sábado, 31 de agosto de 2013

Capítulo 34: Siempre Hay Un Motivo Para Continuar

Narra ___

Jason había alquilado una limusina. Al ver el largo automóvil de color blanco frente a la puerta me impacté. Me detuve en el portal y miré a Jase con confusión. Él sonrió y me indicó que avanzara
con un gesto. Un hombre mayor y canoso nos saludó mientras nos abría la puerta del imponente vehículo. Me dejaron entrar primero y en el interior todo estaba iluminado con luces. Había un amplio sofá negro y acolchado. Jason se sentó a mi lado y pasó el brazo por mis hombros para acercarme a él. Lo vi contento. Aquello me hizo la noche. Aun estaba preocupada porque le pareciera mala idea hacer esta cita, sin embargo, parecía todo lo contrario.
Apoyé mi cara en su hombro mientras él frotaba su pulgar en círculos sobre la parte superior de mi brazo. Jason rió y me apartó. Lo miré confundida cuando él llevó sus manos a mi pelo y me ajustó la corona. La había olvidado por completo.

– Eres una princesa despistada.
– Tu princesa despistada – le seguí la broma.
– Mía – susurró acercándose a mis labios mientras acariciaba mi mejilla – y así te quiero. Con defectos incluidos.
– Es bueno saberlo – sonreí mientras yo también me acercaba a besarlo.

Sus labios engancharon los míos haciendo que mi cuerpo se encendiera al instante y empezara a correr rápidamente la sangre por mi cuerpo. Como si todo se activara dentro de mí, me aproximé
más a él. Una de sus manos tomó mi cintura mientras con la otra aún sostenía mi cuello. El beso iba lento. Más de lo que yo hubiera querido. Él se separó despacio dejando un último casto sobre mi
boca. Comprendí que ese no era el momento para encenderse.
Sonreí al volver a mirarle de arriba a abajo. Llevaba un elegante esmoquin negro con corbata.
Estaba muy elegante. Su cabello estaba peinado hacia atrás de manera que podía ver al chico más formal y sexy al mismo tiempo. Su ropa no podía ocultar al chico atrevido que llevaba dentro. Sus
hermosos ojos mieles lo reflejaban todo en él, al menos para mí.
Janelle tenía razón. Me había estado esperando un regalo con un precioso envoltorio que iba a estar encantada de retirar para descubrir nuevos límites.

– Nena, contrólate – me regañó divertido.
– ¿Qué? – dije inocentemente.
– Me miras como si me fueras a desnudar ahora mismo y créeme, yo siento las mismas ganas de hacer lo mismo contigo. Ese vestido … – suspiró dejando la frase en el aire – Pero tenemos una larga y romántica velada por delante. Nada de sexo salvaje – sacudió la cabeza negándoselo a sí mismo.
– ¿Sexo salvaje? – reí en una gran carcajada – Oh, Dios. ¿Qué será de mí cuando terminemos del baile? – no podía parar de reír. Sabía que iba a ser una noche de provocaciones y que al regreso habría consecuencias … Consecuencias a pagar que cada uno cobraría a su manera en la intimidad.
– Prometo ser un caballero hasta media noche … cuando volvamos a casa.
– Después puedo despedirme del caballeroso Jason y saludar a un alocado Jase – me burlé.
– Me has pedido que sea Ares. No puedes esperar que una divinidad como yo no terminé la noche con una batalla … en la cama – susurró acariciando el lóbulo de mi oreja con sus
labios.
– Oh, Jason Bieber. Créeme que intentaré poner resistencia – reí.
– No podrás aguantarte las ganas de mí al terminar esta noche. Lo sé yo, lo sabes tú … lo sabe hasta el chófer – rió.
– Muy gracioso, Biebs – me crucé de brazos.
– Soy así – se encogió de hombros con gracia – ¿Quieres beber algo?

