figura de pie a unos metros de mí en el otro pasillo de lápidas.
Sin querer molestar a nadie seguí caminando pero me tropecé con una piedra que había de por medio y di un pequeño alarido. Maldije por dentro mientras me levantaba y me sacudía el polvo.

  • ¿Qué haces aquí?

Alzando la mirada vi los mismos ojos curiosos que había visto aquella mañana. Me sorprendí notablemente y me crucé de hombros.

  • Yo …
  • ¿Me sigues para conocerme o qué? – lo noté algo enfadado.
  • Si que eres irritante – dije inclinándome para ver subir mi pantalón hasta la rodilla. Me empezaba a molestar y supuse que me había hecho una herida con el tropezón – Que asco … – mascullé – Creo que hoy me levanté con el pie izquierdo – bromeé incorporándome de nuevo. Jason me miraba con una ceja alzada – No te persigo – aseguré.
  • ¿Y que hacías aquí? – su mirada me acusó.
  • ¿Qué hacías tú? – dije con sarcasmo.
  • Vine a … – sacudió la cabeza – ¡Que te importa! – clamó.

Lo miré estupefacta y después relajé mi rostro. Jason no era mucho más distinto que yo … solo que él tenía el dolor de haber perdido a su madre mucho más recientemente y yo ni siquiera la conocía.
De alguna manera, uno de los dos iba a tener que dar su brazo a torcer para empezar a llevar por el buen camino el proyecto de ética y conocernos.

  • Vine a ver la tumba de mi madre – reconocí – Yo … siento lo de la tuya – agaché la cabeza algo más tímida de lo que solía ser.
  • No quiero la lástima de nadie – dijo seco – No pienses que tú me la vas a dar a mí – su respuesta me vino de sorpresa. Lo miré incrédula.
  • No me das ninguna lástima, Jason – clavé mis ojos en los suyos – Tampoco busco causar pena a nadie. Como tú dijiste, soy una amargada sin vida social – recordé con rencor – Llevo mucho tiempo reservando mi vida para mi sola para que me digas ahora que busco tu estúpida lástima – dije con rabia dándome la vuelta.

Di dos pasos por el camino de salida y empecé a cojear por la herida. La vuelta a casa iba a ser larga. Empecé a quejarme internamente mientras daba cada paso con mi pierna derecha.
Sentí una mano en mi hombro y me giré seria.

  • Lo siento – susurró – Me he pasado.
  • ¿Qué importa? – pregunté más para mí que para él.
  • Te enfadaste, si que importa. Mi madre me decía que cuando una mujer se enfadara conmigo que intentase entenderla – sonrió con nostalgia – Lo diría por algo.
  • Hemos empezado mal – puse los brazos en jarras – Supongo que en mi caso es falta de práctica.
  • Eres una chica solitaria que viene a un solitario cementerio – sonrió un poco.
  • Ten cuidado Jason, me llevo mejor con muertos que vivos – advertí en un susurró divertida – digamos que hablan poco pero escuchan mejor que nadie.
  • Mi madre solía escucharme – se dio la vuelta y caminó hacia la tumba donde lo había visto antes. Cojeando me puse a su lado y vi la lápida. _____ Bieber. – Se llamaba como tú – dijo cuando leí su nombre – Por eso apunte en mi ficha que lo único que me gusta de ti es tu nombre – comentó sacando un papel arrugado del bolsillo y me lo tendió.

_____ Cooper, me encanta su nombre. Una chica sin vida social. Confusa. Finge ser alguien que no es, por eso parece amargada. Se vuelve histérica cuando no consigue lo que quiere. Esconde su cuerpo, ¿inseguridad?