Lo vi sacar un par de copas y una botella de vino blanco. Acepté y él regresó a mí para servir la bebida. Brindamos y empezamos a reír por cualquier tontería que decíamos mientras llegábamos a
nuestro destino. La limusina se detuvo y al minuto la puerta fue abierta por el conductor para que saliéramos. Jason salió primero y desde fuera me ofreció su mano para que fuera con él.

La noche nos rodeaba. Las estrellas habían cubierto el cielo. Habíamos llegado a un lujoso hotel de seis estrellas. No quise pensar en lo caro que iba a resultar todo aquella noche.
Nos despedimos del chófer y entendí que regresaría a buscarnos cuando termináramos. Miré a todo a mi alrededor. Había antorchas en una terraza rodeada de cortinas blancas formando un romántico
lugar con mesas y velas, sin embargo, estaba vacío.
Jason tomó mi mano y me sonrió. Estaba nerviosa, pero la manera en que encajaba sus dedos entre los míos me hacía sentir más segura.

– No me sueltes – le pedí.
– ¿Estás bien?
– Sí, solo tengo el presentimiento de que me voy a caer en cualquier momento por estos zapatos y que voy a hacer la escena más patética del siglo.
– Hmmm … Incluso tropezando te verías perfecta hoy. Cualquiera pensaría que un ángel cayó del cielo al verte en el suelo – intentó bromear para aliviarme. Lo miré sin humor – No te voy a soltar, pequeña – aseguró besando mi mejilla con ternura.
– Gracias – suspiré mirando sus ojos.

Jase empezó a caminar conmigo a mi lado sin dejar de sujetarme. Un hombre nos vio entrar en la recepción y nos saludó para atendernos e indicarnos hacia donde debíamos ir. Caminamos por la
gran sala hasta la puerta de un gran salón. Un chico joven preguntó el nombre de la reserva mientras me miraba entera. Mordí el interior de mi mejilla incómoda por su mirada y giré la cara. Jason dijo su apellido y el chico entró en el salón para guiarnos hasta nuestra mesa.
Era un salón enorme. Nada comparado con lo que un gimnasio de instituto pudiera ofrecer. Había parejas de todo tipo de edades, todos muy bien arreglados. Había más de un chica de mi edad que
estaría también celebrando su fin de curso con su pareja o familiares. Jason andaba seguro sosteniendo mi cintura con un brazo. El chico nos mostró una mesa para dos pegada a la ventana.    
Adoraba ver la calle mientras comía y Jase lo sabía. Me daba más sensación de libertad. Sin embargo, todo aquel salón daba impresión de dar toda la libertad del mundo. Era muy espacioso e iluminado por gran cantidad de luces. Había un escenario donde se reproducía música en vivo. Un piano, un bajo, una guitarra y una solista.
Entre las mesas había una pista para las parejas que bailaban elegantemente. El chico me retiró la silla mientras yo me sentaba y Jase se colocaba frente a mí.

– ¿Cuando reservaste todo esto? – pregunté curiosa.
– Ayer – sonrió cruzando sus brazos sobre la mesa para inclinarse sobre mí – Tengo contactos – enarqué una ceja queriendo saber más – Mi madre trabajaba aquí. La limusina es un servicio que también ofrece el hotel. Me hicieron un favor.
– Vaya … – dije sorprendida – Es impresionante, Jason.
– Lo sé – sonrió – Pedí nuestro menú al hacer la reserva. Espero que te guste lo que escogí.

Su mirada fue dulce y tímida. Lo vi algo inseguro por tomar alguna decisión por mí. Él sabía que no me gustaba que controlaran lo que hacía, ni que me dijeran lo que tenía que hacer. Posiblemente
enfrentarse a elegir lo que comiéramos lo considerara algo personal y que yo debía hacer por mí misma, sin embargo se arriesgó. Negué con mi cabeza. Él siempre probando su suerte …

– Confío en tu buen gusto. Además, tú conoces este sitio. Sabes lo que hay.