  • No tienes miedo de lo que piense la gente de ti – asintió – Yo me mantengo al margen para evitar directamente que la gente piense algo de mí, sea bueno o malo.
  • ¿Te importa si vamos a tomar algo? – preguntó – Para seguir hablando en un sitio más cómodo – explicó.
  • ¿Pidiéndome una cita en un cementerio, Bieber? – le devolví la broma – Que macabro – bufé riendo ligeramente – Tengo que volver a casa, – señalé mi rodilla – duele.
  • Oh, claro. ¿Quieres que te lleve? – se ofreció – Tengo coche.
  • No quiero molestar …
  • No seas tonta, vas cojeando – se acercó a mí – Apóyate en mis hombros, ¿quieres?
  • Da igual, Jason – di un paso atrás y empecé a caminar por mi sola a la salida. Jason me siguió por detrás viéndome caminar. Entonces quitó la mochila de mi espalda para cogerla él y puso su mano en mi espalda para guiarme – Jason …
  • No voy a dejarte ir sola con la pierna así. Me sentiría fatal – me llevó hasta su coche, un flamante Porsche rojo – Pasa – abrió la puerta.
  • ¿Ahora eres un educado caballero? – alcé las cejas.
  • Empezamos a conocernos, nena – sonrió.

Me senté en el sillón de cuero negro. Era un coche lujoso. Supuse que su familia no tenía ningún problema económico si podían mantener un coche así para un adolescente. Jason se sentó a mi lado y metió las llaves en la ranura para encender el motor.

  • ¿A se dedica tu padre? – pregunté un poco descarada.
  • A la mafia – me puse tensa. Él empezó a reír – Eso te pasa por entrometida, nena.
  • Era una pregunta inocente – me crucé de brazos.
  • Nuestro objetivo es conocernos entre nosotros, no a nuestra familia – dijo más serio - De todos modos era una broma.
  • Ya - rodé los ojos - ¿Y sabes? Tienes razón ...  me gusta eso, nada de familia … no me gusta hablar de mi padre – dije mirando por la ventana – Espero que no esté cuando lleguemos.
  • ¿No le gusta que andes con chicos? – se mofó.
  • No te voy a revelar información de mi familia cuando tú no me dices ni siquiera la profesión de tu padre – reí – Ve por aquella calle – le indiqué – Vivo en Meyer Steet.
  • Ahí tienes un punto – reconoció girando una esquina – ¿Siempre has vivido aquí?
  • No. Hay una casa en medio de la nada en la montaña, entre el bosque – recordé mi infancia – allí vivía con mis abuelos de pequeña. Después crecí y mi padre me trajo aquí.
  • ¿Vivías con tus abuelos? – se extrañó.
  • Es difícil hablar de esto – reconocí intentando dejar atrás el tema – ¿Tú siempre estuviste en la misma casa?
  • Sí. Es la casa que eligieron mis padres al casarse y donde crecimos mi hermana y yo.
  • ¿Tienes una hermana? – pregunté curiosa.
  • Janelle. Tiene veintiún años está estudiando una carrera en psicología. Dice que yo le inspiro a ello – una carcajada surgió de mi interior – Vaya, no sabía que reías – me sonrió.
  • Yo tampoco – suspiré.

Y entonces me di cuenta. Me había reído. Una risa sincera. No tenía idea de cuanto tiempo había pasado desde la última vez que había reído libremente. Jason me miró y viendo la calle me di cuenta de que prácticamente habíamos llegado a mi casa.