Jason asintió contento. Una chica de unos veinte años, rubia y de ojos azules se acercó a nosotros para preguntarnos que íbamos a beber. Dejé a Jase que decidiera. La mujer no hacía otra cosa más
que mirar a mi novio. Sí, parecía que se lo fuera a merendar.
No presté atención a lo que Jason pidió para beber. Cuando la chica se fue di un suspiro de alivio y a seguí con la mirada a su espalda.

– ¿Sabes? Te ha comido con los ojos – mascullé volviendo mi atención a él.
– ¿Celosa, cariño? – sonrió divertido.
– ¿Yo celosa? – bufé incrédula – No, cielo. Soy yo quien está aquí sentada con la mejor compañía – sonreí triunfal – ¿Y tú?
– ¿Yo qué? – señalé el chico en la puerta con un movimiento de cabeza. Jason enseguida tensó su mandíbula – Tú lo has dicho. Estás conmigo.

La camarera nos sirvió un vino blanco. Empezamos a beber lentamente mientras charlábamos hasta que llegó también la comida. Era un cena ligera. Los platillos me habían gustado mucho y más en la compañía de mi pareja y sin nadie molestando a nuestro alrededor.
La gente mayor empezaba a irse a sus habitaciones e internamente pensé en lo divertido que sería pasar una noche en la habitación de un hotel junto con Jason. Sin embargo, yo sabía que aquello no
iba a pasar. Jase quería volver pronto a casa para encargarse de lo que habíamos hablado en la limusina.
Alcé la vista y vi a Jason de pie a mi lado ofreciéndome su mano. Sonreí cogiendo su mano y levantándome de la silla. Él enseguida me guió hacia las otras parejas y me hizo dar una vuelta
sobre mí misma antes de coger mi mano y mi cintura para bailar. Yo no sabía donde había aprendido él a moverse tan bien para aquella clase de baile pero era fácil ser su pareja.

– ¿En qué piensas princesa? – me preguntó haciéndome dar otra vuelta en la que mi vestido ondeó con gracia y llevándome a su regazo.
– En que no hemos practicado tanto para que sepas llevarme así – admití poniendo mi mano en su hombro.

Jason no dijo nada. Su rostro pasó a ser solemne a pesar de que mantenía una pequeña sonrisa mirándome a los ojos. Supe que algún recuerdo pasaba por su mente. Con cuidado llevé la mano de
su hombro a su cuello y después a su mejilla para acariciarlo.

– Te quiero, ¿sabes eso?

Él asintió sonriendo. No dijo nada más mientras seguíamos bailando al ritmo de la melodiosa música. Muchas personas nos miraban pero yo solo prestaba atención a los ojos de Jase cerciorándome de que todo estaba bien con él.

– ¿Sabes que estás atrayendo muchos ojos? – me susurró Jason al oído.

Miré a mi alrededor y comprobé a niños con sus padres mirándome embobados. También había mujeres cotilleando y haciendo gestos de desprecios como si ellas fueran superiores. Los hombres tenían ojos codiciosos mientras que algunas mujeres irradiaban admiración por mi vestido.

– ____, quiero besarte – dijo Jase como una súplica.
– No hay nadie que te lo pueda impedir, Jase – aseguré.

Él se inclinó rozando primero su nariz con la mía. Su aliento chocó contra mí y yo entreabrí mis labios deseando que boca llegara a mí. Sus dos manos se colocaron en mi cintura soltando mi mano que fue a su cuello. Sus labios chocaron con los míos, suaves y dulces como un manjar.
Presioné su labio inferior entre los míos mientras él capturaba el mío superior. Me separé un instante para cambiar a saborear su labio superior haciendo un enredo con nuestras bocas. Jason se
separó tras presionar por ultima vez sus labios en la comisura de mi boca.

Miré nuestro entorno y vi a la gente apartar rápidamente su vista para simular no haber estado contemplando el momento íntimo de pareja que habíamos tenido.
Jason me hizo dar una vuelta sobre mí misma para enroscar su brazo a mi cintura y apretarme a él.

– Salgamos fuera – sonrió.

Asentí inmediatamente y empezamos a caminar juntos fuera del gran salón. El chico asintió con la cabeza al vernos marchar y Jason se encaminó hacia la parte de atrás del hotel que daba a un
precioso jardín lleno de flores. En el centro había alzado un espacio rodeado de luces. Seguimos andando por un camino de piedras hasta llegar al pie de las escalerillas. Las subimos y Jason se colocó en el centro para volvernos a poner a bailar, esta vez más cerca el uno del otro. Sus brazos rodeaban mi cintura mientras yo me sujetaba su cuello. Me acerqué repentinamente y besé sus labios. Al separarme vi a Jase sonreír con dulzura.
En un instinto apoyé mi mejilla sobre su pecho mientras nos balanceábamos de un lado a otro.

– Mi madre fue la que me enseñó a bailar – confesó en un murmullo como si alguien más pudiera escucharnos – Una vez me contó que solo había bailado lento con mi padre el día de su boda y que había sido algo patoso – lo noté sonreír mientras apretaba sus brazos a mi
cintura y acariciaba mi espalda sobre el vestido – La noté un poco desanimada y le dije que yo bailaría con ella. Ese día me enseñó un poco y después cada vez que la veía triste por las peleas con mi padre le ponía música y la hacía reír bailando.
– Debías ser un hijo maravilloso para ella – dije emocionada por lo que me había contado.
– ¿Tú crees? – su voz se quebró.

Alcé mi cabeza. No podía separarme de él porque sus brazos me tenían aferrada. Lo miré a los ojos llorosos. Sabía que Jase echaba de menos a su madre. No habían llegado a pasar los cinco meses
desde la muerte de la mujer que él tanto quería, era normal que aún tuviera esos momentos de desconsuelo. Con mi pulgar retiré la humedad que había escapado en contra de su voluntad de uno
de sus ojos.

– Claro que lo creo. Eres una gran persona, Jase. Siempre haces cosas buenas por las personas que quieres – volví a abrazarme a él para darle consuelo – Estoy segura de que ella lo sabía.
– Lo siento, ____ – se separó de mí bruscamente y se dio la vuelta para dirigirse al borde del porche mientras se frotaba los ojos – No sé que demonios me ha pasado.
– Has tenido un gran recuerdo de tu madre y has sentido la necesidad de repetirlo … pero no puedes – me acerqué a él por su espalda y la apoyé mi mano en su hombro – Llorar no es malo, Jase. No te va a hacer menos fuerte – consolé sabiendo que aquello pudiera ser lo que pudiera pasar por su cabeza.
– Llorar no sirve de nada – masculló.
– Te hace sentir mejor al soltar todo – contradije – Cuando terminas miras al frente con más esperanza y fuerzas para seguir adelante … siempre que haya un motivo para continuar. Y tú lo tienes, Jason. Al igual que tú me diste uno a mí para seguir.
– ¿Cuál es tu motivo?
– Ser feliz – me encogí de hombros – Antes de ti no sabía que era eso – sonreí para aligerar el ambiente y no dar pena – Ahora tengo objetivos que cumplir para sentirme satisfecha con mi vida. ¿Cuál es el tuyo?

Jason se negó a mirarme a la cara. Me sentí impotente al verlo tan desanimado.

– Vengarme – respondió.

Y yo sabía que aquella iba a ser su respuesta. Pero algo dentro de mí rogaba por escuchar palabras mejores … No me podía engañar. Jason McCann existía porque tenía un objetivo fijo y yo no lo iba
a poder evitar. Lo que más me preocupaba no era que cumpliera su venganza, sino lo que vendría después.

– ¿Y luego Jason? – él giró la cara para mirarme con el ceño fruncido y regresó a mirar a otro lado sin responder – Vengarte no te va a devolver a tu madre.
– Lo sé – gruñó – Pero matar a esos hijos de p*ta me hará sentir mejor. No tendré que volverlos a ver. No tendré que pensar que pueden volver a hacerle daño a alguien que quiero. Simplemente no aguantaré más sus burlas en mi cara sobre lo que hicieron. Juré que
mataré a los Richards – se dijo a sí mismo con la voz cargada de veneno.