  • Vivo en aquella casa – señalé. Jason aparcó frente a mi puerta poco después y entonces me recliné sobre el asiento quitándome el cinturón de seguridad – Gracias por traerme.
  • No hay de qué – respondió saliendo del coche. Lo miré extrañada hasta que llegó a mi puerta y la abrió – Apuesto lo que quieras que no puedes apoyar bien la pierna.
  • Un caramelo a que sí – bromeé intentando incorporarme. En cuanto puse el pie en el suelo e intente poner el peso en la pierna sentí una punzada de dolor. Jason me sostuvo bajo la cintura y me ayudo a salir del coche.
  • Me debes un caramelo – susurró poniendo mi brazo sobre sus hombros mientras cojeaba para llegar a mi puerta – Espera aquí un momento – me dejó apoyada contra la pared y volvió a su coche para coger mi mochila y echar el seguro al vehículo cuando lo cerró. Regresó a mi y me sostuvo la maleta para que sacara las llaves – ¿Te duele mucho?
  • Solo un poco. Ahora me curaré con algo – abrí la puerta y miré el interior. Después miré a Jason – ¿Quieres pasar? Creo que hay caramelos – seguí con la broma.
  • Sabes que necesitas ayuda con esa pierna – volvió a poner mi brazo sobre su hombro y me sostuvo por la cintura para pasar dentro – ¿Dónde tienes el baño?
  • Por este pasillo a la izquierda – musité – Si no estuvieras podría hacerlo sola, ¿sabes? Nunca he necesitado ayuda de nadie.
  • Cierto, pero te estarías muriendo de dolor. Primero porque habrías venido andando, segundo porque llueve, tercero porque ibas cargada de libros y cuarto porque desinfectar esa herida va a escocer – dijo con mala cara ayudándome a sentar en un banquillo del baño – Por algún motivo, el destino quiso que yo estuviera aquí.
  • Oh, sí … mi héroe – ironicé.
  • No pierdo la esperanza de que seas simpática en algún momento – rodó los ojos y se agachó para mirar dentro de los muebles – ¿Hay algún botiquín? – asentí y rebuscó hasta sacar unas gasas, alcohol y yodo.

Me quedé pensando en que estaba hecha un asco. Había llegado a clase empapada, había caminado, había llorado y me había caído. Me sentía completamente sucia.

  • Necesito una ducha – pensé en voz alta. Jason me miró – Jason, no hace falta que te molestes en quedarte. Puedo yo sola – dije amablemente.
  • Sé que puedes – se levantó – Pero … ¿entenderías si te digo que tengo ganas de que hablemos? – Su mirada penetrante me paralizó. Algo me decía que no debía discutir aquello y asentí – Tampoco te quiero meter en un lío si llega tu padre …
  • Espera – saqué el móvil del bolsillo de mi pantalón y llamé a la oficina varios segundos después la línea se abrió – ¿Papá?
  • ¿Qué quieres, ____? – preguntó molesto – Sabes que no debes interrumpir en el trabajo.
  • Yo … era para saber a que hora regresabas, para preparar la cena – fingí.
  • Hazla cuando quieras y guárdala en la nevera. Llegaré muy tarde – colgó.

Los pitidos intermitentes me alertaron de que estaba sola en la línea. Alejé el móvil de mi oreja y miré a Jason con una sonrisa fingida. Él seguramente había escuchado la voz grave de mi padre estando solo a un metro de distancia de mí.

  • Ya ves, no me meterás en ningún lío – me levanté sin echar peso en la pierna herida – ¿Puedes darme diez minutos?
  • Claro – torció sus labios.

Lo aparté de mí y salté a la pata coja hasta la sala de estar. Jason me siguió detrás y yo le indiqué el sofá.

  • Puedes ver la televisión mientras me esperas. No tardaré mucho.
  • Está bien.

Lo vi sentarse en el sofá y regresé al baño. Cerré la puerta con llave y puse la cabeza contra la pared. “¿Qué demonios estás haciendo, _____?” La pregunta resonaba en mi cabeza. Había dejado entrar a un completo desconocido en casa. Sí, me había ayudado y no parecía tener ninguna mala intención, pero hasta esa misma mañana me había hecho sentir como una mierda.
Rápidamente me quité la ropa y entré con cuidado a la ducha. La herida era fea. Eché agua fría sobre ella y sentí entre alivio y molestia. Me lavé rápido el pelo y enjaboné mi cuerpo.
Enrosqué mi cuerpo en una toalla y miré a mi alrededor. Se me había olvidado coger ropa limpia con todas las prisas y los nervios. Quería morir de vergüenza en ese momento.
Salí del cuarto de baño apretando bien la toalla a mi cuerpo y subí despacio la escalera hasta mi dormitorio. La piel de mi rodilla estiraba cada vez que subía un escalón y era doloroso.
Cuando por fin llegué a mi cuarto me vestí con mi ropa interior, un pantalón corto y una camisa de estar por casa.
Sentí pasos por el pasillo y se me erizó el vello de los brazos. Asomé la cabeza por la puerta y vi a Jason subir despacio por la escalera.

  • ¿Qué haces? – pregunté.
  • Emm … Buscarte – se rascó la nuca algo nervioso. Fue tierno.
  • Estaba vistiéndome – salí el pasillo y cerré mi puerta tras de mí.
  • Ven, te ayudaré a bajar – tendió su mano. Realmente parecía que se preocupaba – Podría cogerte en brazos y así no harías ningún esfuerzo, ¿sabes? – sonrió burlón.
  • No me fío de ti – dije sincera.
  • Haces bien – se puso serio y tomó mi mano. Iba a bajar el primer escalón cuando se agachó y me cogió por las piernas – Y por no fiarte deberías haberte alejado de mí en el primer momento que te dijeron que seríamos pareja de trabajo – susurró empezando a bajar.
  • Jason, déjame en el suelo – protesté.
  • ¿Crees qué te te haré algo malo, _____?

Era de las pocas veces que pronunciaba mi nombre y fue como un gesto de confidencialidad. Realmente tenía miedo de ese chico que reflejaba peligro por cada costado, pero algo dentro de mí, irracionalmente, me hacía seguir con él y no sacarlo de mi casa.


  • Si hubiese querido hacerte daño ya lo hubiese hecho – siseó dejándome sobre el suelo cuando estábamos en la planta baja – Solo quiero que hablemos.
  • ¿Por qué te interesa aprobar ética o por otro motivo? – lo encaré.
  • Porque eres un misterio, nena. Y los misterios son atractivos para mí.
  • Tú eres un misterio y tengo un mal presentimiento contigo.
  • No me conoces – se burló.
  • Creo que cuando lo haga será peor – reí sardónicamente.
  • ¿Y por qué no me has echado aún de tu casa? – preguntó con ironía.
  • Porque los misterios son atractivos – repetí su frase encogiéndome de hombros.   

sábado, 25 de mayo de 2013

Capítulo 1: Soy un Proyecto Difícil


Narra Justin

Corriendo por el pasillo del hospital llegué a la habitación donde estaba mi esposa. La angustia me carcomía por dentro. No quería pensar que todo aquello pudiera ser cierto. Intentaba creer que estaba viviendo la peor pesadilla de mi vida.
Justo cuando llegaba, un médico salía del cuarto. Lo miré preocupado.

  • Debe darse prisa en verla.

Sin saber a que se podía referir me aparté de él malhumorado y me puse junto a _____. Su cara estaba magullada, sus brazos llenos de rasguños y por sus ojos cerrados se asomaban una casi imperceptible lágrima. Lo que jamás había querido que sucediese había pasado.

  • _____ – susurré con temor.

Sus hermosos ojos se abrieron para mí torciendo débilmente sus labios. Una mano temblorosa buscó la mía y yo enseguida se la ofrecí dando ligeras caricias en su dorso con el relleno de mi pulgar.

  • ¿Qué ha pasado? – murmuré dolido.
  • No lo sé – siseó sin fuerzas – iba a buscar a Jason de clases y … un coche – se agitó – estaba enfrente de mí y … – empezó a toser.
  • Ssh – le insté – tranquila, amor, todo irá bien – besé el dorso de su mano.
  • Justin, estoy muy cansada – su voz escapó sin ánimo alguno.
  • No te duermas – puse sus mejillas entre mis manos – _____, abre los ojos – ella ladeó sus labios – mírame, por favor – rogué.
  • Estos últimos veinte años a tu lado han sido lo mejor de mi vida, Justin.
  • _____ – mascullé notando mi rostro humedecerse – Por favor – besé de nuevo su mano – por favor, no me hables como si te despidieses.
  • Tú y nuestros hijos sois lo mejor que me pudo pasar – prosiguió – Eres un gran padre, mi amor – su mirada se achicó ante mi rostro demacrado – Sabes lo que va a pasar …
  • Te necesito, te necesitamos – respondí con un nudo en la garganta – ____, no me dejes solo, por lo que más quieras, por mí, por nuestra familia – lágrimas se acumularon en su rostro también – Te necesito – repetí.
  • Tienes que cuidarlos – _____ apretó suavemente mi mano – Cuida de Janelle, pero dale espacio, ya es mayorcita – dijo con ternura. Sus ojos se cerraron mientras un tosido escapaba de su boca – Y vigila a Jason – continuó – es idéntico a ti – sonrió.
  • No me digas esto. Tú te vas a poner bien – me negué – Lo haremos juntos, _____.
  • Prométeme que protegerás a nuestros hijos – suplicó.
  • Te lo prometo, cariño – me resigné acurrucando mi rostro en su mano – Te amo.
  • Bésame – sollozó.