Me estremecí ante sus palabras. Matar. Los iba a matar. “¿No esperarías que su venganza fuera solo tirar huevos podridos en la puerta de su casa, no?" Una voz trasera se burló de mí. Obviamente
sabía que conllevaba su venganza pero escucharle decir aquello tan fríamente hacía que tuviera miedo de lo que pudiera hacer. “No puedes tener miedo de tu novio, idiota”. Oh, pues yo sí, mira tú. Me iba a volver loca en aquel debate mental sobre lo que debía hacer.
Jason se volvió hacia mí. Llevábamos un rato sin cruzar ni media palabra. Me había quedado en shock. Él pareció darse cuenta, sin embargo, ninguno de los dos se movió para cambiar la situación.

– ¿Tienes algún plan normal después de matarlos? – pregunté sin ánimo en mi voz.
– Ya pensaré algo – se encogió de hombros como si no fuera nada del otro mundo.
– Genial – mascullé.

Me crucé de brazos y sin saber que hacer me fui de su lado para sentarme en un banco del jardín.
Puse mis manos en mi frente con los codos sobre las rodillas pensando en que debía hacer, pero no llegaba respuesta ninguna … así que dejé mi mente deambular en blanco mientras miraba el suelo
hasta que unos zapatos negros entraron en mi plano de visión. No tuve que alzar la vista para saber quien era. Él se agachó en cuclillas para verme la cara mientras apartaba mis manos de mi frente y las sujetaba entre las suyas para hacerme entender que él estaba ahí.

– Lo siento. Te he arruinado la noche – musitó arrepentido.
– Es algo que teníamos que hablar – sacudí la cabeza.
– No ahora – respondió.
– Jason, esto es la vida real. No un cuento de hadas – contesté desanimada.
– Pero en esta vida si existen princesas y yo soy el afortunado de tener una delante – hizo media sonrisa – Lo que pasa es que no la trato como se merece. Soy un bandido – bromeó triste.

Traté de no sonreír pero finalmente surgió de forma tímida y yo me abracé a su cuello para ocultar mi cara de tonta. Se suponía que yo estaba enfadada o indignada, o al menos molesta con él, pero el
muy idiota siempre se burlaba conmigo de alguna manera que siempre me hacía perdonarlo y reírle las gracias. Sí … en ese momento entendí porque el amor era de tontos.

– Y este bandido ha robado el corazón de su chica – susurré en su oreja.
– No lo merezco – contestó.
– Si me lo devolvieras ya no lo cogería. Has hecho muchas cosas buenas para que te lo puedas quedar – me separé de él y miré sus ojos.
– ¿Podemos bailar otra vez?

Se incorporó ofreciéndome su mano una vez más. La tomé y volvimos al mismo sitio de antes. La música se escuchaba de fondo procediendo del interior del hotel, sin embargo, no lanecesitábamos.
Jason me sostenía mientras yo apoyaba mi cara en su hombro absorbiendo su agradable aroma.
Dimos vueltas sobre nosotros mismos sin prestar atención a nada más que nosotros. No dijimos nada. Cualquier palabra sobraba.

– Te amo, _____ – “Salvo éstas, claro” – Mucho – agregó como si no fuera suficiente.

Una lágrima de emoción corrió por mi mejilla al escucharlo decir aquello tan convencido y seguro de sí mismo. El declive que había tenido la cita había ido para arriba en cuestión de minutos.

– Jase – susurré apretándome contra él sin querer dejarlo escapar.
– No te quiero perder – confesó – Sé que hay veces que tienes miedo pero jamás permitiría que algo malo te pasara. ¿Lo entiendes?
– No me voy a ir – dejé un suave beso en su cuello – Confío en ti.
– Entonces no me temas – susurró – Sobre todas las cosas estás tú, ¿vale? – lo miré a los ojos cerciorándome que acababa de decir eso – Te amo – repitió firme como una promesa en sus palabras y su voz.
– Y yo a ti, Jase – lo besé un instante y volví a coincidir con su mirada. Podía pasar horas mirando sus piscinas mieles – Gracias por esta noche.