Colocando mis manos en sus suaves mejillas me incliné sobre la cama en la que estaba recostada. Lentamente entrelacé mis labios con los de la única mujer que había amado. La persona a la que había entregado mi vida, la chica que me lo había dado todo desde el principio, la única e irreemplazable mujer que hubiese podido tener lugar en un mundo como el mío.
Mis labios se derritieron sobre los suyos dándole el amor que ella podría necesitar. Segundos después suus labios palidecieron bajo los míos. Su rostro había quedado plácido y lívido.
Mi mundo se volcó y empezó a dar vueltas sobre el mismo punto. Había perdido la pieza fundamental de mi vida.
Ni siquiera me di cuenta de la máquina que pitaba en la habitación. Todo había perdido sentido y mi razón de ser se había ido entre mis manos.
No supe en que momento habían entrado los médicos. Mi cuerpo y mi mente no reaccionaban y no querían comprender la realidad. Me habían quitado el principal motivo de mi felicidad.

Narra ____ COOPER

Era otro día de lluvia. El simple hecho de mirar lo triste que era ese día me daban ganas de quedarme encerrada en mi cuarto sin que nadie supiera de mi existencia. Bueno, yo ya siempre pasaba inadvertida, nadie se iba a dar cuenta si no iba ese día a clases … salvo mi padre.
Bajé las escaleras desde mi habitación y bajé hasta el salón para coger la mochila. Mi padre leía el periódico tranquilamente en el sillón.
Intentando pasar desapercibida cogí el asa de la mochila y la colgué en mi hombro.

  • ¿Ya te vas?
  • S-si – tartamudeé.
  • Aprovecha tus clases para no ser una inútil – dijo toscamente.

Asintiendo salí corriendo de casa. Ni siquiera me molesté en coger algo para protegerme de la lluvia. Caminé rápido esperando que la lluvia apaciguara, pero en lugar de ello se tornó más agresiva.
Llegué empapada al instituto. Todos me miraban por el mal aspecto que podía traer. Por suerte tenía en la taquilla el chándal de gimnasia perfectamente limpio y seco.
Lo cogí y me dirigí rápido al baño para cambiar mi atuendo antes de entrar a la clase. Me quité el vaquero y la camiseta que traía para quedarme en ropa interior y una camiseta muy fina. Me puse el caliente y cómodo pantalón y la chaqueta que lo acompañaba.
Cuando me miré al espejo observé el desperdicio que era mi pelo. Hábilmente lo reuní en una coleta. Nadie se iba a preocupar de lo mal que me veía. A nadie le importaba mi aspecto, simplemente porque siempre pasaba desapercibida. ¿Quién iba a juntarse con la hija rarita de un policía? Era la rarita de clase. La que se sentaba atrás del todo para que nadie la viera.
Soltando un suspiro salí del cuarto de baño. Todos los pasillos habían quedado vacíos. Las clases habían empezado hacía minutos y yo no me había dado ni cuenta.
Corrí hasta mi clase de ética y toqué a la puerta avergonzada. Cuando abrí, todos me miraron por un segundo y después regresaron su vista a sus cuadernos.

  • Señorita Cooper, llega tarde – señaló el profesor.
  • Disculpe señor Collins. ¿Puedo pasar?
  • Buenos días – aquella voz queda vino desde mi espalda – Siento el retraso.

La clase entera volvió a levantar la cabeza para ver a quien había llegado a mi lado. Aquel chico había venido después de dos semanas sin asistir a clase por la perdida de su madre. Sentí un pellizco en el estómago. Yo sabía perfectamente lo que él estaría pasando.
El profesor relajó su rostro y dibujó una sonrisa un tanto más amable.

  • Jason, pasa – le indicó el señor Collins – Y usted, Cooper, que sea la última vez que llega así de tarde y con el cabello empapado.
  • Me pilló la lluvia – me excusé pasando a mi mesa rápidamente intentando perder la atención de todas las miradas.

Fui a mi sitio, en la parte más alejada del mundo en una esquina. Justo al otro lado estaba Jason. Él por lo general solía salir en los descansos con unos amigos de distinta edad que nosotros. En las clases, era un marginado más como yo. Sin embargo, tenía sus momentos de simpatía con los compañeros, al contrario que yo.
Anonadada y en mi mundo el profesor me hizo una pregunta. Aquel no era mi día.

  • ¿Y bien, señorita Cooper?
  • ¿Podría repetir la pregunta? – dije avergonzada.
  • Pregunté cómo cree usted que la gente puede conocerse realmente – dijo con cansancio.
  • ¡Y se lo pregunta a Miss Soledad! – se burló un compañero de clase.
  • Richards, ¡cállese! – regañó el profesor – Responda, Cooper.
  • Supongo que con tiempo y … compartiendo cosas – suspiré. Aquello era algo que sabía en la teórica y nada en la práctica.
  • Exacto, ¡tiempo y compartir! Por ello no es ético ni moral hablar de otras personas por prejuicios – hizo una mirada desdeñosa a Richards – Y en esto va a consistir vuestro trabajo de este último trimestre – el profesor puso una sonrisa maliciosa – Os colocareis por parejas en orden alfabético y empezaréis a trabajar juntos sobre la apariencia que os causa vuestro compañero. Al final de curso quiero un informe sobre lo que habéis conocido de esta persona y en que acertasteis o equivocasteis en cuanto a vuestros prejuicios iniciales. No os conviene inventarlo. Os arriesgáis a repetir la asignatura el año que viene.

Y así pues, el profesor se dio la vuelta cogiendo una lista de alumnos para anunciar las parejas dejándonos a todos bloqueados. Su cara de triunfo nos mandaba un mensaje típico, “ya veréis que será divertido”, pero a nadie le entusiasmaba la idea. Nunca nos colocábamos por orden de lista. Iba a haber más de una pelea con aquel trabajo.
Miré a mi derecha, Jason me miraba. Ambos sabíamos que nos iba a tocar juntos.

  • Bieber, con Cooper – anunció el profesor confirmando nuestra sospecha. Después prosiguió con otros nombres.

Asentí hacia Jason débilmente y volví a bajar la vista hacia mi mesa. No me hacía ninguna ilusión tener de compañero a Bieber. Sí, me daba pena por el reciente accidente de su madre, pero no lo quería cerca de mí. Corrían rumores de sus aventuras en la calle y aquello lo hacía deseable para casi todas las chicas, todas ellas rechazadas o invisibles para Jason.

  • Miss Soledad y Míster Misterio – farfulló el mismo compañero de antes codeándose con otro mientras reían.
  • ¡Cierra el pico Drake! – masculló Jason malhumorado desde atrás y todos se voltearon a verle – No te conviene enfadarme – dijo cogiendo aire para tranquilizarse.
  • Disculpa, tío – Drake se dio la vuelta aún con una sonrisa burlona.

Todos empezaron a moverse para colocarse por orden de lista y trabajar juntos. Miré a Jason, en cuanto captó mi mirada me indicó con el dedo que fuera hacia él.
Alcé una ceja incrédula y negué con la cabeza. No iba a obedecer ninguna orden de nadie. Si quería que empezáramos tendría que venir él a mi sitio.
Jason frunció las cejas. Quizás a mí tampoco me convenía enfadarlo, ¿pero qué me iba a hacer? Yo no tenía nada que perder.