Negó restándole importancia y seguimos balanceándonos el uno agarrado al otro. Miré el reloj en mi muñeca rodeando el cuello de Jason.

– Son más de las doce, caballero.
– No importa – sonrió sabiendo que quería decir mi comentario y siguió bailando – Estoy bien aquí contigo … ¿O quieres huir como Cenicienta del baile?
– Te aseguro que yo no puedo correr con tacones – bromeé.
– Entonces …

Jase se inclinó y pasó sus brazos por mi espalda y detrás de mis rodillas para alzarme del suelo. Reí mientras cubría mi pierna descubierta por el costado y me sujetaba con el brazo libre a su cuello.
Jason me dio un fuerte y ruidoso beso. Al separar nuestras bocas caminó bajando las escalerillas y fue al interior del hotel. Miré algo sonrojada al personal del hotel y volví a ver los ojos brillantes de
ilusión en mi novio. Si él era feliz, ¿quién era yo para pedir que me bajara de sus fuertes brazos en los que yo me encontraba perfectamente? Sí, amaba que me cogiera, ¿para qué negarlo?
El hombre de recepción rió al vernos y se despidió de Jason.

– Adiós Walter – respondió Jase más feliz que unas pascuas mientras salíamos del hotel.

Nos fuimos en la misma limusina en la que habíamos llegado. Y mientras más esperábamos terminar nuestro viaje a casa más impacientes estábamos de estar el uno con el otro. Jason saboreó
cada rincón de mi piel durante la espera en el fondo del ostentoso vehículo. Y cuando llegamos a casa Jase y yo supimos lo que iba a pasar. En cuanto la limusina desapareció Jason hizo viajar su
mano a la abertura de mi vestido acariciando todo mi muslo descubierto. Sus ojos lujuriosos lo decían todo. Me deseaba. Me quería. Igual que yo a él. Y todo se sentía como un sueño del que yo no quería despertar.

Sus labios se hicieron dueños de los míos mientras me llevaba a la cama. Y cuanto más me entregaba a él, más me reclamaba él. Cada parte de mí reaccionaba a él declarando claramente que mi cuerpo solo quería a Jase, mi Jase. La única persona que me había dado la oportunidad de sentir todo aquello que en esos momentos sentía. La nostalgia, el amor, la frustración, el deseo.

Y a medida que nos desnudábamos más jadeaba en busca de su contacto. Lo anhelaba tanto que dolía el simple pensamiento de no tenerlo nunca más.
Sus ojos mieles pendían de los míos mientras hacíamos el amor como jamás lo habíamos sentido.
Sus labios sobre los míos mientras marcábamos nuestra propia melodía al ritmo de nuestras respiraciones. El gemido en la parte posterior de su garganta mientras me poseía y sus susurros de
palabras de amor a mi oído. Todo era perfecto. No quería más. No pedía más.

Al despertarme aquella mañana enredada entre las piernas del chico que amaba, con mi mejilla contra su pecho escuchando el latido de su corazón, su respiración tranquila mientras sus brazos me
apretaban contra su costado sin nunca dejarme escapar, lo supe. Jamás querría a nadie más en mi vida. No solo había robado mi corazón. No solo había hechizado mi cuerpo. Jason Bieber no se
había conformado con aquello. Había provocado que mi alma siempre estuviera ligada a él y no había vuelta atrás. Era completamente suya. No importaba que hiciera. La cuestión era … ¿Era él mío de la misma manera?
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@itsBieberFanfic

1 comentario:

  1. Dios mío puede ser más perfecto el capítulo? Me encanta, joder haces a un Jason perfecto u eso hace que mis expectativas en los hombres sean tan altas.
    Es increíble el capítulo creo que es uno de los más bonitos que has escrito enserio me encanta :)

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