  • Bieber, Cooper – llamó el profesor Collins – Colóquense ya – amonestó. Lo miré y él se colocó apoyando su barbilla sobre su mano y echando el peso en su codo hincado en la mesa. Me miró de soslayo esperando a que fuera.
  • ¿No puede el señorito Bieber venir aquí? – alcé mi voz cruzando las piernas. Mi problema no era de timidez, no, más bien que no quería que nadie me conociera. Pero era lanzada cuando lo requería.

Jason se levantó fastidiado viendo la mirada inquisidora del profesor. Cogiendo una silla se acercó hasta a mí. Colocándola a mi lado se sentó al revés para apoyar los brazos sobre el respaldo de la silla y mirándome fijamente. Aquella mirada podía intimidar. Estaba serio. Lo había desafiado, pero no me importaba ni lo más mínimo. Yo también mantuve mi rostro sereno.

  • Bien, ahora todos empiecen a escribir lo que opinan de sus parejas a simple vista. Y recuerden, tienen que aprender lo máximo posible del uno sobre el otro. Eso quiere decir que no pueden limitarse a conocerse en el instituto. Todos sabemos que en la calle la gente cambia de actitud. ¡Y quiero un informe detallado! - agregó entusiasmado.

Miré a Jason atentamente. Era realmente atractivo. Sus ojos mieles se veían claros con las fuertes luces de clase. Su pelo rubio oscuro y su casual flequillo lo hacían un chico atrayente.
Jason se relamió los labios observándome y aparté la vista sacando un papel para apuntar. A ese paso lo primero que tendría que apuntar era que era jodidamente sexy y no era lo que quería reconocer en público.
Pensé en decirle que sentía lo de su madre, pero preferí dejarlo. Posiblemente aquello le molestaría y lo haría sentir mal. Si había vuelto al instituto, habría sido porque ya había desconectado un poco del duelo, y yo no iba a ser quien le recordara el dolor por mal que me cayera.

  • ¿No vas a apuntar nada? – pregunté inquieta por su fija mirada en mí.
  • No sé que pensar de ti – reconoció – Eres jodidamente confusa.

En mi hoja empecé a hacer anotaciones ladeando una sonrisa por mi triunfo de ser un misterio para todos. Causar aquella confusión me satisfacía.

  • No has tenido suerte con tu pareja – dije en tono neutral – Soy un proyecto difícil. Digo, esto se trata de conocernos y nunca he permitido que nadie lo haga – me burlé un poco.
  • Si hay alguien que ha tenido mala suerte con el compañero que le ha tocado, eres tú – dijo con veneno – No sabes lo que te espera. De todos modos, ¿Proyecto? ¿Qué eres? ¿un robot?
  • Imbécil – mascullé.
  • ¿Vas a apuntar eso? – preguntó divertido.
  • Puede – dije cortante.

Entonces se colocó en su mesa e inició sus apuntes sobre mí. Odiaba que me estudiara. Parecía una rata de laboratorio. Sacudí la cabeza ... prefería ser un robot. Posiblemente aparentaba no tener sentimientos, no importarme nada. A menudo fingía que estaba bien cuando me derrumbaba por dentro. Eché una ojeada a su hoja. Él enseguida la tapó.

  • ¿Sabes que agregaré? – lo miré alzando una ceja – Entrometida.
  • Y yo cortante, desagradable y arrogante junto con imbécil – dije en mi tono más seco.
  • Histérica y amargada – me picó apuntando – ¿Sin vida social? – prosiguió riendo.

Y entonces me callé. Aquello si me había sentado mal. Agaché la cabeza y jugueteé con el bolígrafo haciendo garabatos. Jason pareció no darse cuenta y yo me alegré. Mi máscara siempre era eficaz para evitar que nadie viera mis verdaderos sentimientos y lo verdaderamente mal que lo podía pasar.
Afortunadamente, el timbre sonó y yo pude levantarme para recoger mis cosas.

  • Emm … supongo que tendremos que quedar para esto del trabajo …
  • ¿Una excusa para una cita, nena? – se burló sin pizca de alegría.
  • Olvídalo – mascullé dándome la vuelta.
  • Si no me pides una cita no me conocerás y suspenderás ética – dijo alto a mis espaldas.
  • ¡Como si te importara! – dije saliendo.